En uno de los primeros números, Cristiandad se hacía eco de un artículo aparecido en la prensa barcelonesa en el que se comentaba el carácter singular de esta nueva revista. Uno de los aspectos que permitía calificar la nueva publicación…
Autor: Gerardo Manresa Presas
Apóstoles del Corazón de Jesús ante la peste de Marsella
El Señor cambia nuestros planes como a san José
Pensar y vivir la Eucaristía como miembros de la Iglesia
En una situación como esta puede resultar muy iluminador recuperar las enseñanzas sobre la Eucaristía de un papa santo, como Pablo VI, quien en su Encíclica Mysterium fidei (3.9.1965), publicada tres meses antes de la clausura del Concilio Vaticano II, salía al paso de algunos motivos de preocupación en torno al misterio eucarístico, entre los cuales enumeraba el valor de las llamadas «misas privadas», es decir, aquellas misas que celebra el sacerdote solo, sin presencia de pueblo fiel.
Un virus que derrumba nuestras utopías*
Dios, Nuestro Señor, nuestro único Señor, en su admirable Providencia, nos está regalando, con esta peste, una oportunidad maravillosa de volver a Él; de encontrar en su Sagrado Corazón la cura de todos nuestros males, y alzar nuestra mirada, de una vez por todas, hacia nuestro destino final: el Cielo. Que esta plaga haya surgido, y se haya expandido, sobre todo donde reina el materialismo ateo, puro y duro, debe hacernos recordar que toda carne es como hierba y toda su gloria como flor del campo: la hierba se seca y su flor se marchita (1 Pe 1, 24).
Las armas espirituales que propone san Juan Bosco para combatir la peste
San José, nuestro padre y Señor
Dice santa Teresa de Jesús que «es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo». Por lo cual, escribe la santa, «tomé por abogado y señor al glorioso san José. Vi claro que así de esta necesidad como de otras mayores de honra y pérdida de alma este Padre y Señor mío me sacó con más bien que yo le sabía pedir».
«Quemadmodum Deus». Proclamando a san José como patrono de la Iglesia
Del mismo modo que Dios constituyó al otro José, hijo del patriarca Jacob, gobernador de toda la tierra de Egipto para que asegurase al pueblo su sustento, así al llegar la plenitud de los tiempos, cuando iba a enviar a la tierra a su unigénito para la salvación del mundo, designó a este otro José, del cual el primero era un símbolo, y le constituyó señor y príncipe de su casa y de su posesión y lo eligió por custodio de sus tesoros más preciosos.
«¿Por qué modernamente se ha extendido tanto la devoción a san José?»
Si bien es verdad que la devoción a san José es antigua, es asimismo indudable que ha crecido de una manera maravillosa en nuestros tiempos. ¿De dónde proviene esto? De Dios; pues todos los movimientos espirituales de la Santa Iglesia, de los cuales participan su cabeza y sus miembros y que se efectúan con la aprobación de la autoridad apostólica, provienen del Espíritu Santo, que es el principio sobrenatural que asiste a la Iglesia cristiana y mantiene en ella la vida de que goza