
Pura com ploma d’angel és la neu qui resplandeix al sol may trepitjada; pero més pura sou als ulls de Déu, ¡oh Immaculada! Net és el cel, si pel claríssim blau ni una boyrina volandera sura; pero més neta excelsitut…
Reproducimos algún fragmento del artículo del insigne mariólogo, padre Francisco de Paula Solá, S.I., que tantas veces colaboró en nuestra revista, con el que se presentaba su número de 1 de diciembre de 1944 recordando la esperanza sobrenatural que los últimos Papas habían puesto en la mediación de la Inmaculada Virgen y en la misericordia de su Corazón maternal como único remedio ante de las crecientes dificultades de nuestros tiempos.
En el pontificado de Benedicto XV, el papa que con motivo de la guerra que asolaba entonces a Europa proclamó a María Reina de la Paz, la Santísima Virgen se aparecía en Fátima presentándose como la Señora del Rosario y pidiendo al mundo que se consagrase a su Inmaculado Corazón.¡Cuán admirable resulta pensar que de este modo, por voluntad de la misma Reina celestial, el acto de consagración del mundo al Inmaculado Corazón de María, paralelo al acto más grandioso del papa de las encíclicas marianas, empezase por la dulce invocación que el propio León XIII añadió a las letanías lauretanas: Reina del Santísimo Rosario! Conviene, ciertamente, considerar la maternal intervención de María en nuestros tiempos: he aquí lo que escribía el padre Enrique Ramière en «Las esperanzas de la Iglesia»
En el primer viaje apostólico a España del papa Juan Pablo II (31 de octubre–9 de noviembre de 1982), en el discurso de despedida en el aeropuerto de Labacolla de Santiago de Compostela, dijo: «¡Hasta siempre, España! ¡Hasta siempre, tierra de María!». El 4 de mayo de 2003, en Madrid, al concluir la canonización de cinco santos españoles, el Papa se despedía diciendo: «Y con gran afecto os digo, como en la primera vez, ¡Hasta siempre España! ¡Hasta siempre, tierra de María!».
Breves reflexiones sobre la Inmaculada Concepción de María y la misericordia
Hace ya varios años fui invitado, en Roma, a un encuentro muy reducido de profesores de teología con el gran teólogo Leo Scheffczyk. El tema que trató con gran maestría no fue otro que el del pecado original, tema teológico denso y complicado.
Misericordia es el nombre de Dios
En su último viaje a Polonia en agosto de 2002, san Juan Pablo II subrayó que la misericordia no era sólo un atributo de Dios, sino su nombre mismo. En cuanto Dios es misericordia, no se fija tanto en las cualidades de la persona, como en su pequeñez, sus miserias, por las que es irresistiblemente atraído
Las raíces franciscanas de la devoción inmaculista
Durante la Baja Edad Media los religiosos de la Orden Franciscana, en plena controversia inmaculista mantenida por destacados teólogos escolásticos, acabarían convirtiéndose en los vindicadores más entusiastas del dogma de la concepción inmaculada de María.