Pasarse de amable

¿Se puede ser demasiado amable o no estar lo suficientemente enojado? Según santo Tomás de Aquino, sí, tal y como explica Edward Feser en su blog.
La ira, explica Feser, es «la forma en que la naturaleza nos empuja a actuar para arreglar las cosas cuando están de alguna manera desordenadas… La ausencia de ira en los casos en que se requiere supone, por esta razón, un defecto moral y un hábito consistente en responder a los males con ira insuficiente es un vicio». Y añade Feser, citando a santo Tomás, que demasiada ira es un vicio, pero «la falta de la pasión de la ira también es un vicio».
En cuanto a lo de ser amables y afables, Feser recuerda que santo Tomás «señala que así como uno puede ser deficiente en este rasgo y, en consecuencia, ser de trato difícil para los demás, también es posible ir demasiado lejos en la otra dirección. El ser siempre amable y el estar ansioso por complacer se convierte en un vicio cuando impide que busquemos el bien o evitemos el mal. Como a veces es necesario ser menos afable, santo Tomás escribe que «si un hombre deseara agradar siempre a los demás, se excedería en el modo de agradar y, por lo tanto, pecaría por exceso».
«Hoy en día –escribe Feser–los católicos pueden olvidar fácilmente estas verdades. La seriedad de los Padres, doctores y santos ha sido reemplazada en muchos cristianos por una afabilidad aduladora y bastante falsa. Incluso cuando se trata de ataques contra la fe tratan de ser de lo más afables, pero esta actitud conciliadora solo consigue intensificar la oposición a la Iglesia. Si los obispos se enfrentan a una persecución más seria en un futuro cercano, será precisamente porque no hablaron y actuaron con audacia y consistencia cuando la mala prensa era todo lo que tenían que temer».