Respuesta católica a la teoría de la identidad de género

LA diócesis de Portland (Oregón- EEUU) publicó el pasado 25 de enero un documento, titulado «Respuesta católica a la teoría de la identidad de género: catequesis y guía pastoral», dirigido a aclarar
la enseñanza de la Iglesia católica y dar algunas directrices pastorales sobre la teoría de la identidad de
género, un tema que ha tomado un protagonismo totalmente anómalo en todo el mundo occidental, especialmente entre el sector más joven de la población. De hecho, en los Estados Unidos, el 43% de las personas identificadas como transexuales son menores de 25 años, identificación que se ha duplicado desde 2017. En el Reino Unido, el número de jóvenes que buscan la transición de sexo aumentó casi en un 6.500% entre 2009 y 2022. Nueva Zelanda, Finlandia, Canadá y los Países Bajos han registrado aumentos similares en la disforia de género entre los jóvenes.
En medio de este complejo y arrollador fenómeno cultural el documento presentado por monseñor Alexander K. Sample, arzobispo de Portland, tiene como objetivo brindar cierta orientación a las escuelas católicas, a los programas de educación religiosa y de preparación sacramental y a las
actividades de la pastoral juvenil con el fin de ayudar a afrontar esta batalla con compasión, claridad y fidelidad a la verdad, plenamente revelada en la persona de Jesucristo.
El documento comienza recordando los fundamentos de la antropología cristiana, basada en los
primeros capítulos del Génesis, y resaltando el significado trascendental y profundamente espiritual así como la importante función sacramental de la diferencia sexual.
Esta comprensión católica de la persona humana está en desacuerdo con la «teoría de la identidad de
género», que contrapone sexo biológico (hombre o mujer) y sexo elegido (llamado «género»), promoviendo la modificación («transición») del cuerpo para que el primero se adecúe al segundo, despreciando los significados y funciones de la diferencia sexual propia de nuestra existencia encarnada.
El proceso de transición (llamado «Atención de afirmación de género » o GAC) puede tomar numerosas
formas pero el marco estándar define cuatro etapas para los jóvenes: transición social, bloqueadores de la pubertad, terapia hormonal y cirugías. La transición social (adoptar el nombre, los pronombres, el uso de las instalaciones, la ropa y la apariencia –incluyendo cirugía estética– de acuerdo con el sexo elegido), primera etapa promovida intencionadamente, aumenta la probabilidad de que la disforia persista, lleva a prácticas con efectos adversos sobre la salud física y suele ayudar a pasar a las siguientes etapas, que consisten en la transición médica. Es importante hacer énfasis –afirma el documento– en que el efecto deseado de estos procedimientos es cosmético y no tratar una condición fisiológica. Debido a esto, la transición médica, que puede conducir a la esterilidad permanente y al daño continuo para el cuerpo, es incompatible tanto con la ética médica como con la antropología católica.
Los defensores del modelo GAC creen que estos procedimientos cosméticos conducirán a mejores
resultados psicológicos y una mayor calidad de vida. Según ellos, está documentado que las personas
transgénero tienen mayores riesgos de suicidio y, por lo tanto, se supone que estos procedimientos salvan vidas. Sin embargo, estas afirmaciones no están respaldadas por evidencias científicas, particularmente cuando se refiere a tratar a jóvenes con disforia de género. Es más, los estudios más sólidos sobre el tema indican que la transición médica, en el mejor de los casos, no resuelve el problema de la tendencia suicida elevada y, en el peor, la exacerba.
Debido a que el GAC entra en conflicto con la cosmovisión cristiana, las instituciones y programas católicos no pueden respaldar la teoría de la identidad de género ni permitir ninguna forma de «transición de género», ya sea social o médica. Por este motivo, monseñor Sample da las siguientes indicaciones para que las prácticas adoptadas en dichas instituciones, siendo acordes a la fe y la razón, les permitan cumplir su misión católica:
• Lenguaje: las designaciones y los pronombres deben estar de acuerdo con el sexo biológico. Cualquier documentación institucional formal debe usar nombres legales. Los apodos pueden usarse de manera informal, de acuerdo con el juicio prudencial, siempre que esto no sea parte de un proceso de transición social.
• Instalaciones: los baños y casilleros deben organizarse de acuerdo con el sexo biológico. El acceso a
las instalaciones de un solo uso puede ser aprobado por la administración caso por caso.
• Deportes y actividades extraescolares: la participación en cualquier actividad segregada por sexo debe basarse en el sexo biológico, en lugar del «género autopercibido».
• Vestuario: todas las personas deben cumplir con el código de vestimenta o uniforme que concuerda
con su sexo biológico.
• Materiales educativos: todos los materiales informativos y pedagógicos deben alinearse con la
comprensión católica de la persona humana.
• Formación: las escuelas deben ofrecer planes de estudio apropiados para la edad y conversaciones
sobre «género» y sexualidad en el contexto de la cosmovisión católica.
• Participación de los padres: los padres de familia son los principales educadores y como tales deben estar plenamente incluidos en cualquier discusión sobre adaptaciones.
• Medicamentos: a ninguna persona se le permite tener medicamentos en el lugar o distribuir medicamentos con el propósito de la «transición médica de género».
• Señalización: las instituciones católicas no deben colocar letreros o mostrar símbolos en apoyo de la
teoría de la identidad de género. El documento concluye poniendo en valor la respuesta católica a la teoría de la identidad de género, que no consiste simplemente en no hacer nada que fomente la afirmación de un «género autopercibido» distinto del sexo biológico sino en ofrecer una «afirmación integral» de toda la persona humana (cuerpo y alma) que proporcione una visión positiva de la misma y un camino de acompañamiento para los jóvenes que cuestionan su sexo y sus familias.
Esta «afirmación integral» de la persona supone afirmar el amor de cada persona, la bondad y la sacramentalidad del cuerpo, la singularidad del individuo y la necesidad de acompañamiento. «La primera y más importante verdad que cada joven necesita escuchar –afirma monseñor Sample– es esta: eres amado infinitamente. Eres un icono vivo de Dios, y en este mismo momento, Dios está
deseando tu existencia, porque se deleita en ti». Además hay que tener en cuenta que nuestro cuerpo es siempre algo bueno que revela de forma natural nuestra personalidad, con unas aptitudes que hay que agradecer y unas cargas que debemos llevar a través de un arduo trabajo interior y confiando en la gracia de Dios. Por este motivo la Iglesia no rechaza o ignora a aquellas personas que experimentan
disforia de género sino que las recibe con compasión, ofreciéndoles el don precioso del amor de Dios y
brindándoles modelos positivos y diversos de hombría y feminidad para animarles a discernir y desarrollar sus distintos dones y personalidades únicas. En este sentido, el documento recuerda que la tradición católica es rica en modelos y santos que vivieron la vocación al amor de innumerables maneras, y algunos de ellos no se ajustaron a los estereotipos y normas sociales de su tiempo. Debido a que la cosmovisión católica afirma que el «género», la identidad de uno como hombre o mujer, se basa en el cuerpo sexuado, en lugar de los estereotipos culturales que están actualmente en boga, existe una gran libertad y diversidad en cómo se viven la masculinidad y la feminidad en el mundo, sin
constreñir a las personas en estereotipos sexuales restrictivos como hace la teoría de la identidad de género.
Por último, monseñor Sample llama la atención sobre la importancia del acompañamiento que ofrece la
Iglesia, y que el papa Francisco ha descrito como una peregrinación, un «viaje con Cristo al Padre» que se caracteriza por la escucha respetuosa y compasiva, paciente y «dócil al Espíritu», humilde y reverente por el misterio supremo dentro de cada persona que sólo Dios puede conocer plenamente. Un acompañamiento del que tenemos como modelo al mismo Jesús cuando Jesús se encuentra con dos discípulos en el camino a Emaús.