Eran los tiempos del Cisma en la Iglesia. En la época abacial del abad fray Vicente Ferrer (1393- 1409), seguramente en el año 1387, llegó a la abadía un joven de Albi (Tarragona) pidiendo su entrada en la orden. Fue admitido y siguió los períodos de formación hasta que en 1395 fue ordenado sacerdote. Una vez finalizada su formación, el abad le encomendó la enfermería de los pobres y posteriormente el cargo de bodeguero mayor. Años más tarde, en 1404, le encomiendan, además, la mayordomía de la finca que la abadía poseía en Vilosell.
En 1409, el nuevo abad, el padre Jaume Carbó, constata ciertas irregularidades en el ejercicio bodeguero de fray Marginet. Después de analizarlo, fue relevado de su cargo de bodeguero. Este cargo obligaba al monje a salir mucho del convento y corría el riesgo de perder el espíritu monacal. En principio la causa de dichas irregularidades era que había tomado una importante cantidad de trigo desviando su destino, sin pagarlo a los propietarios.
La separación de dicho cargo hizo que Pere Marginet huyera del monasterio. La tradición afirma que huyó con dos mujeres, una de ellas era religiosa clarisa del monasterio de la Serra de Montblanc. De la época de Pere Marginet fuera del convento poco se sabe, pero corrió por todos lados que se hizo bandolero y rodó por los diversos pueblos próximos junto con las dos mujeres.
En 1413, el abad Carbó renunció a su cargo y Benedicto XIII, el Papa Luna, nombró abad al padre Martínez de Mengucho. En este mismo año se sitúa la vuelta de Pere Marginet a la abadía de Poblet.
Pidió perdón a toda la comunidad, como se hacía en aquella época, es decir, en la sala capitular y en confesión pública, y el abad le impuso una penitencia, la primera de las cuales fue hacerlo entrar en prisión. Desde entonces fray Marginet emprendió una vida dura y áspera y realmente debió ser así, pues en pocos años la fama de santidad que alcanzó queda patente en muchos documentos.
Se retiró a la cueva de la Pena, cerca de Poblet, pero antes de ello, con permiso del abad recorrió todos los pueblos donde había escandalizado a la gente durante el tiempo de su fuga. Allí, cuentan, que se desvestía de cintura para arriba, como hacían los sentenciados, hacía llamar a toda la gente, y gritando que él era el traidor fray Marginet, se flagelaba delante de todos. Pasaba la jornada haciendo oración, lectura y trabajo en la granja próxima a la cueva que tenía el monasterio.
La fama de santidad se extendió rápidamente, de forma que, en 1415, el rey Fernando de Antequera, encontrándose gravemente enfermo escribió dos cartas al monasterio de Poblet pidiendo oraciones y una de ellas iba dirigida personalmente a fray Marginet. También en 1424, la reina María recomienda a Eleonora de Urgel, dama también con fama de santidad, retirada en la sierra próxima a Montblanc,
que tome contacto con fray Marginet.
Cuentan relatos milagrosos de dicho fraile, pero no se pueden confirmar tan fácilmente. Se habla de que el demonio se le apareció en forma de asno y fray Pere lo reconoció y lo ató con su cíngulo y le obligó a trabajar. Hasta que un día alguien lo desató y el asno desapareció. También entre la orden fue muy respetado, pues después del Cisma y de la elección de abades hecha a dedo por Benedicto XIII, tras la muerte del abad Martínez de Mengucho en 1433, la comunidad estaba muy dividida y había una cierta turbación. Fray Marginet tomó la iniciativa de proponer como abad al padre Guillermo Queralt, prior de la casa de Nazaret de Barcelona, propuesta que fue aceptada por el capítulo de Poblet, pero el abad electo rehusó la elección, pues creía que su salud no le permitiría llevar el cargo dignamente. Entonces fray
Marginet, que debía creer que la elección de otra persona podía traer problemas al monasterio, le escribió una carta solicitándole que, por el bien de la comunidad de Poblet, que tenía una gran turbación, debería aceptar la elección.
El padre Queralt aceptó la elección y se mantuvo en el cargo hasta la muerte de fray Pere Marginet, en 1435.
Aunque los estatutos de la orden mandan enterrar a los monjes, sin caja, en el cementerio común, el abad y la comunidad creyeron que fray Marginet había de exceptuarse de esta ley y decidieron recogerlo en una de las capillas del ábside de la iglesia, hoy de san José. En esta capilla permaneció hasta 1490, siendo trasladado más tarde a un nicho de la pared del lado de la epístola.
El recuerdo de fray Pere Marginet ha estado siempre en Poblet y en los pueblos de alrededor como el de una figura que después de su apostasía como monje supo corregirse, humillarse y dedicarse a hacer penitencia por ello. El Señor le bendijo y su fama como venerable ha llegado hasta nosotros.
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