Elecciones en Estados Unidos y el futuro de la batalla en defensa de la vida

Las «mid term elections» son las elecciones que tienen lugar en los Estados Unidos a mitad del mandato presidencial para renovar parcialmente el Senado y el Congreso, así como diversos gobernadores de estados. En esta ocasión se trataba de comprobar si la denominada «ola azul» demócrata, que aglutinaba la oposición a Donald Trump, iba a conseguir dar un vuelco a la situación y revertir la mayoría demócrata en las dos cámaras. El resultado final ha sido ambivalente: los demócratas han mejorado sus resultados y han recuperado la mayoría en el Congreso, pero la «ola azul» ha sido incapaz de recuperar el senado, donde la mayoría republicana incluso se ha reforzado. Este resultado puede ser de crucial importancia pues es el Senado el que aprueba las nominaciones de jueces para el Tribunal Supremo, propuestas por el presidente.
Tras estas elecciones y ahora que hemos llegado a la mitad de su mandato presidencial, podemos preguntarnos: ¿qué ha hecho exactamente Trump para el movimiento pro-vida hasta ahora y qué puede hacer a partir de ahora?
En sus primeros dos años como presidente, Trump ha promulgado varias medidas pro-vida, enfocadas en gran parte a revertir las medidas de la era de Obama que aumentaron los fondos destinados a financiar abortos.
A los pocos días de asumir el cargo, Trump recuperó la llamada «Política de la Ciudad de México», asegurándose de que los dólares de los impuestos estadounidenses no financien la promoción ni la ejecución de abortos en el extranjero, a menudo camuflados como gastos en salud global. Su administración le ha quitado fondos al UNFPA (Fondo de Población de Naciones Unidas) alegando que apoya el aborto y la esterilización coercitivos en China, y ha revocado los criterios de la era Obama que impedían que estados receptores de ayudas clausurasen centros abortistas.
Si atendemos a lo realizado en los propios Estados Unidos constatamos que el Departamento de Salud y Servicios Humanos de Trump ha aprobado nuevas reglamentaciones que obligan a que las aseguradoras de salud especifiquen si los planes que venden cubren los abortos y ha propuesto una reglamentación para recortar los fondos de los contribuyentes que puedan llegar a cualquier centro que realice abortos o derive a una paciente hacia un centro abortista. El departamento también ha anunciado la creación de una «División de Conciencia y Libertad Religiosa» que, nos anuncian, trabajará para proteger a los profesionales médicos que se oponen a cooperar con el aborto.
Pero la decisión más relevante, aquella que motivó que miles de pro-vida dieran su voto a Trump, ha sido la nominación de dos jueces pro-vida para las vacantes en el Tribunal Supremo: Gorsuch y Kavanaugh. En este caso Trump ha cumplido con su palabra, incluso en un escenario de fuertísimas presiones. A esto hay que añadir las docenas de nombramientos de jueces en tribunales inferiores aplicando el mismo criterio.
Hasta aquí lo realizado por Trump, probablemente el presidente reciente cuyas medidas y nombramientos están más alineados con la defensa de los principios pro-vida. La pregunta que surge es: ¿qué puede hacer en los dos años que le quedan de mandato?
Lo cierto es que muchos de los objetivos políticos clave pendientes para el movimiento pro-vida dependen de otras ramas del gobierno. Poner fin a la financiación federal de la organización abortista Planned Parenthood, requeriría la cooperación de un Congreso ahora en manos demócratas. Anular la sentencia Roe v. Wade que abrió las puertas al aborto en los Estados Unidos es responsabilidad del Tribunal Supremo. Las restricciones al aborto, como los límites de 20 semanas, los requisitos de someterse a una prueba de ultrasonido y las prohibiciones de abortos basados en anomalías genéticas, son cuestiones todas ellas que se deciden en el nivel estatal. Así pues, lo único relevante que realmente está en manos de Trump en estos momentos desde una perspectiva pro-vida es continuar con su política de nominaciones de jueces favorables a la defensa de la vida. En especial si queda alguna vacante en el Tribunal Supremo, algo que nunca se puede asegurar, pero que tampoco podemos descartar.