Un millón de internados en campos de reeducación en Xinjiang, China

Las noticias que llegan de China en relación al acuerdo secreto con el Vaticano son todo menos esperanzadoras, al imponer el régimen chino condiciones inaceptables a los sacerdotes y obispos católicos, al tiempo que las restricciones al culto y a la transmisión de la fe permanecen invariables e incluso se recrudecen. Quienes sostienen que el régimen comunista chino ha evolucionado y ha pasado de ser totalitario a meramente autoritario se dan de bruces con la realidad de un país que mantiene campos de reeducación con más de un millón de personas internadas sólo en la región de Xinjiang.

Los laogai del siglo XXI

Pekín las llama «escuelas de desarrollo profesional», pero están circundadas por muros infranqueables con alambre de espino y vigiladas por policías. El acceso y la salida de estos campos de concentración, verdaderos Laogai (trabajo y reeducación) no son voluntarios y en ellos han sido internados principalmente musulmanes uigures, la etnia turcófona mayoritaria en esa región del Asia central, aunque también la minoría cristiana local está siendo víctima de esta campaña.

Niños arrebatados a sus familias y reeducados

Pero el aspecto más terrible es la suerte de los hijos de quienes son internados en los nuevos laogai. En Xinjiang hay pueblos enteros en los que los padres de todos los niños han sido internados; estos niños acaban en «asilos» que en realidad son cárceles para menores. Unos «asilos» a los que nadie tiene acceso, vigilados por cámaras y policías, donde se trata de reeducar a los niños, al más puro estilo maoísta, en primer lugar forzándoles a abandonar su fe, para después reconstruir una identidad «china» alineada con las directrices del Partido. Un enorme proyecto de ingeniería social en el que la separación de padres e hijos juega un papel clave, un método típico del comunismo para construir «el hombre nuevo» desgajado de sus raíces y al que se le han arrancado «las supersticiones» religiosas. Y aún hay quien se atreve a afirmar que China es un modelo de aplicación de la Doctrina Social de la Iglesia.