De nuevo en nuestras páginas un aniversario: doscientos años del nacimiento de san Juan Bosco. Qué fecundidad tan grande la de este gran santo que movido por su amor por los jóvenes, creó un estilo apostólico en la educación que continúa siendo de gran actualidad.
Desde hace años el tema educativo es objeto de un continuado debate pedagógico centrado en algo que no es lo más importante en la educación. Se constata la grave y creciente dificultad que actualmente lleva consigo la tarea educadora y se investiga sobre cuáles deben ser los métodos pedagógicos más adecuados para superar la frecuente situación de fracaso escolar y universitario causado, según dicen, por la falta de interés y por tanto de motivación por lo que se estudia. Se reclama una enseñanza más vinculada con las cuestiones de la vida práctica y se pretende disminuir la importancia del profesor. Todas estas cuestiones confusamente mal planteadas son fruto del olvido de la cuestión central de toda la educación: ¿cuál es el fin de la tarea educadora? ¿qué presupuestos antropológicos y teológicos tienen que fundar la educación? Se ha diluido el mismo concepto de educación cristiana reduciéndola a una «educación en valores», de discutible raíz cristiana. Pío XI afirmaba que sólo la educación cristiana es una verdadera educación porque es la única que contempla la verdadera realidad del hombre como criatura de Dios, destinado a la vida eterna.
En san Juan Bosco encontramos una de las mas sólidas realizaciones del modelo de educación cristiana de la juventud, su sistema preventivo fundado en la consagración total del maestro a la tarea educadora, en el amor abnegado hacia sus alumnos y en la confianza en los medios sobrenaturales: confesión y comunión frecuente. Esta realidad educativa que describe al cardenal Bergoglio en sus recuerdos sobre el colegio salesiano que frecuentó en su juventud, donde el hábito al estudio, la educación de la afectividad no sensiblera, y de un modo especial la educación de la piedad, mariana, eucarística y de amor al Papa constituían la base de una verdadera cultura católica. Don Bosco, como afirmó Juan Pablo II «realiza su santidad personal en la educación, vivida con celo y corazón apostólico, y que simultáneamente sabe proponerla como meta concreta de su pedagogía.»
Si bien el legado educativo constituye el sello apostólico más destacado de Don Bosco no hemos querido dejar de lado otros aspectos importantes en su vida como su entrañable devoción a María Auxiliadora y al Sagrado Corazón de Jesús. de ello tenemos en Barcelona una especial y extraordinaria muestra con el templo expiatorio del Tibidabo.
Queremos hacer mención de dos noticias que han sido para los que hacemos esta revista y para todos sus lectores, motivo de profundo gozo y agradecimiento la convocatoria de un jubileo extraordinario que tendrá como centro la misericordia de Dios y el anuncio de la próxima canonización, durante la celebración del Sínodo de la Familia el próximo mes de octubre, de los padres de santa Teresita. Por todo ello elevamos nuestra acción de gracias a Dios y le agradecemos al papa Francisco este doble regalo a la Iglesia.
Madre y Reina de todos los pueblos
«En este tiempo de vela María, (...) está presente en la misión y en la obra de la Iglesia que introduce en el mundo el Reino de su Hijo». Juan Pablo II, Redemptoris Mater (1987)