Cardenal Müller: «La homofobia es un invento, un instrumento de dominio totalitario sobre la mente de otros»

La batalla del lenguaje es uno de los campos donde nos jugamos no ya nuestro futuro, sino nuestro presente. El término «homofobia», surgido durante la segunda mitad del siglo xx, es uno de los artefactos que se usan como arma para denigrar a cualquiera que ose discrepar de la ideología homosexualista. En una entrevista concedida a Costanza Miriano y publicada por Religión en libertad, el cardenal Gerhard Müller, prefecto emérito de la Congregación para la Doctrina de la Fe, clarifica la cuestión:
«La homofobia sencillamente no existe, claramente es una invención, un instrumento del dominio totalitario sobre la mente de los otros. Al movimiento homosexualista le faltan los argumentos científicos, por eso han construido una ideología que quiere dominar, intentando conseguir una realidad propia. Es el esquema marxista, según el cual no es la realidad la que construye el pensamiento, sino el pensamiento el que construye la realidad. Por consiguiente, quien no acepta la realidad debe ser considerado un enfermo. Como si, entre otras cosas, se pudiera actuar sobre la enfermedad con la policía o los tribunales. En la Unión Soviética a los cristianos los encerraban en los manicomios: son los medios de los regímenes totalitarios como el nacionalsocialismo y el comunismo. Actualmente, en Corea del  Norte, quienes no aceptan el pensamiento dominante siguen la misma suerte.
– Hay algunos obispos que han apoyados vigilias u otras iniciativas «católicas» contra la homofobia. A algunos los conozco personalmente y, por lo que yo sé, son defensores de la doctrina. ¿Por qué, en su opinión, aceptan seguir este juego? Aceptar la palabra homofobia significa acoger una cierta visión ideológica…
– Algunos obispos no tienen, hoy en día, la valentía de decir la verdad y se dejan intimidar; no entienden que la homofobia es un engaño que se utiliza para amenazar a la gente. Pero los cristianos no debemos tener miedo de las amenazas: en los primeros siglos, los seguidores de Cristo eran encarcelados o destrozados por las fieras. Hoy se destroza a la gente con el psicoterrorismo, aprovechando su ignorancia. Sin embargo, de un obispo o de un sacerdote deberíamos esperar que sea capaz de resistir a estas ideologías. Somos los que buscamos, con la gracia de Dios,  amar a todas las personas, incluidas las que sienten atracción hacia el mismo sexo; pero debe quedar claro que amar no es obedecer a la propaganda impulsada por la teoría de género.
[…]
– Uno de los muchos pasajes interesantes del libro de Daniel Mattson recientemente publicado relaciona la difusión en masa de la anticoncepción con la afirmación de la ideología de género. Aprovecho para plantearle una pregunta sobre un tema que me preocupa mucho. Usted sabe mejor que yo que en la Iglesia hay fuerzas adversas a la Humanae vitae, y piden que sea revisada. ¿Cuál es su opinión al respecto? ¿Cómo explica este fenómeno?
– Lo explico con la mundanización de la Iglesia: para algunos pastores la Iglesia es sólo materia para hacer política, para gustar. Para ellos, el respeto de las masas vale más que el respeto de la Palabra de Dios. Son contrarios a la creación. Yo comparo a los que quieren hacer una revisión de la Humanae vitae para complacer a las masas, con quienes bajaron a compromisos con los regímenes totalitarios. Quienes testimonian tienen, en cambio, la responsabilidad de la verdad revelada. La Humanae vitae ha sido profética, se han realizado todos los peligros que preveía, que han entrado en la vida moderna: el nihilismo, el materialismo. Falta el sentido superior de la existencia humana; por consiguiente, detrás de las fachadas hay sólo vacío. En cambio, el verdadero placer es cada palabra que sale de la boca de Dios. Y si dejamos de anunciar donde está el verdadero placer, la verdadera alegría, seremos responsables de la infelicidad de mucha gente. Si los pastores no vigilan, los lobos vencen. Con los lobos no se puede bajar a compromisos, ni siquiera para salvar a una oveja. Con la ilusión de no perder ninguna, se pierde a toda la grey. Esta no es la lógica de Jesús. Él, para no perder a ninguna oveja, se sacrificó a sí mismo, no las sacrificó a ellas.»