La Merced y la Inmaculada

Cuando la noche del 1 al 2 de agosto de 1218, la Virgen María se apareció a Pedro Nolasco, además de la misión que le encomendó de rescatar a los cristianos cautivos, le reveló los inicios de los misterios de la Inmaculada Concepción, declarándole después de un modo verdaderamente prodigioso, cuán grato le sería que los religiosos rezaran el oficio de su Inmaculada Concepción. Como consecuencia de esta comunicación, los mercedarios decidieron llevar el hábito blanco y la Merced de Barcelona fue una de las primeras iglesias de la ciudad en donde se celebró la fiesta de la Inmaculada Concepción.
Acostumbraban los mercedarios a levantarse a maitines a medianoche, asistiendo ordinariamente el santo fundador, incluso en los últimos años de su vida en que apenas tenía movilidad.
Una noche, en que el hermano despertador no llamó a la hora señalada, el santo se fue como de costumbre al coro, siendo recibido por los ángeles que, presididos por la Madre de Dios, sentada en la silla principal, cantaban con ella el oficio de la Inmaculada. Extasiado al contemplar aquella visión tan inesperada fue conducido hasta donde estaba la Santísima Virgen, mereciendo aquella noche venturosa el favor incomparable de reclinar la cabeza sobre su pecho virginal. Este hecho es verdaderamente histórico, pues lo refieren los testimonios más antiguos de la vida del santo. La forma arcaica del oficio primitivo de la Inmaculada Concepción que se rezaba en la Orden es un argumento de su respetable antigüedad y confirma la tradición constante de haberlo introducido el santo fundador.
Para recordar este hecho, hubo desde tiempo inmemorial en el respaldo de la silla principal del coro un cuadro de la Virgen, que fue sustituida por una imagen de talla, elaborada por Pere de Moragues en 1361 y se cogió la costumbre de que el superior incensara la imagen de la Stma. Virgen, en cada fiesta importante. Del siglo xvi tenemos noticias más concretas de ese culto en la iglesia de la Merced de Barcelona. Pero en el concilio de Basilea (1431) de los varios milagros que se alegaron sobre la Virgen Santísima, se confirmó la pía creencia de que la Santísima Virgen cantó los maitines en el coro de la iglesia de la Merced, de la ciudad de Barcelona el día 8 de diciembre, día dedicado a tan augusto misterio. Sucedió que, no siendo aún fiesta de precepto este misterio de la Inmaculada Concepción, el panadero del convento amasó como era costumbre la masa para hacer los panes; una vez hecha la cubrió para dejarla reposar. Pero al descubrir la masa para hacer los panes, fue grande su estupor al ver que la masa se había transformado en sangre coagulada. Los religiosos tomaron este milagro como un aviso del Cielo, por medio del cual se les daba a entender cuán grato sería a la Madre de Dios la observancia de tal fiesta, absteniéndose de cualquier obra servil, y desde entonces la guardaron con religioso temor, equiparándola a las fiestas más solemnes que celebra la Iglesia. Cundió por la ciudad la noticia del prodigio y los barceloneses, imitando la conducta de los padres mercedarios, prometieron no calentar los hornos este día, para honrar a la Santísima Virgen en el misterio de la Inmaculada Concepción. Refiere todo eso la Historia Longobárdiga, raro incunable del año 1496, conservándose copia autorizada de este pasaje entre los manuscritos de la Merced, que se guardan en el archivo de la Corona de Aragón.
En esta historia no se indica en que año ocurrió el milagro, pero seguramente es anterior al año 1390, aunque se cree que sucedió hacia mitad del siglo xiv. Anterior al año 1390, pues los barceloneses desde este año guardaron esta fiesta como de precepto, según se demuestra documentalmente en la monografía Los reyes de Aragón y la Inmaculada Concepción de María Santísima, siendo autor del mismo Fr. Faustino de Gazulla, publicada en 1905.
La fecha debía ser la indicada, pues con una fecha posterior no tenía razón de ser la promesa hecha por los panaderos de no calentar los hornos el día de la Inmaculada Concepción. Y confirma estas fechas el hecho de que fue precisamente a mediados del siglo xiv, que se construyó en la iglesia de la Merced una capilla dedicada a este misterio. En 1355 no había más que dos capillas en la iglesia de la Merced, la de san Eloy y de santa Marina, pero en 1376 ya existía la capilla de la Inmaculada Concepción pues en ella enterraron a Fr. Bonanato de Prexana.
Desde que la imagen de Nuestra Señora de la Merced fue expuesta a la veneración de los fieles en el siglo xviii, fue grande la devoción que despertó entre los de la ciudad, especialmente entre la gente de mar. La imagen que preside la basílica hoy día es la misma que elaboró Pere de Moragues, en el siglo xiv.