
Tras el amplio ciclo revolucionario de la primera mitad del siglo xix, que se había iniciado en toda Europa, con las denominadas
«Revolución de 1820» y «Revolución de 1830», las revoluciones de 1848 se caracterizaron por la importancia de las manifestaciones de carácter nacionalista y por el inicio de las primeras muestras organizadas del movimiento obrero.