Viaje apostólico del Papa a Irak

Del 5 al 8 de marzo el Santo Padre visitó Irak, donde los cristianos están peligrosamente cerca de la extinción, en su 33er viaje apostólico, siendo la primera vez que un papa pisa estas tierras, cuna del patriarca Abraham. El propósito de su viaje lo resumió el mismo papa Francisco antes de su partida con estas palabras: «Voy como peregrino, como peregrino penitente, a implorar al Señor el perdón y la reconciliación tras años de guerra y terrorismo, a pedir a Dios consuelo para los corazones y curación para las heridas. Y voy entre vosotros como peregrino de paz, para repetir: “Todos vosotros sois hermanos” (Mt 23,8). Sí, voy como peregrino de paz en busca de la fraternidad, animado por el deseo de rezar juntos y de caminar juntos, también con los hermanos y hermanas de otras tradiciones religiosas, en el signo del padre Abrahán, que une a musulmanes, judíos y cristianos en una sola
familia.
»Queridos hermanos y hermanas cristianos, que habéis dado testimonio de la fe en Jesús en medio de las pruebas más difíciles, con emoción espero veros. Me honra encontrarme con una Iglesia mártir. ¡Gracias por vuestro testimonio! Que los numerosos mártires, demasiados, que vosotros habéis conocido nos ayuden a perseverar en la fuerza humilde del amor.
Aún tenéis ante vuestros ojos las imágenes de casas destruidas y de iglesias profanadas, y en vuestros corazones las heridas por los afectos perdidos y los hogares abandonados. Deseo llevaros la caricia afectuosa de toda la Iglesia, que está cerca de vosotros y del atormentado Oriente Medio, y que os anima a seguir adelante. No permitamos que los terribles sufrimientos que habéis experimentado, y que tanto me apenan, prevalezcan. No nos rindamos ante la propagación del mal. Las antiguas fuentes de sabiduría de vuestras tierras nos guían hacia otra parte, a hacer como Abrahán que, aun dejándolo todo, nunca perdió la esperanza (cf. Rm 4,18) y, confiando en Dios, dio vida a una descendencia tan numerosa como las estrellas del cielo. Queridos hermanos y hermanas, dirijamos nuestra mirada hacia las estrellas. Allí está nuestra promesa.
»He pensado mucho en vosotros en estos años, en vosotros, que habéis sufrido tanto pero no os habéis desalentado. En vosotros, cristianos, musulmanes; en vosotros, pueblos, como el pueblo yazidí, los yazidíes, que habéis sufrido tanto, tanto; todos hermanos, todos. Ahora vengo como peregrino de esperanza a vuestra tierra bendita y herida. En vuestra casa, en Nínive, resonó la profecía de Jonás, que evitó la destrucción y trajo una nueva esperanza, la esperanza de Dios. Dejémonos contagiar por esa esperanza, que nos anima a reconstruir y a empezar de nuevo.
Y en estos duros tiempos de pandemia, ayudémonos a fortalecer la fraternidad, para construir juntos un futuro de paz. Juntos, hermanos y hermanas de cada tradición religiosa. Desde vuestra tierra, hace miles de años, Abrahán emprendió su camino. Hoy nos corresponde a nosotros continuarlo, con el mismo espíritu, recorriendo juntos los senderos de la paz. Por eso invoco sobre todos vosotros la paz y la bendición del Altísimo. Y a todos vosotros os pido que hagáis lo mismo que Abrahán, que caminéis en la esperanza y nunca dejéis de mirar a las estrellas. Y a todos os pido por favor que me acompañéis con la oración».
El primer día de su viaje, el Papa se reunió con las autoridades iraquíes, la sociedad civil y el Cuerpo Diplomático en el palacio presidencial de Bagdad, y con los obispos, religiosos, seminaristas y catequistas en la catedral católica de Nuestra Señora de la Salvación de dicha ciudad. El sábado 6 de marzo, el Santo Padre se trasladó a Nayaf, donde visitó al Gran Ayatolá Sayyid Ali Al-Husein Al-Sistani, y participó en un encuentro interreligioso en la llanura de Ur. Por la tarde regresó a Bagdad, donde ofició la santa misa en rito caldeo en la catedral de San José, siendo la primera vez que un pontífice celebra en este rito (y segunda en que el Papa lo hace en un rito oriental católico).
Al día siguiente viajó a Erbil, donde mantuvo un encuentro con el presidente y el primer ministro de la región autónoma del Kurdistán iraquí, para visitar posteriormente a los cristianos de Mosul y Qaraqosh, rezando especialmente por las víctimas de la guerra (además de los muertos, todavía existen cientos de miles de refugiados que no pueden volver a su casa por la falta de libertad que aún perdura en el país) en estos emblemáticos lugares marcados por la furia del Estado Islámico. Allí, a la vista del poder destructivo de la violencia, del odio y de la guerra, el Papa recordó que «la última palabra pertenece a Dios y a su Hijo, vencedor del pecado y de la muerte» y exhortó a los iraquíes a abrazar y perseverar en la gran herencia espiritual transmitida por sus padres en la fe: «Esta herencia es vuestra fortaleza».
De vuelta a Erbil el Santo Padre ofició la misa en el estadio Franso Hariri ante diez mil fieles (un tercio del aforo por motivos sanitarios) y el lunes por la mañana volvía de nuevo a Roma desde Bagdad.