Bendiciones a parejas homosexuales o cuando la fe católica se vuelve protestante y gnóstica

Stefano Fontana aborda en La Nuova Bussola Quotidiana, a propósito de la bendición a una pareja de homosexuales en la iglesia de San Lorenzo de Budrio el pasado 11 de junio, cómo este tipo de gestos atacan frontalmente a la doctrina social de la Iglesia. Escribe Fontana:
«¡Bendecir a las parejas homosexuales en la iglesia es acabar con la doctrina social de la Iglesia, anularla haciéndola imposible, negarla en su raíz. Pero cuidado, si la Iglesia hace esto significa que se retira del mundo y deja de querer evangelizarlo, porque para eso está la doctrina social de la Iglesia: para que la Iglesia se quede en el mundo para evangelizarlo. La bendición de las parejas «homo» le quita a la Iglesia el «derecho de ciudadanía» en la plaza pública porque le quita la posibilidad de referirse en sus intervenciones a un orden de verdad que es también natural.
Bendecir a una pareja homosexual, bendecir a dos personas en tanto que pareja… supone negar que en el ámbito del ejercicio de la sexualidad exista un orden finalista que caracteriza la naturaleza de la persona y por tanto sus relaciones. Significa aceptar la sexualidad como una autodeterminación y no como una vocación que nos llama a respetar las inclinaciones naturales y a rechazar las antinaturales. La expresión «inclinación natural» pierde el sentido de una tendencia que responde a los fines de la naturaleza humana (como cuando se dice: «pertenece a la naturaleza humana vivir en sociedad»; o «pertenece a la naturaleza humana buscar la verdad»…) y adquiere el de un impulso instintivo.
Todo esto implica que el orden del matrimonio, la familia, la procreación y la educación (que es una extensión de la procreación) ya no es un orden sino una elección personal basada en la coherencia con uno mismo (autenticidad) y no con algo que nos precede y da sentido a lo que hacemos (verdad). Los efectos negativos de esta visión no se limitan a los ámbitos que acabamos de ver, sino que son destructores de muchos otros campos de la vida social, porque si el principio germinal de la sociedad –es decir, la pareja– no responde a ningún orden finalista, sino que es una creación artificial de los sujetos a partir de sus pulsiones, todos los demás campos de la vida comunitaria tendrán también la misma estructura, desde el trabajo a la economía, desde la educación a la política. La libertad se separará definitivamente de la verdad y adiós doctrina social de la Iglesia.
Al bendecir a las parejas homosexuales, se pasa por alto el hecho de que la homosexualidad es una forma de violencia (aunque sea consensual) porque es una herida al orden finalista de la naturaleza humana, es una instrumentalización técnica mutua. Por lo tanto, acepta que la sociedad se basa en la indiferencia hacia la violencia. A continuación se pasa por alto que esto acaba legitimando la inseminación artificial, los vientres de alquiler y la transformación del niño en una «cosa». Al bendecir a una pareja homosexual, se abre la puerta a prácticas inhumanas, se colabora en la deconstrucción y no en la construcción.
Yendo más allá, se niega el derecho natural y la ley moral natural, que son la base, junto con la revelación divina, de la doctrina social de la Iglesia. La revelación dejaría así de tener un interlocutor veraz en la razón, abandonando el plano natural a sí mismo. El carácter protestante de tal planteamiento es evidente: una fe que ya no pide a la razón la verdad, sino exigencias individuales e infundadas, es una fe que ha perdido ella misma la idea de ser verdadera y que se ha convertido ya en fideísmo.
Si ya no fuéramos capaces de ver el orden de las cosas, entonces las cosas ya no nos hablarían de aquel que las creó. Surge así un conflicto entre las exigencias del Dios Creador y las del Dios Redentor, que es un claro indicio de gnosticismo».