Razón del número

Este tercer número de la revista que dedicamos a conmemorar el primer centenario de las apariciones de la Virgen en Fátima tiene tres temas principales. En primer lugar las palabras pronunciadas por el papa Francisco con motivo de su peregrinación a Fátima, en segundo lugar el hecho eclesial memorable de la canonización de Jacinta y Francisco, los niños que no siendo mártires han subido a los altares a más temprana edad en la historia de la Iglesia, y finalmente aquello que constituye la culminación y resumen del mensaje de la Virgen: el triunfo de su Corazón Inmaculado.
Como el mismo Papa recordó durante el rezo dominical del Regina Coeli al regresar de su peregrinación: «Desde allí se mira la historia con los ojos de fe». Esta mirada descubre, en medio de un mundo desesperanzado o indiferente que atraviesa, a pesar de ciertas apariencias, momentos especialmente difíciles y trágicos, la presencia maternal de la Virgen que infunde una gran esperanza. El Papa recordó en la homilía de canonización las palabras del Apocalipsis: «Un gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida de sol». Palabras que preceden a la descripción de la gran batalla entre el dragón, la antigua serpiente, el demonio, y la mujer y su descendencia. Esta lucha atraviesa toda la historia de los hombres y su desenlace anunciado repetidamente desde el Génesis hasta el último libro de la Revelación es de nuevo recordado en Fátima: el triunfo de la Inmaculada que prepara el reinado de su Hijo Jesucristo sobre todos los pueblos. Esta esperanza, tan íntimamente conexa con la devoción al Corazón de Jesús, es la que tiene que alimentar nuestra oración y toda nuestra vida, a pesar de las seducciones y persecuciones que en esta hora de la historia acechan con especial virulencia e intensidad la vida de la Iglesia.
La Virgen en Fátima –como ha recordado el Papa– ha querido anunciar al mundo este mensaje de esperanza y misericordia, como el único camino que puede lograr que los hombres vuelvan su mirada al Dios que desprecian o ignoran y también de un modo especial para que en toda la Iglesia se «active una autentica movilización general contra esta indiferencia que nos enfría el corazón y agrava nuestra miopía».
Este centenario de las apariciones ha tenido un especial relieve por las canonizaciones de Jacinta y Francisco justamente en un trece de mayo en que se conmemoraba los cien años de la primera aparición de la Virgen. El contraste entre el carácter profético y, por tanto, especialmente solemne del mensaje y el medio que la Virgen elige para transmitir a la Iglesia y a todo el mundo este mensaje, nos tiene que llamar la atención, al mismo tiempo que nos dispone para entender mejor los caminos que Dios tiene, particularmente en estos tiempos, para la salvación de los hombres. Dios ha querido que la llamada a la conversión y a la penitencia fuera acogida fervorosa y filialmente de un modo que sólo lo podían hacer unos niños con su sencillez e inocencia. De este modo nos invita a tener siempre presente las palabras del Evangelio: «Si no os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos» ( Mt 18, 3)