John Beaumont, en un artículo aparecido en Saint Austin Review, se hace eco de una jugosa anécdota: se trata de «una anécdota sobre el comentario que Talleyrand, el obispo secularizado de Autun, político y diplomático, habría dirigido a alguien que defendía una nueva religión llamada «Teofilantropía». Se cuenta que aquel pobre hombre se encontró con que su religión, una construcción puramente intelectual, no conseguía hacer conversos y que se quejó a Talleyrand, quien le dio el mejor consejo que puede concebirse. Stanley Jaki, que también recoge la anécdota, escribe que la respuesta de Talleyrand fue: «Si quiere hacer conversos, haga milagros. Cure a los enfermos, reviva a los muertos, déjese crucificar y resucite al tercer día».
La espiritualidad ignaciana en la Compañía del Salvador
Era el 31 de julio de 1932, fiesta de san Ignacio de Loyola. La joven María Félix asistía a un retiro en la capilla del colegio de la Sagrada Familia en Lérida, predicado por un jesuita, el padre Juan...