En el año 2017 concurren una serie de centenarios de primerísima categoría, a saber, el primero de la revolución comunista en Rusia (octubre, 1917) y de las apariciones de la Virgen María en Fátima (mayo-octubre, 1917), el tercero de la fundación de la masonería (junio, 1717) y el quinto de la «protesta» de Lutero (1517), origen del «protestantismo». Son cuatro acontecimientos relacionados de algún modo entre sí mediante su conexión con la masonería.
El primer centenario del triunfo de la revolución bolchevique
El triunfo de la Revolución de Octubre (año 1917) permitió a los bolcheviques hacerse con el poder en Rusia en noviembre de ese mismo año. A este triunfo contribuyó eficazmente, entre otros factores, el apoyo de los masones de los gobiernos occidentales a Kérensky, diputado socialista, presidente del gobierno provisional antes de Lenin, Gran Maestro del Gran Oriente Ruso y secretario del Supremo Consejo Masónico de Rusia. En la revolución de febrero de 1917 todos los ministros de su gobierno eran masones menos uno. El masón Pavel Milykov, ministro de Asuntos Exteriores en su gobierno provisional, en sus Memorias admite que el golpe de Estado de 1917 fue un complot masónico.
Influyó también la condición masónica de Trotski y la del pintor Frederic (Fred) Zeller, Gran Maestro del Gran Oriente de Francia (1971-1973), secretario de Trotski exiliado en Noruega (año 1935), así como la de Stepanov-Skvotsov, fiel compañero, y la de Lenin mismo, comunista y fundador de la Ur-Lodge o «superlogia» supranacional Joseph Maistre. Influyó asimismo la financiación de los empréstitos a Rusia desde finales del siglo xix por la banca occidental en manos de judíos y masones con Rothschild y Kuhn Loeb, Morgan, y Rockefeller a la cabeza.
Pocos años más tarde, el punto 22 (IIIª Internacional, año 1919), o sea, el de las condiciones requeridas para que un partido socialista fuera comunista, exige elegir entre ser «hermano» (masón) o «camarada» (comunista), dada la incompatibilidad entre la hoz y el martillo y la escuadra y el compás. Hasta que Lenin lo reveló en la IVa Internacional (Moscú, diciembre 1922), el punto 22 se mantuvo secreto para no enemistarse con los banqueros occidentales que, en gran medida, financiaron la Revolución rusa. Además, Moscú advertía que el hecho de que un comunista oculte su pertenencia a la masonería sería considerado como la infiltración de un agente enemigo en el partido y significaría su ignominia ante el proletariado, lenguaje retórico que, en la URSS, se traducía por torturas y muerte. Ludovico-Óscar Frossard, masón y primer secretario del Partido Comunista Francés, abandonó el Partido y dimitió de su puesto de secretario general del mismo (enero, 1923). En 1937 pasó a «durmiente» de su logia parisina probablemente por influjo de su hijo Andrés, convertido a la fe católica en 1925 a la edad de 20 años y autor, entre otros del bestseller Dios existe. Yo me lo encontré (Rialp, Madrid 1970). Pero, «el comunismo es sólo una etapa, no un fin», proclama el Gran Oriente de Francia en su revista oficial «Bulletin du Grand Orient de France» (nº 43, enero-febrero, 1964). Una vez desaparecido el marxismo comunista ruso será el tiempo del Nuevo Orden Mundial masónico y democrático.
El quinto centenario de la «protesta» de Lutero, origen del protestantismo
El protestantismo hizo de bisagra en el plano teológico o religioso entre el teocentrismo/cristocentrismo medieval y el antropocentrismo/ egocentrismo de la modernidad. Durante la Edad Media el hombre y su entorno sociocultural gravitaban alrededor de Dios y de Jesucristo; a partir del protestantismo giran en torno del hombre y del yo, de la subjetividad. Con razón Mons. Ernest Jouin, fundador y director de la revista «Revue Internationale des Sociétés secrètes» (1912-1939), cataloga la masonería como «fille (hija) de la Reforme» y el exmasón Jean Marquès-Rivière la define: «un protestantisme laïque (laicista)». Valórese, además, el hecho de que, en la aurora de la masonería moderna, las cuatro logias de Londres, unificadas en 1717, estaban dirigidas por pastores protestantes y que dos de ellos, Anderson y Désaguliers, elaboraron y redactaron las Constituciones masónicas, promulgadas ya en 1723 (seis años después de la fundación de la masonería moderna o actual) y aceptadas prácticamente por todas las Obediencias o ramas de la masonería, que han existido y existen en nuestros días.
«La masonería nunca fue revolucionaria y subversiva en los países protestantes. Al contrario, apoya al protestantismo en Prusia, en Inglaterra y en los Países Bajos, para luchar y destruir las naciones católicas como Francia. La masonería se ha servido del protestantismo, pero jamás ha sido antiprotestante. La masonería es doctrinalmente cercana al protestantismo, mientras que ha estado siempre en oposición total al dogma católico, así como al bastión de la moral y de buenos principios que es la Iglesia católica de Jesucristo» (J. Livernette, p. 68-69).
El 31 de octubre de 1517 el monje agustino Martín Lutero (1483-1546) clavaba sus 91 tesis en la puerta de la iglesia del Palacio de Wittenberg, gesto que simbolizaba la «protesta» y rebelión de Lutero frente a Roma, origen del «protestantismo». Por tanto en 2017 se «conmemora» su quinto centenario, no se «festeja», pues –al menos por parte de los católicos– no puede celebrarse festivamente una ruptura tan dolorosa y la quiebra de la Cristiandad.
La masonería contra las apariciones de la Virgen en Fátima y contra sus videntes
Las revoluciones portuguesas desde 1910 a 1921 fueron organizadas bajo la dirección de la masonería y de los carbonarios (H. Webster). Entre los dirigentes de la nueva y sectaria República destacó Magalhaès de Lima, Gran Maestro del Gran Oriente de Portugal. Fue invitado al congreso internacional de las Obediencias masónicas de los países aliados y neutrales, conmemorativo del segundo centenario de la fundación de la masonería, celebrado en París (28-30 de junio de 1917) El 13 de mayo del mismo 1917, exactamente la fecha de la primera aparición de la Virgen en Fátima, Magalhaès Lima declaraba: «La victoria de los aliados debe ser el triunfo de los principios masónicos» («Neue Zürcher Nachrichten» 28 de julio de 1917, nº 206). El mariscal Ferdinand Foch, jefe de los ejércitos aliados, en 1918 tras leer el tratado de paz se limitó a decir: «Esto no es la paz, sino un armisticio de 20 años». Exactamente 20 años más tarde, una aurora boreal, la anunciada por la Virgen en Fátima, preludiaba el comienzo de la segunda guerra mundial.
Es de todos conocido el empeño de las autoridades portuguesas, iniciadas en la masonería, por ahogar las apariciones de la Virgen María en Fátima, llegando incluso a la tortura psíquica de los videntes en su intento de que revelaran «el secreto», sin conseguirlo. Si no intervino personalmente, Magalhaès sería informado por Artur Oliveira Santos, administrador y presidente del ayuntamiento de Ourém, sustituto del Juez Comarcal, miembro de la logia de
Leiria desde los 26 años de edad, fundador de un «Triángulo» masónico en la sede del ayuntamiento y del periódico O Ouremse. Oliveira Santos fue el responsable de las amenazas horrorosas, de los interrogatorios, del encarcelamiento de los tres niños videntes con presos comunes tras el rapto con engaño. Por ello, los videntes no pudieron estar el 13 de agosto en el lugar de las apariciones, donde se habían concentrado más de 18.000 personas. En sus informes de los años 1925 y 1955 Oliveira Santos miente reiteradamente, pues dice que, durante la estancia de los videntes en Vila Nova de Ourém, no los «ha amenazado o intimidado, ni encarcelado, ni incomunicado» y que «no sufrieron la más pequeña presión o violencia». Más aún, el día uno de diciembre de ese año 1917, promovido por los masones, celebraron el «Congreso de propaganda y protesta contra las agitaciones clericales» precisamente en Fátima, aldea entonces insignificante y desconocida. Todavía después del milagro del sol (13 de octubre) los masones portugueses consideran las apariciones de la Virgen como meros trapicheos y manipulaciones de los clérigos. El congreso fue un fracaso manifiesto.
Las profecías de la Virgen en Fátima, ya realizadas, contradicen a los pregoneros de la muerte de Dios y de la Providencia divina.
A primera vista, está de acuerdo Franklin Delano Roosevelt: «En política nada sucede por azar. Siempre que ocurre un acontecimiento, se puede estar seguro de que ha sido previsto para que suceda de ese modo». Franklin D. Roosevelt era presidente de Estados Unidos durante la segunda guerra mundial, masón grado 33º y conocedor de las maniobras de las sociedades secretas económicas e ideológicas. Evidentemente no se refiere a la Providencia divina. El Gran Arquitecto del Universo de la masonería, si es algo más que un nombre, es un concepto deísta, o sea, lo divino que «pone en marcha el reloj del universo» (Voltaire), un reloj que no necesita que le den cuerda, pues no interviene ni en la vida de los individuos ni en la historia de los pueblos.