El pasado 4 de octubre, memoria de san Francisco de Asís, el Santo Padre firmaba la exhortación apostólica Dilexi te («Te he amado») sobre el amor hacia los pobres. El documento, en continuidad con la encíclica Dilexit nos, recoge y enriquece el trabajo iniciado por el papa Francisco para que «todos los cristianos puedan percibir la fuerte conexión que existe entre el amor de Cristo y su llamada a acercarnos a los pobres».
El texto, situándonos desde el inicio en el horizonte de la Revelación, ofrece una mirada sobrenatural sobre la realidad de la pobreza y su significado. «La condición de los pobres –afirma el Papa– representa un grito que, en la historia de la humanidad, interpela constantemente nuestra vida, nuestras sociedades, los sistemas políticos y económicos, y especialmente a la Iglesia. En el rostro herido de los pobres encontramos impreso el sufrimiento de los inocentes y, por tanto, el mismo sufrimiento de Cristo. Al mismo tiempo, deberíamos hablar quizás más correctamente de los numerosos rostros de los pobres y de la pobreza, porque se trata de un fenómeno variado; en efecto, existenmuchas formas de pobreza: aquella de los que no tienen medios de sus tento material, la pobreza del que está marginado socialmente y no tiene instrumentos para dar voz a su dignidad y a sus capacidades, la pobreza moral y espiritual, la pobreza cultural, la del que se encuentra en una condición de debilidad o fragilidad personal o social, la pobreza del que no tiene derechos, ni espacio, ni libertad».
Para comprender y valorar el compromiso en favor de los pobres el papa León XIV nos invita a leer de nuevo el Evangelio para deshacernos de todos los prejuicios ideológicos que malinterpretan la realidad de la pobreza y nos sumergen en una mentalidad mundana ajena a los planes de Dios.
«Dios opta por los pobres», llegando a hacerse uno de ellos –un Mesías pobre– para cargar sobre sí su pobreza. Tanto la historia veterotestamentaria como los hechos evangélicos dan testimonio de este amor misericordioso con el que Jesús se identifica «con los más pequeños de la sociedad». Por este motivo el Papa insiste en que la verdadera riqueza de la Iglesia está en los pobres, por que en ellos está Cristo. Éste ha sido el tesoro de la Iglesia, manifestado a lo largo de los siglos en el cuidado de los enfermos, la solicitud por los pobres en la vida monástica, la liberación de los cautivos, los testigos de la pobreza evangélica, la educación de los pobres, el acompañamiento de los migrantes o el servicio a los últimos de la sociedad como las expresiones más profundas de la caridad cristiana.
En su exhortación apostólica el Santo Padre también hace hincapié en que la historia continúa y la Iglesia, tras más de un siglo de aportar al mundo su doctrina social, debe seguir denunciando las estructuras de pecado que causan pobreza y desigualdades extremas y proponiendo el único remedio que puede sanar el mundo y hacer llegar la justicia y la misericordia divina a los pobres: «una gran efusión de la caridad».
Estas refl exiones y el recuerdo de la bimilenaria historia de atención eclesial a los pobres y con los pobres, que forma parte esencialdel camino ininterrumpido de la Iglesia y es un elemento esencial de la historia de Dios con nosotros, es también –afi rma el Papa– una llamada continua en los corazones de los creyentes y supone un desafío ineludible para la Iglesia de hoy
Carta circular sobre el pan y el vino para la Eucaristía
La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, por encargo del Santo Padre Francisco, se ha dirigido recientemente a todos los obispos diocesanos para recordar que les compete, sobre todo a ellos, proveer dignamente lo necesario para...









