Ceuta, asentamiento de fenicios, griegos, romanos, cartagineses, godos, musulmanes y cristianos, tiene desde el siglo xv una historia preponderantemente portuguesa y desde el xvii mayoritariamente española. Justamente en la ciudad ondea el pendón de Portugal y España. Aunque en continente africano, su población (setenta mil habitantes), su actividad y su desarrollo están en función de su vinculación católica ibero peninsular. Desde tiempos de Enrique el Navegante fue sede episcopal (1420).
Sin embargo, será precisamente una imagen de la Virgen Santísima la que recuerde a unos y a otros que aquel territorio es África y que Ella es también la Madre y la Reina de África y por eso su nombre no será otro que el de Santa María de África. Así quedó establecido por voluntad y decisión del infante Don Enrique el Navegante (1894-1460) cuando en 1421 envió a Ceuta una imagen de la Virgen con este mensaje: «Os envío una imagen de la Virgen, muy devota mía». Añadía que a esa imagen se le había rendido culto anteriormente y pidió a cambio de esta singular donación que «cada semana, el día del sábado se diga una misa y antes de comenzarla se pida a los asistentes en alta voz y por amor a Dios un padrenuestro y avemaría por mi alma» y que en en adelante la venerasen y nombrasen con la advocación de Santa María de África. Completaba el gesto el Infante con un rasgo de su personal piedad entregando a Nuestra Señora de África su bastón de mando o «Áleo». Ceremonia ésta tan simbólica que luego repitieron los comandantes generales de la plaza de Ceuta. La imagen fue encomendada a la Orden de los Caballeros de Nuestro Señor Jesucristo, de la cual el infante era el gran maestre.
La conquista portuguesa de Marruecos fue difícil porque unos pocos hombres tuvieron que enfrentarse a una inmensa morisma. Dos hermanos del rey acaudillaban a los valientes soldados de Portugal. Y uno de ellos, Fernando, el hermano menor, cae prisionero. Le ofrecen al hermano, que era Don Enrique el Navegante, la libertad del infante prisionero y de los caballeros que habían con él caído en poder de la morisma, a cambio de la ciudad de Ceuta recién conquistada.
Don Enrique, con lágrimas en los ojos contestó: «Ceuta no es mía, Ceuta es de Dios». Y su hermano murió en prisión. Y podemos decir que Ceuta aún hoy es de Dios. Y allí está, en el corazón de todos los ceutíes, Nuestra Señora de África mostrándonos a su Hijo en brazos. Confiamos en el poder de María ante Jesús para que se cumplan la predicciones del padre De Foucauld, y esperamos que se acorte el tiempo de la tribulación en que vive sumido el litoral mediterráneo africano y que la conversión de los musulmanes por obra de Nuestra Señora de África sea una realidad.
Un rostro que expresa dolor
La escultura es una talla gótica de la segunda mitad del siglo xiv. Su origen parece ser, centroeuropeo, más concretamente germánico–francés, lugares donde podría haber sido realizada en el periodo de transición del románico al gótico. Se presenta entronizada, sedente, y con el cuerpo muerto de Cristo en sus brazos, sosteniendo con su mano derecha la cabeza de su Hijo mientras dirige la izquierda hacia el corazón. La imagen está tallada en un solo bloque de madera, excepto la cabeza de Cristo y la mano izquierda de la Virgen, ahuecándose en la zona posterior, según costumbre de las imágenes destinadas a ubicarse en altares o retablos. Pese a no ser una imagen de vestir, generalmente lleva un grueso manto de ricas telas, que le cubre la parte trasera de la talla, quedando a la vista toda la parte frontal de su cuerpo. La Virgen Madre presenta un rostro maduro con expresión de dolor acentuado a través de la triste mirada de los ojos. Desde esta imagen dolorosa nuestra Madre también contempla el sufrimiento de tantos hijos del continente africano sobre el que extiende su patrocinio y amparo.
El Voto
Ceuta, punto neurálgico de tantos avatares y peligros de conflictos bélicos además de situaciones de precariedad, ha necesitado en muchas ocasiones el socorro y auxilio de lo alto. Los ceutíes no han tenido otro amparo en sus cuitas que acudir al poderoso patrocinio de la Reina de África y Ella ha sido más que Reina, una Madre y una verdadera protectora de sus hijos.
El primero de los milagros que registra la historia local, se refiere a la epidemia de peste levantina que diezmaba ciudades allá por el año 1651. Gran parte de las poblaciones españolas, especialmente en Andalucía, sufrían los rigores de de esta devastadora epidemia que amenazaba con invadir Ceuta. En estos momentos de temor e incertidumbre, los ceutíes acudieron esperanzados a su Madre, organizándose una procesión rogativa presidida por la Sagrada imagen, que sería puesta en las murallas frente a Gibraltar pidiendo el singular favor. La petición no tardó en ser escuchada, España vio aliviado su mal y Ceuta suspiró feliz al saberse libre de la peste negra. El pueblo mostró su gratitud a la Santísima Virgen de África aclamándola Singularísima Protectora y Patrona haciendo «Voto» de celebrar su fiesta el 9 de febrero de cada año.
Voto que ratificó Ceuta en 1743 nombrándola Gobernadora con todas las formalidades de la época. Más tarde el papa Pío XII confirmó ese patronazgo en 1949, declarando oficialmente a Santa María de África, Patrona de Ceuta. Unos años antes, el 10 de noviembre de 1946, fue coronada canónicamente, con corona de oro rematada con una cruz de brillantes y los escudos de España y de Ceuta. Fue un acto de gran fervor y de alegría desbordante. Pero no contenta con eso, Ceuta la nombró el 5 agosto de 1954 Alcaldesa Perpetua de la Ciudad. Asimismo, Santa María de África, es Capitana General de Tierra, Mar y Aire, y en tal calidad se le rindieron en su tiempo los honores de ordenanza.