Poblet, la abstinencia y el Cisma (6)

Sabemos que el reino de Aragón, bajo Martín el Humano, siguió bajo la guía del papa de Aviñón, Benedicto XIII. La influencia de este papa en Poblet fue importante, pues por primera vez se realizaron nombramientos de abades directamente, sin elección monacal, rompiendo una norma establecida desde su origen en la Orden Cisterciense. El segundo y último abad nombrado por este papa fue fray Joan Martí o Martínez de Mengucho, en 1413. Como dice el padre Finestres, en su Historia de Poblet, era un abad a la «hechura» de Benedicto XIII, pero debe decirse que su labor y su obra reformadora fueron importantes.
Una de sus principales reformas fue la aplicación de la abstinencia perpetua de carne. Esta abstinencia, que desde los tiempos primitivos había sido observada en la Orden, salvo para los débiles y enfermos, ya a finales del siglo xii y principalmente en el xii se fue recortando en los decretos posteriores, pues se infringía repetidamente. En el siglo xiv se permitió a los abades comer carne e invitar a comer en la cámara abacial, ora unos monjes, ora otros. Poco a poco, sino por ley, sí por costumbre, el uso de la carne se fue extendiendo por los monasterios del Cister.
El nuevo abad, a su llegada, impuso la abstinencia perpetua de carne. Para ello pidió a Benedicto XIII una orden en dicho sentido para que la comunidad lo recibiera con mayor aceptación. Ya sea por el hecho en sí, ya por la forma de imponerlo, la realidad es que ello trajo turbación a la comunidad. Poco después, en una reunión abacial, el prior expuso al abad, en defensa de un monje que se sentía inquieto por la nueva imposición y quería cambiar de monasterio, que si la comunidad respetaba esta norma era por obediencia al abad, pero no por estricta obligación, pues los monjes no tenían en esto ninguna bula que se les impusiera. Esto sucedía en marzo de 1414. Esto ocurrió con más de un monje. El padre Finestres, conocido historiador de Poblet del siglo xix, dice que «los menos fervorosos como no abrazaban de voluntad aquel rigor y estrechez de la religión, fingían motivos para pasarse a otra religión o a otro monasterio menos observante, de manera que algunos de ellos se fueron de Poblet o sin licencia o con indultos subrepticios». Quizás la causa no era únicamente la abstinencia de carne, sino también la forma de nominación del abad, en la época del Cisma de Occidente.
Pero aparte de este hecho el abad Martínez de Mengucho también tuvo su influencia en la solución del Cisma.
En junio de 1415, el rey de Aragón, junto con el abad de Poblet y el emperador Segismundo se reunieron en Narbona para conseguir la abdicación de Benedicto XIII, cosa que no consiguieron. Convocado el Concilio de Constanza, en julio de 1417, entre las personalidades de los estados aragoneses figuraban, san Vicente Ferrer y el abad de Poblet. Ante la imposibilidad de renuncia del papa de Aviñón, el Concilio delegó al abad Martínez de Mengucho para que los cuatro cardenales de Benedicto XIII renunciasen a sus cargos. Uno de ellos era un monje de Poblet, abad del monasterio de Montearagón.
Conseguido esto, se pudo proceder a la elección del nuevo pontífice, en noviembre de 1417. Los electores fueron los 28 cardenales asistentes y seis personalidades eminentes de cada nación, que debían ser ordenados In sacris. Entre ellos estuvo el abad Mengucho. Así pues, el abad, nombrado por Benedicto XIII, fue elector en el cónclave que supuso el fin del Cisma de Occidente. El papa elegido fue Martín V. Los dichos cardenales, después de la elección del nuevo papa, acudieron a Roma y se les retornó su dignidad.
En el monasterio continuaban las deserciones de los miembros de la comunidad, que se pasaban a otros monasterios, lo que obligó al abad, en 1418, a acudir al papa Martín V. Éste otorgó un documento en el que, por un lado, alababa el devoto servicio de Dios que realizaba la comunidad, y por otro prohibía que ningún religioso pudiera pasar a otra orden o a otro monasterio del Císter, sin licencia expresa del abad. Pero daba validez a los tránsitos ocurridos hasta entonces.
Quizás se dio cuenta el abad Mengucho de la situación de la comunidad y al mismo tiempo del bien que era para la Orden la abstinencia perpetua y, aconsejado por los mejores monjes de la casa, decidió acudir de nuevo al papa Martín V solicitando que ordenara, con su autoridad y de forma oficial, a Poblet, la abstinencia completa, cosa que hizo el Papa con la constitución In eminente Apostolicae Sedis, en la que pedía fidelidad a las prescripciones de la Regla. El 11 de septiembre de 1419 fue leída esta constitución en la sala capitular del monasterio, y aceptado y firmado por todos los monjes.
«Los ánimos de la mayoría se calmaron y la nueva medida de austeridad dio todo su rendimiento benéfico para la observancia monástica.»