En su 39º viaje apostólico al extranjero –y tercero a un país de mayoría musulmana desde la pandemia– el papa Francisco visitó los pasados 3 a 6 de noviembre el archipiélago de Baréin para hacer presente en el «Foro de Baréin para el diálogo» el mensaje de la Iglesia católica. Además, el Santo Padre mantuvo diferentes encuentros con las autoridades, sociedad civil y Cuerpo diplomático del Reino, con el imán de Al Azhar, Ahmed al Tayyeb, y con miembros del Consejo Musulmán de Ancianos, participando en un encuentro ecuménico de oración por la paz y reuniéndose en distintos momentos con la comunidad católica del país, formada por unos 80.000 fieles, casi todos ellos inmigrantes de países como la India, Sri Lanka y Filipinas.
El «amar siempre y amar a todos», la dignidad de la persona, la paz, la libertad religiosa, el diálogo interreligioso, la pobreza, el drama del rechazo a Dios y al hermano y una fuerte llamada a reencontrarse con el Dios de la vida fueron algunos de los principales temas que estuvieron presentes en las distintas intervenciones del papa Francisco a lo largo del viaje.
Durante la clausura del «Foro», el Papa reflexionó sobre tres desafíos para el hombre de hoy: la oración, la educación y la acción.
«En primer lugar –afirmó el Santo Padre–, la oración, la apertura del corazón al Altísimo es fundamental para purificarnos del egoísmo, de la cerrazón y de la autorreferencialidad, de las falsedades y de la injusticia. El que reza, recibe la paz en el corazón y no puede sino ser su testigo y mensajero; e invitar, principalmente por medio del ejemplo, a sus semejantes, a no convertirse en rehenes de un paganismo que reduce al ser humano a aquello que vende, que compra o con lo que se divierte, sino a redescubrir la dignidad infinita que cada uno lleva grabada. (…) Pero, para que esto pueda suceder, es indispensable una premisa: la libertad religiosa. (…) Toda coacción es indigna del Omnipotente, porque Él no ha entregado el mundo a esclavos, sino a criaturas libres, a las que respeta totalmente. Comprometámonos entonces para que la libertad de las criaturas refleje la libertad soberana del Creador, para que los lugares de culto sean protegidos y respetados, siempre y en todas partes, y la oración se promueva y nunca sea obstaculizada. Pero no es suficiente conceder permisos y reconocer la libertad de culto, es necesario alcanzar la verdadera libertad religiosa. Y no sólo cada sociedad, sino cada credo está llamado a examinarse sobre esto. Está llamado a preguntarse si obliga desde el exterior o libera interiormente a las criaturas de Dios; si ayuda al hombre a rechazar la rigidez, la cerrazón y la violencia; si hace que aumente en los creyentes la libertad verdadera, que no significa hacer lo que nos dé la gana, sino orientarnos al bien para el que hemos sido creados.
»Si el desafío de la oración se refiere al corazón, el segundo, la educación, concierne esencialmente a la mente del hombre. (…) La educación es amiga del desarrollo, siempre que sea una instrucción realmente digna del hombre, ser dinámico y relacional; por lo que no debe ser rígida y monolítica, sino abierta a los desafíos y sensible a los cambios culturales; no autorreferencial y aislante, sino atenta a la historia y a la cultura de los demás; no estática sino inquisitiva, para abrazar aspectos diversos y esenciales de la única humanidad a la que pertenecemos. (…) Esto requiere interrogarse, entrar en crisis y saber dialogar con paciencia, respeto y espíritu de escucha; aprender la historia y la cultura de los demás. Así se educa la mente del hombre, alimentando la comprensión recíproca.
»Llegamos así al último de los tres desafíos, el que concierne a la acción, podríamos decir a las fuerzas del hombre. (…) No basta decir que una religión es pacífica, es necesario condenar y aislar a los violentos que abusan de su nombre. Y ni siquiera es suficiente tomar distancia de la intolerancia y del extremismo, es preciso actuar en sentido contrario. (…) El Creador nos invita a actuar, especialmente en favor de tantas de sus criaturas que todavía no encuentran suficiente espacio en las agendas de los poderosos: pobres, niños por nacer, ancianos, enfermos, migrantes. Si nosotros, que creemos en el Dios de la misericordia, no escuchamos a los indigentes y no damos voz a quien no la tiene, ¿quién lo hará? Estemos de su parte, esforcémonos por socorrer al hombre herido y probado; obrando de este modo, atraeremos la bendición del Altísimo sobre el mundo. Que Él ilumine nuestros pasos y una nuestros corazones, nuestras mentes y nuestras fuerzas (cf. Mc 12,30) para que la adoración a Dios concuerde con el amor concreto y fraterno al prójimo, y para ser juntos profetas de convivencia, artífices de unidad, constructores de paz».
Espaldarazo a Orban y al Grupo de Visegrado en las elecciones húngaras
Hungría se ha destacado, durante los últimos años, bajo el gobierno de Viktor Orban, como uno de los países que más se ha opuesto a las directrices emanadas desde la Unión Europea y que ha liderado lo que se...