EL Chablais, región de Saboya junto al sur del lago de Ginebra, había pasado por las guerras de la soberanía de Francia, al dominio de Berna y después al del ducado de Saboya. Por el tratado de Nyon no se permitía ejercitar otra religión que la calvinista. Después de otra alternancia de dominios, el duque de Saboya vuelve a conquistar la región y en 1589, se autoriza el culto católico.
Una vez se obtiene el permiso, el duque reclama al obispo de Ginebra, que reside en Annecy, sacerdotes para la misión de la región. El obispo envía a Francisco, ya ordenado sacerdote. Francisco pide a su primo Luis, canónigo, que le acompañe En el Chablais apenas había siete u ocho familias católicas. Las iglesias católicas y los monasterios estaban destruidos, en su capital Thonon solo había una iglesia, la de san Hipólito, en la que se podía predicar la religión católica una vez finalizado
el ofi cio calvinista. En setiembre de 1594, Francisco predicó ante los católicos y muchos de los calvinistas que habían estado en el ofi cio anterior, por curiosidad. Les habló sobre la misión de los apóstoles: Cristo fue enviado por el Padre que los envía a predicar a toda criatura. Así empezó Francisco su misión predicando cada domingo, hasta que llegó el crudo invierno. La misión invernal de Chablais Cuando llegó el invierno alpino, Francisco continuaba con las predicaciones, pero la concurrencia disminuyó y el misionero, si el tiempo lo permitía, salía por la región para hablar con la gente sencilla de la campiña. Pero no era fácil. Pensó que era preciso encontrar otro medio para llegar a la gente y se dedicó a escribir cartas abiertas que hacía llegar a los de Thonon mostrádoles la fe de la Iglesia que les había predicado en los meses anteriores.
Estas cartas las fi jaba aquí y allá, o las echaba por debajo de las puertas, como hojas volanderas. «Estas cartas llevarán a vuestras casas lo que no habéis querido escuchar en la iglesia», les decía. Cada semana proseguía Francisco con estas misivas. El invierno 94-95 fue muy duro para Francisco por la incógnita de la labor realizada, pero con la esperanza puesta en el Señor. La primavera hacía despuntar aquella semilla que durante el invierno se había sembrado. Aquellas páginas que Francisco había escrito, ¿habrían calado en la conciencia de los de Thonon, mientras estaban sentados junto a la chimenea de sus casas? En abril y los meses siguientes ya empezaron los bautizos y abjuraciones
del calvinismo. Durante aquel año 95 continuó la fértil labor de Francisco llegando a convertir a principios del año 96 a todos los notables de Thonon, incluyendo las autoridades, con ceremonias solemnes de abjuración.
Era necesario solicitar más predicadores para estas almas sedientas de oír, por lo que Francisco va a Turín a pedirlo al nuncio y al duque. Vuelto a Thonon al cabo de cierto tiempo recibe un importante donativo del nuncio y el compromiso de los Caballeros de san Mauricio de donar parte de sus
pensiones para mantener otros tantos misioneros en Chablais. La misa de Navidad de 1596 fue uno
de los momentos más felices del santo pues en la región se volvía a celebrar públicamente el culto católico. El Chablais podía considerarse convertido a fi nales del año 1596.
Los diálogos con Teodoro de Beza
En octubre de este año 1596, justo tras la misión de Chablais, Francisco recibe una carta del papa
Clemente VIII pidiéndole que inicie
unos diálogos ecuménicos con Teodoro de Beza, brazo derecho y sucesor de Calvino. Era un escritor de talento y un maestro del Renacimiento se desplazó a Ginebra, con peligro de su vida. El primer tema planteado por Francisco fue: ¿Se puede salvar uno en la Iglesia católica romana? Después de una larga reflexión en solitario, Beza llegó a la conclusión de que era posible, a lo cual Francisco le planteó la cuestión: Si es así que razón tenía la Reforma que había causado la confusión de cristianos y producido tantas muertes con las guerras religiosas. Beza se exaltó por la responsabilidad de tanta sangre vertida, y la conversación cambió pasando a hablar de las Escrituras. El segundo encuentro tuvo lugar en el mes de julio yendo Francisco acompañado de Antonio Favre, jurisconsulto muy estimado en su época en Saboya. Francisco le planteó la pregunta: ¿Es lo mismo decir Iglesia romana que Iglesia católica? Beza había escrito en su obra «Marques de l‘Eglise», que la Iglesia romana podía ser la Iglesia madre, pero no la única Iglesia católica. Estaba claro que no era el mismo concepto de unidad de la Iglesia el de Francisco y el de Beza.
Al despedirse de esta segunda reunión Beza le confesó a Francisco: «Si no estoy en el buen camino, ruego a Dios todos los días que por su misericordia se digne conducirme a él». Tras este encuentro en Francisco se abrió una esperanza de conversión, y se programó una tercera reunión, pero ¿lo impidieron los ministros calvinistas? No volvieron a programarse más reuniones.
Libertad, autodeterminación y lo «culturalmente correcto»
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