El pasado 4 de marzo, primer domingo de Cuaresma, entró en vigor la tercera edición del Misal Romano en castellano, cuyo uso es ya obligatorio en todas las misas que se celebren en lengua española en las diócesis de España, según decreto del presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), cardenal Ricardo Blázquez Pérez.
En 2002 se publicó la tercera edición típica (latina) del Misal Romano, reimpresa en 2008 con algunas modificaciones, con la finalidad de incorporar los formularios de las misas posteriores a 1975, fecha de la segunda edición, y las reformas introducidas en los libros litúrgicos por el Código de Derecho Canónico de 1983, además de otras mejoras. Esta nueva edición del Misal pasó a ser, por tanto, la referencia obligada para las traducciones en las lenguas vernáculas bajo la responsabilidad de las Conferencias Episcopales, según lo establecido por la Instrucción Liturgiam authenticam, de 28 de marzo de 2001, en orden a obtener la oportuna recognitio de la Santa Sede.
Así pues, la nueva edición en castellano que acaba de entrar en vigor es fruto de una amplia revisión de la traducción existente para preservar la fidelidad al texto latino original del año 2008, sin interpretaciones ni paráfrasis aunque teniendo en cuenta el genio propio de nuestra lengua. En este sentido quiere ser también «una gran oportunidad para redescubrir el valor de sus textos, que contienen riquezas que custodian y expresan la fe, así como el camino del Pueblo de Dios a lo largo de dos milenios de historia». «El rito de la Misa, recordaba monseñor Osoro en la presentación de esta nueva edición, nos es propuesto cuidadosamente en el Misal para expresar y vivir el misterio eucarístico en su incomparable belleza y dignidad teniendo en cuenta su importancia para la vida cristiana. (…) La Iglesia vive de la Eucaristía. Es plena verdad. Por eso cuida con mucho esmero todos los elementos de su celebración. Esto nos debe llevar a conocer el Misal para usarlo, y no usarlo para conocerlo, pues no se trata solamente de un libro donde encontramos los textos que se utilizan en la celebración de la Eucaristía. Debemos empaparnos del espíritu que impregna la tercera edición típica y saber aprovechar al máximo la gran riqueza que contiene».
Una de las principales modificaciones introducidas en esta nueva edición del Misal en castellano es la inclusión del nombre de san José en las plegarias eucarísticas, aunque quizás lo que más ha llamado la atención de los fieles ha sido la nueva traducción de las palabras «pro multis»: «por muchos», que sustituirá a partir de ahora a la expresión «por todos los hombres» en la fórmula de la consagración.
El mismo papa Benedicto XVI, en carta de 14 de abril de 2012 dirigida a monseñor Zollistsch, presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, aclaraba el sentido de esta expresión. Por un lado, el Papa recordaba que «el paso del “pro multis” al “por todos”, realizado en los años sesenta, no era en modo alguno una simple traducción, sino una interpretación, que seguramente tenía y sigue teniendo fundamento, pero es ciertamente una interpretación y algo más que una traducción. (…) En la traducción del Misal tras el Concilio, la palabra “muchos” fue sustituida por “todos” para expresar de modo inequívoco, en el sentido querido por Jesús, la universalidad de la salvación que de Él proviene. Pero surge inmediatamente la pregunta: si Jesús ha muerto por todos (cfr. Rm 8, 32, 2Co 5, 14 y 1Tm 2, 6), ¿por qué en las palabras de la última cena Él dijo “por muchos”? Y, ¿por qué nosotros ahora nos atenemos a estas palabras de la institución de Jesús? En este punto es necesario añadir ante todo que, según Mateo y Marcos, Jesús dijo “por muchos”, mientras que, según Lucas y Pablo, dijo “por vosotros”. Aparentemente, así se restringe aún más el círculo. Y, sin embargo, es precisamente partiendo de esto como se puede llegar a la solución. Los discípulos saben que la misión de Jesús va más allá de ellos y de su grupo; que Él ha venido para reunir a los hijos de Dios dispersos por el mundo. Pero el “por vosotros” hace que la misión de Jesús aparezca de forma absolutamente concreta para los presentes. Ellos no son miembros cualquiera de una enorme totalidad, sino que cada uno sabe que el Señor ha muerto “por mi”, “por nosotros”. El “por vosotros” se extiende al pasado y al futuro, se refiere a mí de manera totalmente personal; nosotros, que estamos aquí reunidos, somos conocidos y amados por Jesús en cuanto tales. Por consiguiente, este “por vosotros” no es una restricción, sino una concretización, que vale para cada comunidad que celebra la Eucaristía y que la une concretamente al amor de Jesús. (…) Pero, una vez más, ¿por qué en la plegaria eucarística está escrito “por muchos”? La Iglesia ha tomado esta fórmula de los relatos de la institución en el Nuevo Testamento. Lo dice así por respeto a la palabra de Jesús, por permanecer fiel a Él incluso en las palabras. Pero ahora nos preguntamos: ¿Por qué Jesús mismo lo ha dicho precisamente así? La razón verdadera y propia consiste en que, con esto, Jesús se ha hecho reconocer como el Siervo de Dios de Isaías 53, ha mostrado ser aquella figura que la palabra del profeta estaba esperando. Respeto reverencial de la Iglesia por la palabra de Jesús, fidelidad de Jesús a la palabra de la “Escritura”: esta doble fidelidad es la razón concreta de la fórmula “por muchos”. En esta cadena de reverente fidelidad, nos insertamos nosotros con la traducción literal de las palabras de la Escritura. (…) “Todos” se mueve en el plano ontológico: el ser y obrar de Jesús abarca a toda la humanidad, al pasado, al presente y al futuro. Pero históricamente, en la comunidad concreta de aquellos que celebran la Eucaristía, Él llega de hecho sólo a “muchos”. Entonces es posible reconocer un triple significado de la correlación entre “muchos” y “todos”. En primer lugar, para nosotros, que podemos sentarnos a su mesa, debería significar sorpresa, alegría y gratitud, porque Él me ha llamado, porque puedo estar con Él y puedo conocerlo. (…) En segundo lugar, significa también responsabilidad. (…) Es una responsabilidad el hecho de ser llamado por Él directamente a su mesa. (…) Los muchos tienen responsabilidad por todos. (…) Finalmente, se puede añadir un tercer aspecto. En la sociedad actual tenemos la sensación de no ser en absoluto “muchos”, sino muy pocos, una pequeña multitud, que se reduce continuamente. Pero no, somos “muchos”. (…) Nosotros somos muchos y representamos a todos».
Enseñanza religiosa católica en España
Como es habitual por estas fechas, la comisión episcopal de enseñanza y catequesis ha hecho pública recientemente las estadísticas sobre la enseñanza religiosa católica de este curso 2016-17, elaboradas por la oficina de estadística y sociología de la CEE a partir de los datos proporcionados por sesenta y ocho diócesis. Según los datos recibidos, de un total de 5.689.369 alumnos escolarizados, 3.559.076 alumnos reciben enseñanza religiosa católica, lo que supone el 63 %.
Los porcentajes, muy semejantes a los del curso pasado, aunque con un ligero ascenso en la ESO, no hacen más que confirmar la progresiva ausencia de la religión en el campo educativo, tendencia motivada principalmente por la secularización que vive nuestro país, que introduce una censura de la dimensión religiosa de la persona humana. Como afirmaban los obispos en su Plan Pastoral para este quinquenio (2016-2020), «buen número de personas, familias, grupos, y por supuesto las instituciones públicas y políticas, prescinden habitualmente de cualquier referencia religiosa por considerarla inútil e infundada. (…) En la vida pública, el silencio sobre Dios se ha impuesto como norma indiscutible. Este silencio va produciendo una falta generalizada de aprecio y de valoración no sólo del cristianismo, sino de cualquier referencia religiosa. Cada vez más la mentalidad de nuestros conciudadanos, también de no pocos cristianos, y especialmente de las generaciones nuevas, se va haciendo pragmática, sin referencias habituales a Dios y a la vida eterna.»
Al presentar los datos de este curso, los obispos de dicha comisión han recordado que la oferta de la enseñanza religiosa en el currículum escolar es decisiva para una educación integral de la persona, para el diálogo entre fe y cultura, además de ayudar a entender las raíces de ésta, a favorecer la acogida y comprensión del otro, a comprender y estimar las otras religiones, a respetar y amar la naturaleza como obra de Dios. Por eso, «invitamos a los padres a favorecer la educación religiosa de sus hijos, sin dejarse frenar por las dificultades que pueden encontrar en algunos centros educativos a la hora de apuntar a sus hijos a la asignatura de religión católica. La tarea educativa de los padres se realiza, en primer lugar, con su palabra y testimonio ante sus hijos y con la colaboración estrecha de los profesores, en este caso de los que imparten la formación religiosa. Conviene recordar que la enseñanza religiosa escolar forma parte del derecho de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones religiosas. A ellos corresponde la educación de sus hijos y no al Estado. (…) Al Estado no le corresponde imponer su visión del mundo y del hombre ni una ética determinada sino servir al pueblo, formado por diversas sensibilidades, credos y formas de entender la vida».