Pronombres de género: ataque a la constitución simbólica del ser humano

Francia asiste a la última ofensiva de la ideología de género, esta vez con la introducción en el diccionario Robert de un pronombre, «iel» (que se añade a los pronombres «il» y «elle») y que pretenden que sea utilizado para designar a una persona independientemente de su «género». Robert Redecker reacciona así a este movimiento desde las páginas de Le Figaro: «No nos equivoquemos: el asunto del pronombre «iel» no es en absoluto una simple cuestión de palabras.
Escolares y profesores, ciudadanos y escritores, olvidan a menudo que un diccionario es una obra política… La clave de la formalización de este nuevo pronombre es adquirir influencia política y antropológica sobre la realidad exterior al lenguaje. Sobre la realidad humana… Aunque pretende que solo está reflejando la realidad, el diccionario aspira, por el contrario, a moldearla. La introducción de «iel» entre los pronombres autorizados tiene por objeto permitir que una realidad sexual increíblemente minoritaria, casi inexistente, perturbe la realidad tal como se percibe habitualmente.
En realidad, los promotores de «iel» quieren subvertir la lógica de nuestra lengua, desestabilizándola en su punto más decisivo, el del dualismo de género. Para ellos, se trata de atacar la piedra de toque, la clave de bóveda de la lengua francesa, ese edificio semejante a una catedral o a un castillo, ese edificio patrimonial, para provocar el derrumbe de la lógica humana –la división de la realidad según los dos sexos– que sustenta. En particular: el hablar según el sexo. El hablar según los dos sexos. El hablar según la dualidad sexual.
Hasta la edición de 2022 del Robert los pronombres personales seguían divididos según la biología. La lógica gramatical seguía la lógica biológica. Estos pronombres articulan una estrecha relación entre la biología, la gramática, lo social y lo simbólico. Unían los tres niveles del ser: el biológico, el social y el psicológico. Unir no es lo mismo que reflejar. Nada más obvio: las fuerzas que presionan por la legitimación del pronombre «iel», que ha caído del cielo, no tienen otro objetivo más que romper el orden biológico de lo humano, romper la articulación entre los órdenes biológico, psíquico, simbólico y social.
Un pronombre personal no es una palabra como las demás. Es un modo de existencia del ser humano. La realidad y el lenguaje están, en este tipo de pronombres, profundamente fusionados. Cuando digo «yo», este pronombre no es sólo una palabra, soy yo mismo. Es inseparable de la realidad que soy. No refleja esa realidad, la lleva consigo… Lo que decimos del «yo» también vale para el «nosotros»: los grupos, las comunidades, las naciones, se autoconciben a través del pronombre «nosotros». Por lo tanto, tocar la lógica de los pronombres para revolucionarla acaba llevando a imponer cambios antropológicos. Es tocar a la constitución simbólica del ser humano.
Los partidarios del pronombre «iel» están convencidos de que el lenguaje es creador de la realidad, humana, simbólica, política. A sus ojos, «iel» será subversivo mañana como el proletariado fue revolucionario ayer. En muchas ocasiones en su obra, Karl Marx sugiere que el proletariado no existe como clase fuera de la propia existencia de esta palabra. La propagación de la palabra hará nacer en la sociedad lo que él llama el proletariado como clase revolucionaria. La lección marxiana está bien aprendida. La entrada de «iel» en el Robert, al que todos los estudiantes de secundaria tienen que referirse como si fuera una biblia de la lengua, constituye, en el ámbito lingüístico, algo análogo a lo que fue la toma del Palacio de Invierno por los partidarios de Lenin: el inicio de una reconfiguración, a partir del lenguaje, de la realidad. Vanguardia, como lo fue el partido de Lenin, el wokismo LGBT es un neobolchevismo que, como su predecesor histórico, sueña con fabricar un hombre nuevo del que «iel» será su embrión».