Exhortación apostólica del papa Francisco sobre la Amazonia

El Santo Padre publicó el pasado 2 de febrero una nueva exhortación apostólica en la que, al hilo de las diferentes intervenciones y aportaciones llevadas a cabo durante el último Sínodo de los obispos, reflexiona en torno a algunas de las cuestiones que más preocupan al hombre contemporáneo, cuestiones que hacen referencia al ámbito social, cultural y ecológico y que el papa Francisco refiere en particular a la «querida Amazonia».
En el documento el Papa lanza un mensaje claro: la única solución verdadera y completa al drama que aqueja a la Amazonia (como también al resto del mundo) está en Cristo Salvador, al que hay que dar a conocer a todos los hombres. «Frente a tantas necesidades y angustias que claman desde el corazón de la Amazonia, –afirma el Santo Padre– podemos responder a partir de organizaciones sociales, recursos técnicos, espacios de debate, programas políticos, y todo eso puede ser parte de la solución. Pero los cristianos no renunciamos a la propuesta de fe que recibimos del Evangelio».
«La auténtica opción por los más pobres y olvidados –continúa el Papa–, al mismo tiempo que nos mueve a liberarlos de la miseria material y a defender sus derechos, implica proponerles la amistad con el Señor que los promueve y dignifica. Sería triste que reciban de nosotros un código de doctrinas o un imperativo moral, pero no el gran anuncio salvífico, ese grito misionero que apunta al corazón y da sentido a todo lo demás. Tampoco podemos conformarnos con un mensaje social. Si damos la vida por ellos, por la justicia y la dignidad que ellos merecen, no podemos ocultarles que lo hacemos porque reconocemos a Cristo en ellos y porque descubrimos la inmensa dignidad que les otorga el Padre Dios que los ama infinitamente. Ellos tienen derecho al anuncio del Evangelio. (…) Es el anuncio de un Dios que ama infinitamente a cada ser humano, que ha manifestado plenamente ese amor en Cristo crucificado por nosotros y resucitado en nuestras vidas. (…) Este anuncio debe resonar constantemente en la Amazonia, expresado de muchas modalidades diferentes. Sin este anuncio apasionado, cada estructura eclesial se convertirá en una ONG más, y así no responderemos al llamamiento de Jesucristo: “Id por todo el mundo y anunciad el Evangelio a toda la creación”».
Este anuncio evangélico, no obstante, debe proponerse en una actitud de escucha y diálogo con las personas, realidades e historias de cada territorio de manera que todo lo bueno que ya existe en las culturas amazónicas sea recogido y llevado a plenitud a la luz del Evangelio. Así lo ha hecho siempre la Iglesia a la largo de su historia, convencida de que «la gracia supone la cultura, y el don de Dios se encarna en la cultura de quien lo recibe». «Percibamos que esto implica un doble movimiento. Por una parte, una dinámica de fecundación que permite expresar el Evangelio en un lugar, ya que “cuando una comunidad acoge el anuncio de la salvación, el Espíritu Santo fecunda su cultura con la fuerza transformadora del Evangelio”. Por otra parte, la misma Iglesia vive un camino receptivo, que la enriquece con lo que el Espíritu ya había sembrado misteriosamente en esa cultura. De ese modo, “el Espíritu Santo embellece a la Iglesia, mostrándole nuevos aspectos de la Revelación y regalándole un nuevo rostro”».
Sin embargo, no hay que olvidar nunca que la inculturación de la fe, que es la penetración de Cristo en todas las cosas, eleva y perfecciona los pueblos y, aunque redunda en el bien temporal de la sociedad, tiene como objetivo principal que todos los hombres se configuren a imagen del Resucitado. Y este es el reto que lanza el papa Francisco a todos los agentes pastorales comprometidos con el anuncio evangélico en la Amazonia: ser mensajeros del mensaje salvífico del Corazón de Jesús para que nazcan en esas tierras testimonios de santidad con rostro amazónico.
El documento concluye recordando el papel esencial e insustituible de los sacerdotes en esta tarea evangelizadora de la Iglesia ya que sólo ellos tienen la capacidad de presidir la Eucaristía y perdonar los pecados en orden a una celebración eucarística digna. Los pueblos, afirma el papa Francisco, «necesitan la celebración de la Eucaristía porque ella “hace la Iglesia”», hasta el punto de que no se puede edificar ninguna comunidad cristiana si ésta no tiene su raíz y centro en la celebración de la sagrada Eucaristía. Por este motivo, el Santo Padre exhorta a los obispos a promover la oración por las vocaciones sacerdotales, a orientar a los que muestran vocación misionera para que opten por la Amazonia y a revisar a fondo la estructura y el contenido de la formación de los presbíteros para que adquieran las actitudes y capacidades que requiere el diálogo con las culturas amazónicas.
Las personas consagradas y los laicos, entre los que menciona especialmente a las mujeres, tienen también una misión muy importante en esta extensión del Reino de Dios por toda la tierra, y especialmente en la selva y lugares remotos de la Amazonia, pero su vocación es diversa a la de los sacerdotes. A este respecto el Papa llama a huir de un planteamiento funcional que se desvíe de la voluntad de Dios al instituir su Iglesia y recuerda la doctrina tradicional de la Iglesia acerca del sacerdocio: «El Señor quiso manifestar su poder y su amor a través de dos rostros humanos: el de su Hijo divino hecho hombre y el de una creatura que es mujer, María»; «Jesucristo se presenta como Esposo de la comunidad que celebra la Eucaristía, a través de la figura de un varón que la preside como signo del único Sacerdote. (…) Las mujeres hacen su aporte a la Iglesia según su modo propio y prolongando la fuerza y la ternura de María, la Madre».