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CRISTIANDAD

La obra del P. Montfort (I): su vocación apostólica

Por Gerardo Manresa Presas
diciembre 2016
en Pequeñas lecciones de historia, Secciones
3 min de lectura

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San Luis Mª Grignion de Montfort, en adelante el padre Montfort, fue ordenado sacerdote el 5 de junio de 1700 y, aunque por su ciencia era buscado por sus superiores para la formación de los seminaristas, desde el primer momento se sintió llamado al apostolado de las gentes sencillas, y ya en sus primeros años se preparó para hacer sermones incluso improvisando una predicación sobre cualquier tema. Teniendo espíritu de poeta, él componía también cánticos para que sus futuros auditores pudieran aprender la doctrina cristiana más fácilmente.
Ya en setiembre de 1700 fue enviado por sus superiores del seminario de Saint Sulpice a Nantes, a una comunidad de misioneros. Él pensaba encontrar un ambiente a la altura de sus aspiraciones, pero por desgracia no fue así y en diciembre ya escribía a su superior haciéndole partícipe de su decepción y de sus deseos: «Yo siento grandes deseos de hacer amar a Nuestro Señor y a su Santa Madre, de ir, de una manera pobre y simple, a dar catecismo a los pobres del campo, y fomentar entre los pecadores la devoción a la Stma. Virgen María. Ir de parroquia en parroquia enseñando el catecismo a los campesinos, confiando únicamente en la divina Providencia. Yo no me siento digno de este empleo honorable, pero no lo puedo evitar, vista las necesidades de la Iglesia, y pedir continuamente y con gemidos una pequeña y pobre compañía de sacerdotes que lo realicen bajo la protección de la Santísima Virgen».
Este es el plan que desde su ordenación tenía Montfort, la creación de la Compañía de María, pero él desconfiaba de sí mismo y sólo quería hacerlo asegurándose de que era la voluntad del Señor.
Desde Nantes fue a Poitiers, donde en el hospital se dedicó a cuidar, enseñar y mimar a los pobres enfermos, sin pedir nada a cambio, pero la dirección del hospital lo expulsó por envidias y recelos.
El primer paso era buscar colaboradores y, cómo no, el primer lugar era el mismo seminario donde había estudiado y del que fue un alumno excelente, pero el superior hizo más caso de las «falsas» malas referencias que recibía de Poitiers que de las explicaciones de uno de sus alumnos más relevantes. Y se dirigió a un amigo suyo también sacerdote que había fundado el seminario del Espíritu Santo y con el cual llegó a un acuerdo.
Reclamado por los enfermos, volvió al hospital de Poitiers, pero por poco tiempo, pues se renovaron los problemas y dejó en él a la que sería la primera hija de la Sabiduría, María Luisa Trichet. También en Poitiers encontró al primer miembro de la futura Compañía de María, el hermano Maturino.
Montfort comenzó predicando misiones en los barrios de Poitiers, pero a los burgueses de la ciudad no les cayó bien y acudieron al vicario general jansenista para procurar su expulsión. El obispo, para mantener la paz en la diócesis, decidió su retirada, a pesar de que veía con agrado su obra.
En su visita a Roma, en agosto de 1706, fue recibido por el papa Clemente XI, que le confirmó su apostolado misional en Francia. Montfort tuvo muy clara su labor apostólica.
Los primeros lugares de misión fueron en Bretaña, en la diócesis de Saint Brieuc, haciendo incluso una misión en su pueblo natal Montfort le Cane, pero una incomprensión con el equipo misionero de aquella diócesis le obligó a abandonarla. Ello provocó el origen de la primera comunidad montfortiana. El padre Montfort tenía ya dos compañeros, el hermano Maturino y un tal Juan, que siguió fielmente al padre Montfort hasta la última misión de Saint Laurent sur Sèvre. A partir de entonces el padre Montfort dirigió él mismo las misiones que él predicaba, pero no estuvo jamás solo. Empezó trabajando en la diócesis de Nantes durante tres años, 1708-1711, pasando luego a las diócesis de Luçon, Saintes, y sobre todo La Rochelle.
Nunca perdió de vista el padre Montfort, a pesar de su gran actividad, los proyectos de fundación. Las Reglas de los sacerdotes misioneros de la Compañía de María son parte central de lo que vendrá luego y dan las normas prácticas así como las orientaciones espirituales: abandono en la Providencia, atención preferencial por los pobres y primacía de la evangelización y de la catequesis.
El segundo punto que ocupó tiempo al padre Montfort fue la captación de misioneros para su comunidad y varias veces fue a París al seminario del Espíritu Santo a pedir colaboradores. En los años sucesivos varios sacerdotes salidos de este seminario se unieron a sus misiones. A lo largo de todos los años de su vida, Montfort siempre tuvo colaboradores en sus misiones, pero la mayoría de ellos lo fueron sólo durante algún tiempo, porque al padre Montfort, como decía su amigo y biógrafo Blain, «bastaba mirar la vida que llevaba y lo pobremente que vestía, y no era fácil seguirle sin vocación de apóstol».

Etiquetas: Las misiones en Europa
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