El abad Delgado inició la actividad política de los abades de Poblet, como Diputado eclesiástico de la Generalitat, lo cual le llevó a vivir en Barcelona y creó problemas en la comunidad.
El padre Jaume Finestres, historiador de Poblet, cuenta que, en este período de dificultades en la comunidad, el prior fray Gabriel Escuder y los monjes capitulares redactaron unos nuevos estatutos limitando los excesos que se tomaban algunos abades. Por citar algunos: controlar sus decisiones relativas a dominios en el monasterio, escuchar más al consejo monacal, controlar por el consejo el nombramiento o destitución de los principales cargos, evitar que el abad pudiera castigar o encarcelar a un religioso en contra de la opinión del consejo, evitar convocar el consejo sin que hayan sido citados todos sus miembros, también reducir a cinco las caballerías que podía usar el abad, sus gastos y sus ornamentos domésticos de plata y sobre todo evitar que el abad acepte dignidades externas que limiten el ejercicio abacial, como hizo el abad Delgado. Todos los monjes juraron guardar estas disposiciones. Tras ello fue elegido abad fray Payo Coello. Éste era natural de Zamora y limosnero de Fernando el Católico. Elegido por la comunidad, en sus inicios se dedicó completamente a la abadía de Poblet, mejorando el ambiente reinante y favoreciendo el crecimiento del monasterio.
En 1488, diez años después de su elección como abad, el rey Fernando, viendo que los diputados catalanes no llevaban como debían el gobierno del Principado, decidió elegir directamente a todos los diputados de la Generalitat y eligió presidente al abad de Poblet, fray Payo.
En la historiografía, muchos historiadores románticos atribuyen este hecho al carácter absolutista y a la influencia castellana del rey Fernando, pero Vicens Vives afirma que la intención del rey no eran las ganas de imponer su voluntad sino principalmente era «deshacer el desbarajuste económico de la Generalitat, a causa de la pésima gestión de los diputados», que tenía como raíz la forma de elección de los diputados que «conducía al establecimiento de una oligarquía, ávida de manejar las cuantiosas rentas». Por ello el rey intervino en 1488 nombrando él mismo los diputados y al presidente de la Generalitat. Él quiso poner a una persona muy fiel a él, de gran honradez y sin haber tomado parte a favor de ningún partido en las peleas de los catalanes. Así como puso a ciertos diputados para velar por los intereses de la nobleza, a otros para los bienes de los eclesiásticos y otros para el bien de las comarcas, fray Payo Coello velaría por los intereses del rey. En la carta que el rey le dirigió para comunicarle su nombramiento, le decía: «Pues vos sabéis mi intención cual es, vos ruego y encargo que se haga en todo el beneficio de ese General, tan bien que todos vean la gana que yo tengo en el beneficio y bien desse Principado»
Queda patente la total confianza del rey en el abad tal como se puede ver en algunas de las diversas cartas que le dirigió durante su período de presidencia de la Generalitat y esperaba de él que enderezara la economía y la moralidad de la Diputación catalana.
Un cronista del monasterio escribía, al inicio del siglo XVIII, que el rey tenía tanta estima por el abad Payo Coello, en cuanto a su pericia y a su acierto en las resoluciones, que durante el trienio que fue diputado, si la Diputación resolvía algún tema menos acertadamente, el rey decía que aquel día «el abad no había estado allí». La frase se encuentra en una carta del secretario Joan de Coloma fechada en Valladolid el 31 de enero de 1489, en la cual Coloma manifiesta al abad, que había estado enfermo, la alegría del rey al saber que estaba ya convaleciente y que podía regresar a vivir en Barcelona. En ella el secretario le dice: «que el rey nuestro señor, quando algo vehía en que no se fazía del deber, luego dizía Bien parece que no stá allí el abad. Esto se dize sin injuria de los otros, pero es verdad, así que, Señor, bien será que parezca por efecto, que con vuestra presencia el negocio anda de otra suerte».
En otra ocasión en que se decidió otro asunto en la Diputación estando aún enfermo el abad en Poblet, insiste el secretario que el rey comentó: «Si allí estuviera el abad no lo fiziera de tal manera».
Queda patente con estos comentarios que a los ojos del rey Fernando el Católico la habilidad y pericia del abad Payo Coello eran de gran valor y que le tenía en gran aprecio por su rectitud y perspicacia en los asuntos del Principado, aunque durante tres años se incumplieran los estatutos aprobados en 1480 por la comunidad de Poblet.
Como puede verse la necesidad de Fernando el Católico, impidió, durante tres años, el cumplimiento de los estatutos de 1480.
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