Las elecciones del pasado 9 de julio en Israel se presentaban como la oportunidad de derrotar a Benjamín Netanyahu, que ha sido primer ministro en cuatro mandatos (los tres últimos consecutivos), igualando así a David Ben Gurión. Netanyahu llegó a los comicios acorralado por las acusaciones de corrupción, ante las que reaccionó radicalizando su postura en relación a los asentamientos judíos en los territorios ocupados durante la Guerra de los Seis Días, que prometió apoyar e integrar plenamente en el Estado de Israel. Tras una campaña bronca, los resultados han sido favorables nuevamente a los intereses de Netanyahu, que inicia así su quinto mandato como primer ministro.
Un parlamento fragmentado
El Likud de Netanyahu, con el 26,5% de los votos, obtuvo 35 de los ciento veinte escaños de los que se compone la Knesset, el Parlamento israelí: requiere, pues del apoyo de otros partidos en el fragmentado panorama político. Y es aquí donde pueden aflorar tensiones. El bloque ultraortodoxo ha conseguido medio millón de votos, 70.000 más que en 2015, lo que supone un 12% de los sufragios emitidos y 16 escaños. Por otra parte, el sionista de origen ruso Avigdor Lieberman, a pesar de haber perdido un escaño, sigue contando con cinco asientos en la Knesset. Ambos grupos forman parte de la alianza que sostiene a Netanyahu.
El problema del servicio militar de los ultraortodoxos
Lieberman fue ministro de Defensa durante la pasada legislatura pero dimitió en noviembre de 2018 aduciendo su descontento con el rechazo de Netanyahu a la propuesta de ley impulsada por el propio Lieberman para que el servicio militar obligatorio se extendiera a los jóvenes ultraortodoxos.
Fue en 1948, en el momento de la creación del Estado de Israel, cuando David Ben Gurión eximió a los ultraortodoxos del servicio militar. En aquel momento eran una pequeñísima minoría de unos pocos miles y Ben Gurión optó por realizar este gesto hacia unos judíos que los sionistas estaban convencidos de que se iban a integrar de manera natural en el Estado de Israel. El mismo Ben Gurión declaró que estaba seguro de que, tras varios años en la nueva tierra de Israel, aquellos pocos ortodoxos abandonarían sus costumbres y un modo de vida característico del gueto para unirse a los nuevos judíos que estaban floreciendo en Israel. ¿Cómo iba alguien a desear seguir viviendo la vida constreñida del gueto cuando ésta ya no era necesaria en un país judío donde todos habían alcanzado la emancipación colectiva?
La realidad es que la previsión de Ben Gurión se ha demostrado falsa y los ultraortodoxos superan ya el millón y se estima que suponen el 12% de la población de Israel. Su rechazo al servicio militar, que tiene una duración de dos años para las mujeres y de tres años para los varones, ya no es una anécdota que afecta a unos pocos raros, sino que genera enormes problemas y un enorme resentimiento hacia los ultraortodoxos.
El argumento ultraortodoxo para justificar este trato de favor se funda en la importancia de quienes dedican su vida a estudiar la Torá, lo que justificaría la exención del servicio militar y la recepción de ayudas financieras por parte del Estado. Esta costumbre tiene su origen en los guetos, donde era usual que la comunidad judía diera soporte financiero a unos pocos de sus más brillantes estudiantes talmúdicos. Es este uso la que han mantenido los ultraortodoxos en Israel con algunas modificaciones: ya no es la comunidad, sino el Estado quien se hace cargo de los gastos, y lo que fue el privilegio de unos pocos ahora se extiende a toda la comunidad haredí. El problema, que crece cada día que pasa debido al creciente peso demográfico de los ultraortodoxos, puede llegar a ser explosivo en los próximos años: se calcula que en aproximadamente una década el 50% de los alumnos de primer grado en Israel serán o bien árabes, o bien ultraortodoxos.
Está por ver si Netanyahu será capaz de conciliar el apoyo de los ultraortodoxos, indispensable, y el de Lieberman, sin el que le sería extremadamente difícil gobernar. Si lo consigue y las causas judiciales que tiene abiertas no lo impiden, Netanyahu se convertirá en el primer ministro israelí que más tiempo ha estado en este cargo.
Los cristianos, cada vez más aislados
Lo que en cualquier caso no parece mejorar es la situación de los cristianos de Tierra Santa, una pequeña comunidad atrapada en el conflicto entre judíos y musulmanes, marginal para ambas partes y que, si bien no es considerada como el enemigo principal, tampoco es vista con simpatía en un entorno en el que la religión es considerada como un elemento fundamental de la identidad política. Estas elecciones han confirmado un panorama en el que se aleja aún más la posibilidad de un acuerdo de paz entre Israel y la Autoridad Palestina, queda descartado un Estado palestino en el futuro próximo y ha aumentado la influencia de los partidos ultraortodoxos. Aunque los ultraotodoxos no forman parte del movimiento de colonos judíos, se espera que apoyen la anexión de los territorios palestinos en Cisjordania a cambio de mantener los privilegios históricos antes señalados. Un escenario de mayor polarización y tensión que repercutirá negativamente entre los cristianos.