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CRISTIANDAD

La «Rerum novarum», mucho más que una encíclica social

La Rerum novarum es un magnífico ejemplo de reacción sana y vigorosa, propia de un ente vivo, tal y como recordaba Chesterton, que se niega a ser arrastrado por la corriente de las ideas dominantes, vanas y portadoras de muerte.

Por Jorge Soley Climent
octubre 2025
en Artículos
11 min de lectura

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Una encíclica muy citada y poco leída
Aunque León XIII legó a la Iglesia un abundante cuerpo doctrinal, quizás la más citada de todas sus encíclicas sea la Rerum novarum. Sin embargo, para quien se haya tomado la molestia de leerla, salta a la vista que es probablemente una de las menos leídas. En efecto, parece obligado citarla cada vez que se habla de doctrina social de la Iglesia, si bien esos comentarios se suelen limitar a una referencia a la protección de los obreros o a la denuncia de los horarios inhumanos, cuestiones ambas que aparecen en la encíclica, sin tomarse la molestia de prestar atención al desarrollo completo de la encíclica. Es como si se quisiera resumir el Evangelio con la idea de que los hombres somos hermanos, dejando de lado el fundamento de esa fraternidad.
De este modo, se presenta una caricatura simplista de la Rerum novarum que deja de lado toda su enorme riqueza.
«Rerum novarum» es armónica con el resto de encíclicas de León XIII
Una vez consideradas las limitaciones de este tipo de lecturas alicortas de la Rerum novarum, un segundo paso consiste en comprender que no estamos ante una encíclica aislada, desgajada del resto del Magisterio, especialmente del de León XIII. Muchas confusiones se evitarían si se comprendiera que el Papa de la defensa de los obreros es también el Papa de la condena de la masonería y del liberalismo, y que no sólo no hay contradicción entre estos aspectos de su magisterio, sino que todo su magisterio se articula armónicamente.
Es el propio León XIII quien, explícitamente, insiste en presentar la Rerum novarum en la estela de sus anteriores encíclicas cuando afirma que quiere «hacer, respecto de la situación de los obreros, lo que hemos acostumbrado, dirigiéndoos cartas sobre el poder político, sobre la libertad humana, sobre la cristiana constitución de los estados y otras parecidas, que estimamos oportunas para refutar los sofismas de algunas opiniones». Se trata, pues, de una pieza más dentro del gran plan pontificio de oponer la verdad católica a las falacias revolucionarias que el Papa ve cómo se difunden y confunden a muchas mentes.
En efecto, León XIII quiere aportar luz para evitar que «el prurito revolucionario que desde hace ya tiempo agita a los pueblos, [con su] afán de cambiarlo todo» seduzca a más inteligencias cristianas. En este sentido, si se puede hablar de una encíclica programáticamente contrarrevolucionaria y reactiva, la Rerum novarum es un magnífico ejemplo de reacción sana y vigorosa, propia de un ente vivo, tal y como recordaba Chesterton, que se niega a ser arrastrado por la corriente de las ideas dominantes, vanas y portadoras de muerte.
Contrarrevolucionaria pero no utópica, en tanto que guiada por la prudencia
Otro de los rasgos que definen la Rerum novarum es su realismo y, en consecuencia, su prudencia, a la hora de abordar temas realmente complejos (la encíclica reconoce que «es difícil realmente determinar los derechos y deberes» y que «es discusión peligrosa»). Pero cuando hablamos de prudencia aquí nos referimos a la virtud en toda su extensión, no a lo que mucha gente entiende hoy por prudencia, esto es, una actitud temerosa y pacata, y en consecuencia, la prudencia de León XIII le lleva, en determinadas ocasiones, a hablar alto y claro, denunciando mentiras y señalando el camino para una armonía social que «provea de la manera oportuna al bien de las gentes de condición humilde». Por eso la denuncia de la oligarquía capitalista que acumula poder y riquezas (las más de las veces por medios más bien oscuros) imponiendo poco menos que el yugo de la esclavitud a una muchedumbre infinita de proletarios, es también consecuencia de esa prudencia que afirma que la situación en que se debaten los trabajadores de su tiempo es insoportable.
Demolición de la pretensión socialista y defensa de la propiedad
Quienes esperan encontrar en la Rerum novarum una vía hacia el socialismo cristiano no pueden llevarse mayor chasco. Como si el mismo Papa previera que algunos, intentando utilizar sus críticas a la explotación de los obreros, iban a pretender realizar esa lectura, titula el primer gran bloque tras la introducción como «Crítica de la solución socialista», una solución que la propaganda presenta como una igualdad que instauraría el paraíso en la tierra, pero que en realidad «no sería ciertamente otra cosa que una general situación, por igual miserable y abyecta, de todos los hombres sin excepción alguna». La crítica del socialismo que encontramos en la Rerum novarum es de verdadero calado y su fundamentación, solidísima, debiera haber zanjado la discusión de haber existido lectores atentos y honestos.
León XIII se centra en la clave de toda propuesta socialista: la abolición de la propiedad privada, que tacha de injusticia: «proponen un remedio en pugna abierta contra la justicia». Y esto porque, como después argumentará, «poseer algo en privado como propio es un derecho dado al hombre por la naturaleza»; se trata, pues, de un derecho natural que nadie puede alterar sin violencia e injusticia. Esta condición de derecho natural que posee la propiedad privada se percibe de modo especialmente claro en el derecho a poseer tierra propia, algo que procede de la naturaleza del hombre que «abarcando con su razón cosas innumerables, enlazando y relacionando las cosas futuras con las presentes y siendo dueño de sus actos, […]; por lo cual tiene en su mano elegir las cosas que estime más convenientes para su bienestar, no sólo en cuanto al presente, sino también para el futuro. De donde se sigue la necesidad de que se halle en el hombre el dominio no sólo de los frutos terrenales, sino también el de la tierra misma».
Y sigue León XIII: «Por tanto, la naturaleza tiene que haber dotado al hombre de algo estable y perpetuamente duradero, de que pueda esperar la continuidad del socorro. Ahora bien: esta continuidad no puede garantizarla más que la tierra con su fertilidad». Una propiedad de la tierra que irá indisolublemente ligada no a un individuo, sino a una familia que perdura en el tiempo y cuyos ecos resuenan en diferentes propuestas, como en la de Chesterton, gran admirador de la Rerum novarum, que cifraba la garantía de una vida digna en «tres acres y una vaca».
El hombre antes que el Estado
Al desarrollar los fundamentos naturales de la propiedad privada, León XIII va a sostener una idea repleta de consecuencias: el hombre es anterior a la república «y consiguientemente debió tener por naturaleza, antes de que se constituyera comunidad política alguna, el derecho de velar por su vida y por su cuerpo». Esta idea tendrá, por ejemplo, consecuencias cruciales en el ámbito de la familia. Así, en unas palabras que resultan proféticas, el Papa afirma que «no hay ley humana que pueda quitar al hombre el derecho natural y primario de casarse, ni limitar, de cualquier modo que sea, la finalidad principal del matrimonio», pues «la familia o sociedad doméstica, bien pequeña, es cierto, pero verdadera sociedad y más antigua que cualquiera otra, la cual es de absoluta necesidad que tenga unos derechos y unos deberes propios, totalmente independientes de la potestad civil». La familia tendrá derecho, en buena lógica, a «elegir y aplicar los medios necesarios en orden a su incolumidad y justa libertad». Tras afirmar que «es tal la patria potestad, que no puede ser ni extinguida ni absorbida por el poder público», continúa la encíclica recordando que «querer, por consiguiente, que la potestad civil penetre a su arbitrio hasta la intimidad de los hogares es un error grave y pernicioso», advertencia que resulta necesario, ahora incluso más que en 1891, recordar a tiempo y destiempo.
Resulta difícil encontrar una afirmación de mayor actualidad, acierto y penetración que la conclusión a la que llega León XIII: «De ahí que cuando los socialistas, pretiriendo en absoluto la providencia de los padres, hacen intervenir a los poderes públicos, obran contra la justicia natural y destruyen la organización familiar».
Primacía de lo sobrenatural
El segundo bloque de la encíclica lo dedica el Papa a abordar dónde debe buscarse remedio a los males sociales que ya no se pueden ignorar por más tiempo. El primer aspecto de cualquier solución, sin el cual todo intento es vano, es que el remedio debe de ser religioso, y aun más, católico, pues «se trata de un problema cuya solución aceptable sería verdaderamente nula si no se buscara bajo los auspicios de la religión y de la Iglesia». Aquí, como en todo, la primacía debe ser de lo sobrenatural.
Seguirá León XIII en la senda de su prudente realismo advirtiendo:
–Que nada bueno puede salir de un igualitarismo antinatural, al contrario, «debe ser respetada la condición humana, [pues] no se puede igualar en la sociedad civil lo alto con lo bajo».
–Que la lucha de clases es falsa: «suponer que una clase social sea espontáneamente enemiga de la otra, como si la naturaleza hubiera dispuesto a los ricos y a los pobres para combatirse mutuamente en un perpetuo duelo es ajeno a la razón y a la verdad».
–Que las utopías son una estafa: «Si algunos prometen a las clases humildes una vida exenta de dolor y de calamidades, llena de constantes placeres, ésos engañan indudablemente al pueblo y cometen un fraude que tarde o temprano acabará produciendo males mayores que los presentes».
La solución se llama caridad cristiana
Sobre la cuestión de la relación entre patronos y obreros la Rerum novarum, como no podía ser de otro modo, exige justicia a los patronos, que en ningún caso deben defraudar a los trabajadores. Pero va más allá, distinguiendo entre la posesión de las cosas, que es lícita, y la consideración de las mismas como comunes, esto es, como bienes que deben compartirse con otros que puedan necesitarlas. Reconoce el Papa que no estamos hablando aquí de ley o justicia: «No son éstos, sin embargo, deberes de justicia, salvo en los casos de necesidad extrema, sino de caridad cristiana, la cual, ciertamente, no hay derecho de exigirla por la ley».
Pero cuidado, no es que al dejar el ámbito de lo exigible legalmente hayamos pasado al campo de las buenas intenciones, brindis al sol sin consecuencias prácticas. Hemos pasado al campo de la caridad cristiana, el campo trascendental y definitivo donde cada uno se juega, ni más ni menos, que su salvación eterna. Así que no se trata de rebajar la exigencia, sino más bien de elevarla a un ámbito de suyo más decisivo, sin caer en la falsa solución de quienes quieren imponer la caridad por ley. Este intento, que desde el Gran Inquisidor de Dostoievski hasta ciertos desarrollos del Estado del bienestar sobrevuela el mundo moderno, puede tener apariencia de bien y justificarse con las mejores intenciones, pero ese bien que viola la libertad y anula la caridad, por mucho que pueda relucir externamente, corroe el interior de los hombres.
Recuperar la Cristiandad
Lo que León XIII propone es seguir los preceptos divinos como único medio de superar unos problemas cuyo origen está en el desorden y el pecado, y que, en consecuencia, sólo pueden ser sanados mediante el amor fraterno que es el fruto de la obediencia a Dios. Es por ello que la única capacitada para resolver los problemas, también los sociales, es la Iglesia, pues es ella la única a la que Dios ha dado los instrumentos para la conversión de los corazones, única solución duradera al panorama al que nos enfrentamos. Añade aquí León XIII con una consideración histórica relevante y de marcado carácter contrarrevolucionario, enlazando así con las primeras consideraciones de la encíclica: los hombres no vivimos en un escenario de tabula rasa, sino que tenemos un pasado muy real, la Cristiandad, cuyas consecuencias aún pesan en el mundo: «habiendo conocido el orbe entero el gran misterio de la encarnación del Verbo y de la redención de los hombres, la vida de Jesucristo, Dios y hombre, penetró todas las naciones y las imbuyó a todas en su fe, en sus preceptos y en sus leyes». Y sigue el Papa con un precioso párrafo en el que despliega la necesidad de volver a esa Cristiandad con una belleza y al mismo tiempo un rigor lógico insuperables: «Por lo cual, si hay que curar a la sociedad humana, sólo podrá curarla el retorno a la vida y a las costumbres cristianas, ya que, cuando se trata de restaurar las sociedades decadentes, hay que hacerlas volver a sus principios. Porque la perfección de toda sociedad está en buscar y conseguir aquello para lo que fue instituida, de modo que sea causa de los movimientos y actos sociales la misma causa que originó la sociedad. Por lo cual, apartarse de lo instituido es corrupción, tornar a ello es curación».
El papel del Estado en León XIII
León XIII no lo deja todo al albur de la buena voluntad de los individuos, sino que reconoce el papel del Estado en la búsqueda de una solución a los problemas sociales y económicos. Pero atención, no de cualquier estado (el Papa sabe que ciertos estados son más bien bomberos pirómanos), sino «el que pide la recta razón de conformidad con la naturaleza, por un lado, y aprueban, por otro, las enseñanzas de la sabiduría divina, que Nos mismo hemos expuesto concretamente en la encíclica sobre la constitución cristiana de las naciones», la Immortale Dei, confirmando explícitamente el Papa que la Rerum novarum no puede leerse desgajada del conjunto del magisterio pontificio.
Ese Estado al que León XIII reconoce como actor político, económico y social tiene los siguientes rasgos:
–reconoce el origen divino del poder, y por tanto «vela con solicitud paternal no menos de los individuos que de la totalidad de las cosas».
–defiende a todas las clases, pero, en aplicación del justo criterio de equidad, «prodiga sus cuidados al proletario para que éste reciba algo de lo que aporta al bien común […] cuidado que dista mucho de perjudicar a nadie, antes bien aprovechará a todos». Es por ello que «se habrá de mirar principalmente por los débiles y los pobres».
–respeta la libertad y deja a cada uno «la facultad de obrar con libertad hasta donde sea posible, sin daño del bien común y sin injuria de nadie». Por ello mismo, sus «leyes no deberán abarcar ni ir más allá de lo que requieren el remedio de los males o la evitación del peligro».
–defiende la propiedad privada, y en consecuencia «debe asegurar las posesiones privadas con el imperio y fuerza de las leyes. Y principalísimamente deberá mantenerse a la plebe dentro de los límites del deber […] Intervenga, por tanto, la autoridad del Estado y, frenando a los agitadores, aleje la corrupción de las costumbres de los obreros y el peligro de las rapiñas de los legítimos dueños». Por cierto, León XIII señala que «la propia razón del bien común no autoriza a quitar a otro lo que es suyo o, bajo capa de una pretendida igualdad, caer sobre las fortunas ajenas», algo que parece ha caído en el olvido en nuestros tiempos de expolio fiscal generalizado.
–tutela con su protección «los bienes del alma, puesto que la vida mortal, aunque buena y deseable, no es, con todo, el fin último para el que hemos sido creados, sino tan sólo el camino y el instrumento para perfeccionar la vida del alma con el conocimiento de la verdad y el amor del bien».
Algunas aplicaciones prácticas
Acaba la Rerum novarum con una serie de indicaciones orientadas a conseguir unas condiciones de trabajo dignas para los obreros: «se ha de mirar que la jornada diaria no se prolongue más horas de las que permitan las fuerzas», «lo que puede hacer y soportar un hombre adulto y robusto no se le puede exigir a una mujer o a un niño», y «en cuanto a los niños, se ha de evitar cuidadosamente y sobre todo que entren en talleres antes de que la edad haya dado el suficiente desarrollo a su cuerpo, a su inteligencia y a su alma». De las dos notas propias del trabajo, que es personal y necesario, León XIII extrae la consecuencia de que «el salario no debe ser en manera alguna insuficiente para alimentar a un obrero frugal y morigerado». Y más adelante insiste en que las leyes deben de favorecer que los obreros accedan a tener propiedades, idealmente tierras, advirtiendo que los enemigos de esta extensión no se reducen al socialismo, sino que incluye al Estado cuando quiere «absorber la propiedad privada por la dureza de los tributos e impuestos». Por último insiste en el derecho de asociación y en la creación de sociedades privadas, «derecho concedido al hombre por la ley natural», con una advertencia contra los abusos de la autoridad pública, que mantiene plenamente su vigencia: «las leyes han de ser obedecidas sólo en cuanto estén conformes con la recta razón y con la ley eterna de Dios». Cuestiones éstas, pues, de enorme importancia, que no son meras opiniones más o menos bienintencionadas pero sin mayor fuerza que la que cada uno quisiera otorgarle, sino que se fundamentan en las sólidas bases que el Papa ha establecido con anterioridad y a las que tan poca atención se suele prestar. Quiera Dios que la renovada atención al magisterio de León XIII que ha generado la llegada al trono de Pedro de un nuevo León sea motivo de relectura de la Rerum novarum en toda su integridad junto a una renovada atención al conjunto del clarividente magisterio leonino.

Etiquetas: La "Rerun novarum" más que una encíclica social
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