El peligro del «dialoguismo»

Thibaud Collin, haciéndose eco en L’Homme Nouveau de la polémica provocada por la frase incluida en el documento sobre «La fraternidad humana por la paz mundial y la coexistencia común» que afirma que «El pluralismo y la diversidad de religión… es expresión de una sabia voluntad divina», analiza muy oportunamente el significado de un enfoque pluralista en relación a la religión:

«Dicho enfoque es típico del espíritu moderno, que trata la diversidad religiosa trascendiéndola gracias a la mediación del Estado soberano. En este enfoque, el Estado liberal se declara incompetente para determinar cuál es la verdadera religión. Pero detrás de la humildad de esa postura se esconde de hecho una despiadada neutralización del contenido doctrinal de las diversas religiones. Lo que ahora se designa con un término genérico (“la religión”) abandona la pretensión de verdad para ser considerada una mera opinión. De aquí viene la manera realmente moderna de promover el diálogo y la tolerancia en aras a un resultado terrible: la relativización y subjetivización de la “verdad” religiosa, reducida a una simple “experiencia” auténtica.
[…] Está claro que a partir de la interiorización de tales principios, un católico ya no tiene motivos para evangelizar. Podríamos llamar a esta ideología, que gobierna un gran número de estructuras eclesiales de diálogo interreligioso, así: dialoguismo. No se trata de rechazar el diálogo, sino de honrar la razón (el logos), y de respetar el principio de no contradicción, sin el cual cualquier búsqueda de la verdad y la paz es ilusoria.
Como también es ilusorio pensar que el islam cambiará alentando a los musulmanes a hacer un mal uso de la razón. Tal y como recordaba en el 2000 el cardenal Ratzinger en la declaración Dominus Iesus, un texto tan capital como ignorado: “La paridad, que es presupuesto del diálogo, se refiere a la igualdad de la dignidad personal de las partes, no a los contenidos doctrinales, ni mucho menos a Jesucristo –que es el mismo Dios hecho hombre– comparado con los fundadores de las otras religiones. De hecho, la Iglesia, guiada por la caridad y el respeto de la libertad, debe empeñarse primariamente en anunciar a todos los hombres la verdad definitivamente revelada por el Señor, y a proclamar la necesidad de la conversión a Jesucristo y la adhesión a la Iglesia a través del bautismo y los otros sacramentos, para participar plenamente de la comunión con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo”»