En el marco de los contactos entre la Santa Sede y la República Popular China, que están en curso desde el pontificado de san Juan Pablo II para tratar cuestiones eclesiales de interés común y promover ulteriores relaciones de entendimiento, el pasado 22 de septiembre se celebró una reunión en Beijing entre monseñor Antoine Camilleri, subsecretario de la Santa Sede para las Relaciones con los Estados, y el señor Wang Chao, viceministro de Asuntos Exteriores de la R. P. China, en la que ambos representantes firmaron un Acuerdo provisional sobre el nombramiento de los obispos.
Dicho Acuerdo, fruto de un acercamiento gradual y recíproco entre la Santa Sede y China, permitirá una colaboración más amplia a nivel bilateral y supone, más que un final, el inicio de un nuevo camino para la Iglesia en dicho país.
El contenido concreto del Acuerdo no se ha hecho público y, como tal, se ha insistido en su carácter provisional, sujeto a evaluaciones periódicas sobre su implementación. Sin embargo, el papa Francisco ha mostrado su esperanza de que fomente un proceso de diálogo institucional fructífero y con visión de futuro y contribuya positivamente a la vida de la Iglesia en China, para el bien común del pueblo chino y para la paz en el mundo, porque «la Santa Sede no tiene otro objetivo sino el de llevar a cabo los fines espirituales y pastorales que le son propios, es decir, sostener y promover el anuncio del Evangelio, así como el de alcanzar y mantener la plena y visible unidad de la comunidad católica en China».
Con el fin de alcanzar este objetivo era fundamental afrontar la cuestión de los nombramientos episcopales que, debido a la injerencia del Estado, dio lugar al fenómeno de la clandestinidad como último recurso para mantener íntegra la propia fe.
Ahora, con el nuevo Acuerdo, parece que se va a reconocer la exclusiva autoridad del Sumo Pontífice en el nombramiento de los obispos (o en la confirmación de los legítimamente elegidos; cf. CIC 377.1), pudiendo intervenir únicamente el Gobierno chino en la presentación de los eventuales candidatos. Este hecho, de ser respetado, pondría fin a la actual Iglesia Patriótica China, autodenominada «católica» pero hasta ahora independiente de Roma.
Y como gesto de buena voluntad por parte de la Sede Apostólica –nuevo paso también en favor de la unidad eclesial–, después de haber examinado atentamente cada situación personal y escuchado distintos pareceres, reflexionado y rezado mucho, el Papa ha decidido conceder la reconciliación a los últimos siete obispos «oficiales» ordenados sin mandato pontificio que quedaban, readmitiéndolos a la plena comunión eclesial al mismo tiempo que les pide gestos concretos y visibles de su unidad con la Iglesia romana.
El Papa también ha querido mostrar su cercanía especialmente con todos los católicos chinos que han sido fieles a Roma durante los últimos tiempos en medio de grandes pruebas y padecimientos, consciente de las dudas y perplejidades que pueden surgir en ellos. «Como Sucesor de Pedro, ha afirmado el Santo Padre, deseo confirmaros en esta fe –en la fe de Abrahán, en la fe de la Virgen María, en la fe que habéis recibido–, para invitaros a que pongáis cada vez con mayor convicción vuestra confianza en el Señor de la historia. (…) Deseo compartir con vosotros los sentimientos de gratitud al Señor y de sincera admiración –que es la admiración de toda la Iglesia católica– que están en mi corazón por el don de vuestra fidelidad, de la constancia en la prueba, de la arraigada confianza en la Providencia divina, también cuando ciertos acontecimientos se demostraron particularmente adversos y difíciles. Tales experiencias dolorosas pertenecen al tesoro espiritual de la Iglesia en China y de todo el Pueblo de Dios que peregrina en la tierra. Os aseguro que el Señor, precisamente a través del crisol de las pruebas, no deja nunca de colmarnos de sus consolaciones y de prepararnos para una alegría más grande. Con el salmo 126 tenemos la certeza de que “los que sembraban con lágrimas, cosechan entre cantares”».
No cabe duda de que tanto sufrimiento padecido por la Iglesia en China contribuirá al triunfo de Cristo en esa tierra. Porque el nuevo Acuerdo –suscrito por la Santa Sede con la esperanza de asegurar buenos pastores a la comunidad católica china– es sólo un instrumento, un medio que por sí solo no resolverá todos los problemas existentes. Por ello, el Santo Padre ha llamado a los fieles chinos a colaborar activamente en esta magna tarea de restablecer la unidad de la Iglesia en China, extendiendo el amor misericordioso de Dios a toda la sociedad con gestos de reconciliación y comunión.
Para acabar, en el mensaje enviado con motivo del Acuerdo mencionado, el papa Francisco se dirigía a toda la Iglesia universal con estas palabras: «Todos debemos reconocer como uno de los signos de nuestro tiempo lo que está sucediendo hoy en la vida de la Iglesia en China. Tenemos una tarea importante: acompañar con la oración fervorosa y la amistad fraterna a nuestros hermanos y hermanas en China. De hecho, ellos deben experimentar que no están solos en el camino que en este momento se abre ante ellos. Es necesario que sean acogidos y ayudados como parte viva de la Iglesia: “Ved qué dulzura, qué delicia, convivir los hermanos unidos’ (Sal 133,1)».
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