
El amor siempre da vida. Por esta razón, el amor conyugal no se agota dentro de la pareja (…). Los cónyuges, mientras se dan entre ellos, donan más allá de sí mismos la realidad del hijo, vivo reflejo de su amor» (Amoris laetitia, 165).
A lo largo del Catecismo de la Iglesia católica se va presentando «de manera fiel y orgánica la enseñanza de la Sagrada Escritura, de la Tradición viva de la Iglesia y del Magisterio auténtico, así como la herencia espiritual de los Padres, de los santos y santas de la Iglesia, para que se conozcan mejor los misterios cristianos y se reavive la fe del Pueblo de Dios».
En el plano de la creación, Dios se descubre como Dios Padre de los hombres a partir de la experiencia humana de la paternidad y de la filiación. Ser hijo es la condición original del hombre, es la primera experiencia que tiene de sí mismo. Lo que significa reconocerse deudor, necesitado, amado por sus padres. Dios es el origen de toda paternidad, pero el hombre descubre la paternidad original y plena de Dios a través de la paternidad participada de sus padres,