Victoria de la cultura de la vida en Argentina

Los intentos de abrir las puertas al aborto en Argentina han fracasado después de que el Senado votara en contra de la ley que había aprobado unas semanas antes el Congreso argentino. Se ponía un esperanzador punto final, al menos por el momento, a una batalla en la que multitud de argentinos han hecho un enorme esfuerzo para evitar que los seres humanos más indefensos pudieran ser asesinados impunemente.
Las presiones para legalizar el aborto fueron enormes y aunque a priori existía una mayoría a favor de la defensa de la vida en el Senado, no se podía descartar que ocurriera lo que ya sucedió en el Congreso, donde algunos congresistas cambiaron el sentido de su voto en el último momento a cambio de obtener sustanciosas ventajas económicas o debido a las amenazas incluso de dirigentes de sus propios partidos.
La respuesta de los pro-vida fue insistir en los argumentos (más de cuatrocientos juristas, médicos, biólogos, periodistas, líderes sociales, testificaron en defensa de la vida ante los comités que han estudiado el tema), pero al mismo tiempo intensificar el número de movilizaciones en la calle, mientras se les hacía saber con claridad a los cargos electos que una traición en esta cuestión comportaría la retirada masiva de apoyo electoral en las cercanas elecciones de 2019 (así pues, con poco tiempo para que el votante olvidara la afrenta). La estrategia funcionó, aunque todos los cálculos humanos no hubieran sido suficientes de no ser por la masiva cadena de oraciones que desbordó las fronteras argentinas y se extendió por el mundo entero.
Lo que humanamente parecía inevitable, la extensión de la marea de muerte que conlleva el aborto, ha sido detenido. Gracias al esfuerzo y buen hacer de tantos argentinos, pero en primer lugar porque es Dios quien guía, misteriosamente, la historia, y es Él quien ha escuchado la súplica de tantas personas, desoladas ante la caída de Irlanda, que ven ahora, esperanzados, que el asesinato de miles y miles de niños en el seno materno no es algo inexorable ante lo que debamos resignarnos.