La fundación de este monasterio está íntimamente ligada al final de la reconquista de las tierras catalanas a los sarracenos. Ramon Berenguer III (+1131) había dejado la frontera occidental entre Balaguer y Lérida y por la parte occidental en Tarragona. Ramón Berenguer IV (1131-1162), conquistó, en 1148, Tortosa y, en 1149, Lérida, Fraga y Mequinenza, quedando solo, como un islote perdido, el último reino de taifa en Cataluña. Este reino estaba el situado en la sierra de Prades, cuya capital era la plaza fuerte de Ciurana.
Por este tiempo Ramón Berenguer IV decidió fundar un monasterio cisterciense en esta área para que dichos monjes pudieran evangelizar las tierras nuevas. Lo consideraba él «un elemento importante en un plan de conjunto más amplio, relativo a este punto de la Cuenca de Barberà». Este conde tenía un especial aprecio por la nueva orden y él mismo ya había ofrecido al Císter tierras en la Provenza para la fundación del monasterio de Fontfreda en el año 1146.
El abad Sanç de Fontfreda envió algunos monjes para conocer la zona, los límites de la propiedad, etc. y preparar un lugar provisional para la primera comunidad y, así, antes del 30 de noviembre de 1152 llegó al hortus Populeti la comunidad cisterciense fundadora completa, desde Fontfreda, con su abad.
La Orden cisterciense estaba en aquellos momentos en el máximo auge, desde su fundación por san Roberto, en 1098, y con la entrada en la orden de san Bernardo llegó a su punto más álgido; san Bernardo murió en el año 1153, justo al inicio de la inauguración de la abadía de Poblet. Desde los primeros momentos, Ramón Berenguer IV y los principales nobles catalanes donaron privilegios y mostraron su generosidad con la nueva comunidad y cedieron muchas tierras cultivables y de pasturaje a la Abadía.
La influencia de san Bernardo llevó, temporalmente, al Císter a una actitud de prevención contra las manifestaciones del arte, al menos en sus aspectos decorativos y ello produjo indirectamente, la impresionante simplicidad de la arquitectura cisterciense. En 1134 el Capítulo General recordó la prohibición de los ornamentos y accesorios litúrgicos de cierta calidad, las casullas de un solo color, las iniciales pintadas en los manuscritos también debían ser de un solo color. Prohibió las vidrierías de color, las esculturas, los frescos. En 1157, el Capítulo condenó los campanarios de piedra, sólo estaban permitidos los de madera. Incluso san Bernardo empobreció el canto gregoriano empleado en los monasterios.
Los primeros trabajos de la comunidad debían ser la adecuación de aquellas tierras no cultivadas en cultivables y al mismo tiempo construir el monasterio. Durante dicha construcción los monjes vivían en la llamada Granja Mediana o Lardeta, antigua villa romana. La vida cisterciense, vivida en toda su pureza y plenitud creó un fenómeno de admiración y entusiasmo en toda la nueva Cataluña, pues el Cister aparecía como el mejor camino para el servicio divino, de la Iglesia y de la humanidad. En pos de este ideal los hijos de las más relevantes familias catalanas y aragonesas pidieron ser admitidos en la Orden para vestir la blanca cogulla de san Bernardo. Documentos existentes en los Archivos nos hablan de que el número de monjes promedio en este primer siglo fue entre ochenta y cien.
Ramón Berenguer IV, llamado en el monasterio de Poblet, el Santo, murió el año 1162, y, aunque fue el iniciador e impulsor del monasterio de Poblet, por su cargo de conde de Barcelona pidió ser enterrado en el monasterio de Ripoll, donde reposaban restos de los condes de Barcelona desde Guifre el Pilós (Wifredo el Belloso). De todas formas la comunidad de Poblet siempre estuvo muy agradecida a su fundador, de tal manerqa que desde su muerte en 1162 se decía una Misa por su alma hasta que en el siglo xix tuvieron que abandonar el Monasterio.
Su hijo, Alfonso II, el Casto, ya rey de Aragón, pues Ramón Berenguer IV consiguió la unión de Aragón con Cataluña, también con gran espíritu cisterciense, siguió considerando Poblet como un monasterio de gran influencia benéfica en toda aquella zona y quiso llevar también esta influencia en las nuevas zonas conquistadas en Aragón y así, en 1186, cedió a los monjes de Poblet el castillo de Piedra, en Alhama de Aragón, con tierras y pertinencias para fundar un monasterio cisterciense. El monasterio de Piedra fue la primera fundación filial de Poblet.
El monasterio de Poblet ha tenido una gran importancia en la historia del Principado de la Cataluña nueva, pues ha sido a lo largo de varios siglos el centro donde el pueblo se ha ido formando no sólo espiritualmente sino también humanamente, pues toda la formación agrícola, ganadera, artesana, y también cultural, floreció gracias a nuestros monjes. En Poblet reposaron durante siglos los restos mortales de nuestros reyes y condes.
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