Ha pasado ya medio año desde que Rusia invadiera Ucrania y no se vislumbra el final de la guerra. Fracasada la rápida ofensiva inicial rusa y tras una fase de durísimos combates por el control de algunas estratégicas ciudades, el frente se ha estabilizado e incluso nos hemos acostumbrado en cierto modo a convivir con este conflicto bélico. A la espera de lo que ocurra en el invierno que se avecina, podemos intentar trazar un balance provisional que nos indique quién gana y quién pierde en esta guerra hasta el momento.
Rusia ha conseguido el control de una amplia región en el este de Ucrania: no solo el Donbas, la zona con mayor población rusófona donde se desarrollaba una guerra de baja intensidad desde 2014, sino también en la zona alrededor de Crimea, al tiempo que ha conquistado Mariupol y ha convertido el mar de Azov en un lago ruso. Por otro lado, las pérdidas rusas en hombres han sido elevadas, el plan inicial de conquista de Kiev fracasó, lo mismo que ha ocurrido con los intentos de capturar la segunda y tercera ciudad de Ucrania: Jarkov, cerca de la frontera con Rusia, y Odesa, el mayor puerto del Mar Negro. A las pérdidas humanas que algunas fuentes estiman en 80.000 bajas, hay que sumar la erosión del prestigio del ejército ruso y, como reacción a la invasión rusa, el abandono por parte de Suecia y Finlandia de su tradicional neutralidad al solicitar la admisión en la OTAN. El aislamiento diplomático que Occidente ha impuesto a Rusia ha tenido un impacto limitado, especialmente por la posición de China, que no solo no ha secundado el boicot sino que ha intensificado sus relaciones con Rusia.
Por su parte Ucrania ha conseguido resistir e incluso rechazar en algunas zonas la invasión rusa. Esto ha sido posible gracias al sacrificio de numerosos ucranianos, que han desacreditado la opinión de que Ucrania es solo un estado artificial, y al masivo suministro de armamento de última generación, principalmente por parte de los Estados Unidos. Eso sí, el coste en vidas humanas es enorme, la destrucción en ciertas zonas, masiva, el éxodo de ucranianos huyendo de la guerra grande y cuando se escriben estas líneas una quinta parte del territorio ucraniano está en manos de Rusia.
Con Rusia sufriendo numerosas bajas y Ucrania importantes pérdidas, tanto humanas como materiales, pasemos ahora a analizar el impacto de la guerra más allá de los dos contendientes directos.
Europa ha visto agravada la crisis económica de resultas de la guerra (aunque el echarle las culpas al conflicto de cualquier problema se ha convertido en un fácil recurso para gobernantes que no quieren asumir sus responsabilidades) y está aterrada ante la posibilidad de que Rusia cierre el suministro de gas durante el próximo invierno. Una miope política supuestamente ecológica, especialmente en Alemania, ha acabado por hacernos mucho más dependientes energéticamente de Rusia de lo que sería deseable.
Estados Unidos, por su parte, está sacando provecho económico de la subida de precios de la energía, mientras combate en esta especie de nueva guerra fría con Rusia a través de un ejército interpuesto, el ucraniano, lo que le ahorra la siempre delicada gestión de las bajas humanas. La OTAN se ha reforzado, Rusia ha sufrido un importante desgaste y es hoy más débil que hace seis meses, pero el riesgo de una escalada en el conflicto, no necesariamente nuclear, puede hacer que cambie el escenario drásticamente. La invasión rusa de territorio de las repúblicas bálticas o de Finlandia, bajo el paraguas de la OTAN, desencadenaría un conflicto de dimensiones aún mayores que el actual. Quizás sea el momento de recuperar la doctrina de la contención elaborada por George Kennan durante la Guerra Fría que abogaba por evitar una escalada bélica de consecuencias impredecibles.
Por su parte, la guerra ha significado para China el acceso a energía a mejores precios y la recuperación del pacto sino-soviético de los años cincuenta del siglo pasado. Si la gran obra de Kissinger fue quebrar aquel pacto y alejar a China de Rusia, la situación ahora se ha revertido.
Hay que ser prudente a la hora de evaluar una guerra en curso: pueden suceder cambios sustanciales y la información de que disponemos contiene sesgos y propaganda de ambas partes, pero por el momento ni Rusia ni Ucrania están saliendo beneficiadas de este conflicto, que amenaza con tener graves repercusiones económicas en Europa y que ni Estados Unidos ni China parecen tener prisa por acabar. Y que, mientras tanto, sigue destruyendo las vidas de miles de personas atrapadas en esta guerra.
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