Categoría: Secciones varias

Las Consagraciones públicas al Corazón de Jesús

Con gozo estamos asistiendo a la preparación de la renovación de la consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús, en el Centenario de aquella que se hizo en mayo de 1919.
Con inmensa alegría cristiana vemos cómo se preparan autobuses para acudir a la celebración en el Cerro de los Ángeles, cómo se renuevan campañas de consagración de las familias aprovechando la efeméride, y cómo se está volviendo a recordar las enseñanzas de la Iglesia acerca de esta saludable devoción que es la «síntesis misma del Evangelio».

«Familias consagradas, familias reparadoras»

En las promesas que el Sagrado Corazón de Jesús hizo a santa Margarita María de Alacoque hay unas dedicadas a las familias tal y como la santa lo escribió primero a la M. Saumaise y más tarde al padre Croiset. Éstas suelen resumirse como la promesa de la paz y la bendición de los hogares en que su imagen sea expuesta y venerada.

Enrique Ramière: la consagración al Corazón de Jesús

En su escrito «Algunas notas sobre el Apostolado de la Oración», el venerable padre Ramón Orlandis, de la Compañía de Jesús, asienta dos tesis categoriales:
Puesto que la devoción al Corazón de Jesús tiene su punto culminante en el acto y en la vida de consagración, la oración del Apostolado de la Oración tiende a que se haga, se mantenga y se perfeccione la consagración.

«Al Reino de Cristo por la devoción a su Sagrado Corazón»

La revelación del Corazón de Jesús es designio misterioso de la infinita generosidad del amor y de la misericordia de Dios. No podríamos los hombres buscarle razones ni tenemos por qué justificarlo. Pero, puesto que Cristo Nuestro Señor se ha dignado dirigirse a nosotros con tal gesto y hablarmos un tal lenguaje, podremos tal vez hallar en sus palabras y en las enseñanzas de la Iglesia,
«Soberanía de Amor», Cristiandad 149 (1 de junio de 1950).

«En Él han de colocarse todas las esperanzas»

Pues, así como en otro tiempo quiso Dios que a los ojos del humano linaje que salía del arca de Noé resplandeciera como signo de pacto de amistad «el arco que aparece en las nubes» (Gén 2, 14),
Pío XI, Miserentissimus Redemptor

El origen de la devoción al Corazón de Jesús en España

Hablar del origen de la devoción al Corazón de Jesús en España es hablar del beato Bernardo de Hoyos. Él es quien recibió el encargo de Jesús de difundir y extender la devoción a su Sagrado Corazón. Y así fue, en tan solo dos años este joven novicio iba a extender de manera rapidísima la devoción por toda España, consiguiendo que se conociera en todos los pueblos.

Difusión de la devoción al Corazón de Jesús en España

Las grandes manifestaciones de amor al Sagrado Corazón por parte del pueblo cristiano a lo largo del siglo xix fueron fruto en su mayor parte de la labor del Apostolado de la Oración, principalmente a través del Mensajero del Corazón de Jesús. Las crónicas de la época al respecto son abundantísimas y nos muestran cómo la devoción al Corazón de Jesús había penetrado profundamente en aquella almas. Entresacamos alguna de ellas. La primera procedente de Málaga en 1900. Se trata de la popularísima procesión al Sagrado Corazón que, tras quedar suspendida unos años, volverá a impulsar el beato Raael Arnáiz en 1915 cuando fue nombrado director del Apostolado de la Oración. La otra de Sevilla en 1903.

El monumento al Sagrado Corazón de Jesús se hace realidad en el Cerro de los Ángeles

En el plan de Dios, Señor de la historia, llegó el momento de levantar el trono desde el que cumplir la promesa que su Corazón había realizado al beato padre Hoyos de reinar en España, y con más veneración que en muchas otras partes, la divina Providencia escogió, en primer lugar, a D. Francisco Belda y Pérez de Nueros. A éste le fue inspirada la primera idea del monumento al Sagrado Corazón en el Cerro de los Ángeles,

Un Congreso eucarístico internacional memorable

Entre los días 25 al 30 de junio de 1911 tuvo lugar en la capital de España un Congreso eucarístico destinado a tener gran influjo en la fe del pueblo español. En él se declaró al templo del Tibidabo, nacional y expiatorio.