La lógica del mal menor y de la gradualidad

Jean-Michel Beaussante trata en las páginas de L’Homme Nouveau una de las cuestiones claves cuando se aborda la ley moral, cargada de profundas consecuencias:
«En nombre de una falsa ley de gradualidad, y a pesar de las enseñanzas de Humanæ vitae y de san Juan Pablo II, algunos legitiman indebidamente comportamientos y categorías cuyos límites axiológicos varían según los tiempos. Como si los mandamientos de Dios y sus preceptos negativos no obligaran en todas las circunstancias.
Esta concepción errónea pretende extender por analogía a los preceptos negativos lo que las enseñanzas morales tradicionales admiten para los preceptos positivos: “Los actos virtuosos no deben hacerse de cualquier manera, sino guardadas las debidas circunstancias requeridas para que un acto sea virtuoso, es decir, que se hagan en donde, cuando y del modo que se debe”, explica santo Tomás de Aquino (Suma teológica II-IIae cuestión 33, artículo 2). Por ejemplo, las buenas obras no deben hacerse a expensas del deber del estado. De la misma manera, la ley negativa ya no obligaría absolutamente, siempre y en todo momento, según las circunstancias y el perfil del pecador (“proporcionalismo”): En otras palabras, si la ejecución inmediata y literal de la norma aparece absolutamente imposible o perjudicial, entonces un cierto retraso –más o menos corto – puede ser tolerado. Sin embargo, la tensión [hacia la norma] siempre es necesaria.., escribe el padre Alain You en su libro La Ley de la gradualidad, una nueva ley moral. Y toma como ejemplos la anticoncepción, la homosexualidad, la masturbación adolescente, las relaciones prematrimoniales, las relaciones conyugales entre divorciados “vueltos a casar”…
Si es claro que todos somos pobres pecadores, existen evidentemente grados en el pecado: nuestro propósito no es negar que existen círculos y grados en el fracaso moral, como en el infierno de la Divina Comedia de Dante. Lo que queremos es mostrar que el mal menor o el pecado menor no pueden fundamentarse moralmente a riesgo de convertirnos en amigos del mal, inclinados a lo peor.
Si en materia de preceptos positivos “lo mejor es enemigo de lo bueno”, según el conocido dicho, es justo lo contrario en materia de preceptos negativos (especialmente cuando se traducen en leyes positivas): “el mal menor (como tentación bajo la apariencia de bien) es el amigo de los peor”, abriendo a una espiral de transgresiones.
Tenemos buenos ejemplos en los Pacs [pacto civil de solidaridad, forma contractual que en Francia adoptaron las uniones de hecho], que eran para prevenir el “matrimonio” y la adopción de homosexuales, en los anticonceptivos, que eran para prevenir el aborto, o en el así llamado “mal menor” profiláctico de la “Interrupción voluntaria del embarazo” en situaciones de riesgo que debía impedir la extensión como “derecho universal” del aborto. De transgresión en transgresión, más o menos lentas, la cultura de muerte del pecado sigue inexorablemente alcanzando sus siniestras conquistas».