La doctrina de la Iglesia a juicio

El reverendo Gerald E. Murray, párroco de la Iglesia de la Sagrada Familia de Nueva York, repasa en First Things algunos de los problemas más graves del recientemente publicado Documento Final Norteamericano para la Etapa Continental del Sínodo 2021- 2024 (NAFD), que «confirma las sospechas de que las discusiones en el Sínodo sobre la Sinodalidad de octubre de 2023 se centrarán casi con toda seguridad en el supuesto fracaso de la Iglesia en ser inclusiva, acogedora y respetuosa…» «El NAFD da por sentado que existe tensión entre ser inclusivo, acogedor y hospitalario y ser fi el a Cristo: “Junto al deseo de ser una Iglesia más inclusiva y acogedora estaba la necesidad de comprender cómo ser más hospitalarios, manteniendo y siendo fieles a la enseñanza de la Iglesia”. En este caso, se parte de la base de que la fidelidad a la doctrina de la Iglesia debe replantearse y reelaborarse para que las personas no se sientan excluidas y rechazadas.
La doctrina de la Iglesia se lleva a juicio y el rechazo de esta enseñanza ocupa un lugar privilegiado.
¿Qué está ocurriendo? Las mujeres que quieren recibir las Sagradas Órdenes, las personas que no están contentas con que sus actos sexuales inmorales se consideren pecado grave, los divorciados que se vuelven a casar fuera de la Iglesia y quieren recibir la Sagrada Comunión, todos ellos afirman que están siendo tratados injustamente. Afirman que las enseñanzas de la Iglesia son hirientes y poco cristianas, y que sólo se sentirán plenamente acogidos y afi rmados por la Iglesia cuando sus deseos y actos sean reconocidos como legítimos y la Iglesia cambie sus enseñanzas. El NAFD considera que todo esto se puede debatir, lo que signifi ca que los que presionan a favor de un cambio doctrinal son
tratados como profetas a los que hay que prestar atención, y no como herejes a los que hay que reprender. Sobre las mujeres, los delegados también mencionaron a las mujeres como  grupo marginado en la Iglesia. Pero las mujeres no están marginadas en la Iglesia. Las mujeres que rechazan la enseñanza de la Iglesia de que sólo los hombres pueden recibir válidamente las Órdenes
Sagradas se colocan en una posición de desafío y se distancian de Cristo y de su Iglesia.
Sobre las llamadas minorías sexuales, hay que señalar que el acrónimo «LGBTQ+» no tiene cabida en el discurso de la Iglesia. La doctrina de la Iglesia no reconoce a los homosexuales o bisexuales como una categoría constitutiva de personas creadas por Dios distinta de la categoría de los heterosexuales. Más bien, algunas personas hacen un mal uso de su facultad sexual y reproductiva
que Dios les ha concedido al participar en actos homosexuales. Y nadie puede transformarse en un miembro del sexo opuesto. Eso es imposible. Sobre los católicos divorciados y vueltos a casar, el documento recoge “el profundo sentimiento de sufrimiento de quienes no pueden recibir la Eucaristía”. ¿No es este “profundo sentimiento de sufrimiento” una reacción que es una gracia de nuestra conciencia ante un comportamiento pecaminoso, una bendición de Dios que llama a los pecadores al arrepentimiento?
Las uniones adúlteras no pueden blanquearse sin repudiar la clarísima enseñanza de Cristo sobre la indisolubilidad del matrimonio. El proceso sinodal se ha convertido en un ejercicio para establecer una
“plataforma” desde la que dar visibilidad a las quejas de determinados grupos de interés “católicos” que rechazan sin paliativos la doctrina de la Iglesia. La afirmación de que esta subversión abierta es obra del Espíritu Santo que habla a la Iglesia de hoy es una táctica para evitar las críticas a esta revolución. Lo que está ocurriendo es un intento de hacerse con el poder por parte de aquellos que quieren cambiar la doctrina de la Iglesia católica de acuerdo con sus visiones mundanas sobre el poder, el sexo y cualquier otra cosa que decidan que es importante. Debemos rezar para que
Dios nos libre de esta calamidad».