¿Por qué te confundes y te agitas ante los problemas de la vida?
Déjame el cuidado de todas tus cosas y todo te irá mejor. Cuando te abandones en mí todo se resolverá con tranquilidad según mis designios. No te desesperes, no me dirijas una oración agitada, como si quisieras exigirme el cumplimiento de tus deseos. Cierra los ojos del alma y dime con calma: «Jesús, yo en ti confío».
Evita las preocupaciones y angustias y los pensamientos sobre lo que pueda suceder después. No estropees mis planes, queriéndome imponer tus ideas. Déjame ser Dios y actuar con libertad. Abandónate confiadamente en mí. Reposa en mí y deja en mis manos tu futuro. Dime frecuentemente: «Jesús, yo confío en ti». Lo que más daño te hace es tu razonamiento y tus propias ideas y querer resolver las cosas a tu manera.
Cuando me dices: «Jesús, yo confío en ti», no seas como el paciente que le pide al médico que lo cure, pero le sugiere el modo de hacerlo. Déjate llevar en mis brazos divinos, no tengas miedo, yo te amo. Si crees que las cosas empeoran o se complican a pesar de tu oración sigue confiado, cierra los ojos del alma y confía.
Continúa diciéndome a toda hora: «Jesús, yo confío en ti». Necesito las manos libres para poder obrar. No me ates con tus preocupaciones inútiles. Satanás quiere eso: agitarte, angustiarte, quitarte la paz. Confía sólo en mí, abandonándote en mí. Así que no te preocupes, echa en mí todas tus cargas y duerme tranquilamente. Dime siempre: «Jesús, yo confío en ti» y verás grandes milagros. Te lo prometo por mi amor.
Oración rezada por don Juan José Omella, arzobispo de Barcelona, en la misa de clausura del Congreso de la Misericordia. (Templo del Tibidabo, 3 de abril de 2016)