El papa Francisco menciona a menudo la acción del diablo como clave para comprender lo que está sucediendo hoy en el mundo. Así lo hizo, por ejemplo, el pasado 20 de febrero en el encuentro que tuvo con los fieles de la diócesis italiana de Benevento, tierra natal del padre Pío, al hilo del gran amor a la Iglesia que tuvo este santo.
«Amó a la Iglesia, con tantos problemas que tiene la Iglesia, con tantas adversidades, con tantos pecadores. Porque la Iglesia es santa, es esposa de Cristo, pero nosotros, los hijos de la Iglesia, somos todos pecadores –¡y algunos grandes! –, pero él amaba a la Iglesia tal y como era, no la destruyó con la lengua, como está de moda hacerlo ahora. ¡No! El ama. El que ama a la Iglesia sabe perdonar, porque sabe que él mismo es un pecador y necesita el perdón de Dios. Sabe cómo arreglar las cosas, porque el Señor quiere arreglar bien las cosas pero siempre con el perdón: no podemos vivir una vida entera acusando, acusando, acusando a la Iglesia. ¿El oficio de acusador de quién es? ¿Quién es el que la Biblia llama el gran acusador? ¡El diablo! Y aquellos que se pasan la vida acusando, acusando, acusando, son, no diré hijos, porque el diablo no tiene ninguno, sino amigos, primos y familiares del diablo. Y no, esto no va, debemos señalar los defectos que corregir, pero en el momento en que se señalan los defectos, se denuncian los defectos, se ama a la Iglesia. Sin amor, eso es del diablo».
Pocos días después, el 3 de marzo, en su visita pastoral a la parroquia romana de san Crispín de Viterbo, el papa Francisco se refería al carácter malvado y mentiroso del demonio en su encuentro con los niños y jóvenes de dicha parroquia. Al ser preguntado sobre cómo defenderse en la lucha diaria con el mundo, que piensa de manera completamente diferente a Dios, respondió el Papa:
–Cuando hablo del espíritu del mundo, ¿quién es el amo del espíritu pagano, alejado de Dios, qué se llama el espíritu del mundo? ¿Quién es el jefe de allí? ¿Lo sabéis? ¿Quién es el jefe de la maldad?
–¡El diablo!
–¡El diablo! Pero el diablo es una fantasía, no existe, ¿no?
–¡Sí!
–Pero ¿estáis seguros?
–Sí… no…
–¿No es un cuento de viejas?
–No… sí…
–Ah, ¿dudáis de ello? (…) ¡No dejéis mal a las catequistas! ¿Existe el diablo o no existe?
–¡Sí!
–Ya. Existe, sí, es verdad, y es nuestro mayor enemigo. (…) Es el que pone malos deseos en nuestros corazones, malos pensamientos y nos lleva a hacer cosas malas (…) Al diablo, ¿le gusta la paz?
–¡No! ¡La odia!
–¡No! Porque vive haciéndonos la guerra. Dime…
–¡El diablo es malo!
–Es malo, el diablo, es así. El diablo, ¿puede ser nuestro amigo?
–¡No!
–¿Por qué?¿Qué hará si le digo: “Ven, que quiero ser tu amigo”, ¿qué nos hará?
–Daño.
–Daño. Nos llevará por el camino del mal, también a nosotros para hacer el mal. Retomo la primera pregunta: ¿Cómo podemos comportarnos para defendernos de estos bastonazos que nos da el diablo, que es el amo del mundo? ¿Cómo podemos? En primer lugar, con la oración. ¿Vosotros rezáis?
–Sí!
–La oración ¿Quién nos defiende del diablo es?…
–Jesús.
–Eso es. Jesús es el Señor, manda. ¿Y qué hacía Jesús, cuando estaba en la tierra, con el diablo? “Vete”, le decía. Y el otro, que es un cobarde, se iba. Lo ahuyentaba. ¿Tiene Jesús poder sobre el diablo?
–¡Sí!
–Sí, tiene poder. Por lo tanto, rezar a Jesús para que aleje de nosotros al diablo, para que no le deje que se acerque. ¿Sabéis cuál es la mayor cualidad del diablo? Porque tiene cualidades: ¡es muy inteligente, más inteligente que los teólogos! (…) Pero la cualidad, la forma de ser más grande que tiene el diablo, ¿quién me lo dice?
–Ser malo
–Ser malo. La maldad es una. Pero hay otra que usa con nosotros. ¿Cómo consigue meterse en nuestra vida? ¿Qué camino usa?… No oigo… Lo diré yo: El diablo es un mentiroso. Es un mentiroso. Porque te dice: mira lo bonito que es esto… Y hace lo mismo que hace la serpiente con el pajarito: lo mira, lo adormece y luego se lo come. (…) En el Evangelio se le llama el padre de la mentira. Dios es el Padre de la bondad. Este no puede ser el padre de la bondad, porque es malo, como dijiste: ¡es malo, malo! Pero para hacerse pasar por bueno, dice mentiras. ¿Lo habéis entendido?
–Sí.
También el 7 de marzo, en su reunión anual con el clero de Roma en la basílica de san Juan de Letrán al comienzo de la Cuaresma y reflexionando sobre la gracia que supone este tiempo litúrgico y la maldad del pecado, que nos desfigura, el Santo Padre quiso «compartir el dolor y la pena insoportables que causa en nosotros y en todo el cuerpo eclesial la ola de escándalos de los que están llenos los periódicos de todo el mundo. Es evidente que el verdadero significado de lo que está sucediendo hay que buscarlo en el espíritu del mal, en el Enemigo, que actúa con la pretensión de ser el amo del mundo. Sin embargo, ¡no os desaniméis! El Señor está purificando a su Esposa y nos está convirtiendo a todos a sí mismo. Nos está haciendo experimentar la prueba para que entendamos que sin Él somos polvo. Nos está salvando de la hipocresía, de la espiritualidad de las apariencias. Está soplando su Espíritu para devolver la belleza a su Esposa, sorprendida en flagrante adulterio».