Escribe el padre Ben Johnson en el blog del Acton Institute una interesante reflexión sobre cómo Juliano el Apóstata quería evitar que los cristianos ayudasen a los pobres, enfermos y necesitados, una tarea que, por interés político, debía ser monopolio del Estado. En el fondo no estaba tan lejos de lo que algunos piensan que debe de ser el Estado del bienestar. Escribe Johnson:
«Después de siglos de persecución, el emperador Constantino legalizó la religión cristiana en el 313. Sin embargo, al cabo de una generación su sobrino trataría de restaurar el paganismo en el Imperio romano. Juliano, conocido por los historiadores como Juliano el Apóstata, subió al trono en el año 361 después de rechazar su bautismo cristiano y celebrar los ritos paganos.
Juliano intentó usar todos los poderes del Estado para promover un renacer pagano. Organizó un sacerdocio pagano paralelo basado en el modelo diocesano de la Iglesia. Trató de usar mecanismos legales para negar a los cristianos sus derechos adquiridos recientemente. Pero vio un obstáculo, sobre todo, que impedía el regreso a las viejas formas: la caridad cristiana.
Escribió una carta al sumo sacerdote pagano Arsacius lamentándose:
«[Es] vergonzoso que, cuando ningún judío tiene que pedir limosna, y los impíos galileos [cristianos] socorren no sólo a sus propios pobres, sino también a los nuestros, todos ven que nuestro pueblo carece de ayuda de nosotros. Enseñe a los de fe helénica a contribuir a este tipo de servicio público, y a los pueblos helénicos a ofrecer sus primeros frutos a los dioses; y acostumbre a aquellos que aman la religión helénica a estas buenas obras enseñándoles que ésta era nuestra práctica antigua.»
Junto con esta carta, el emperador envió varios miles de fanegas de grano y pintas de vino para ser distribuidas por los sacerdotes, a expensas del erario público. Tenía que ser así, ya que el paganismo no había producido caridad, ni ninguna obligación de ofrecer ayuda a los más necesitados…)
Naturalmente, detrás de las medidas de Juliano había algo más que filantropía. Una de las «cuestiones fundamentales» detrás de la política social de Juliano «es la del clientelismo», escribieron dos expertos, Walter Roberts de la Universidad del Norte de Texas y Michael Di Maio Jr. de la Universidad Salve Regina. «Juliano temía que las prácticas cristianas estaban causando que muchos ciudadanos buscaran otras fuentes que el emperador para su protección y seguridad». Además, el emperador quería que esta «caridad» pagana creara una nueva burocracia gubernamental, consolidando tanto el poder como la lealtad a sí mismo:
«Juliano deseaba que varias elites sociales funcionaran como intercesoras entre él y la sociedad en general. Juliano deseaba que sus funcionarios religiosos realizaran esta misma función, y le enfurecía que los líderes cristianos usurparan este papel».
Para los antiguos paganos –y también para aquellos dedicados a expandir el tamaño y alcance del gobierno– servir a los pobres es una batalla por la supremacía, la obediencia y el poder. En el primer caso, los cristianos ofrecen voluntariamente limosnas como frutos tangibles del amor desbordante, para el beneficio del receptor y para la gloria del Dios Todopoderoso. En el otro, el Estado redistribuye la riqueza de los grupos más favorecidos a los menos favorecidos para asegurarse apoyo político en beneficio de quienes dirigen el sistema. Nadie debería olvidar la diferencia ni el motivo oculto tras ella.»
Nuevo Testamento: vocación de san Mateo (Lucas 15, 1-7)
Jesús vio a un hombre, llamado Mateo, sentado ante la mesa de cobro de los impuestos, y le dijo: «Sígueme.» Lo vio más con la mirada interna de su amor que con los ojos corporales. Jesús vio al publicano...