La restauración de la cultura cristiana de John Senior

John Senior (1923-1999) fue un maestro de los que crean escuela, y escuela fecundísima porque siempre buscó y enseñó la verdad. En 1970 fundó, junto a dos profesores más, el programa integrado de humanidades Pearson en la universidad de Kansas: cuatro semestres dedicados a la lectura de los grandes libros de la civilización occidental (historia, literatura y filosofía a través de la Biblia, de autores griegos, romanos, medievales y modernos). Su objetivo: rescatar las mentes y los corazones de toda una generación de estudiantes que, sometidos a la nueva religión del relativismo, estaban siendo presa del escepticismo y de la quiebra espiritual de esos años.
Según Senior, una «noche oscura» se cierne sobre el mundo contemporáneo porque los hombres, apartándose de Dios, han perdido junto a la fe también la razón y son ya incapaces de alcanzar la verdad. Urge, por tanto, devolverle al hombre su capacidad de encontrar y deleitarse en la verdad, es decir, en lo bello y lo bueno, en el honor y la caballerosidad, en la cortesía y la decencia, en la simplicidad y la modestia, en la música y la poesía… y en definitiva, en el amor a Dios y a los hombres.
Éste es, para Senior, el fin de la educación y el medio para lograrlo será volver a poner al hombre frente a la realidad de lo que es él mismo y las cosas que le rodean porque «la restauración de la razón supone la restauración del amor, y nosotros no podemos amar sino aquello que hemos conocido porque antes lo hemos tocado, gustado, olido, escuchado y visto».
La educación no conseguirá el fruto deseado, afirma Senior, si el suelo de las mentes no se ha enriquecido con la experiencia natural de la realidad que vivimos. «Hay una relación de causa-efecto entre el trabajo que hacemos, la ropa que usamos o no usamos, las casas en las que vivimos, las murallas o falta de murallas, el paisaje, lo que registramos más o menos conscientemente todos los días por la vista, los sonidos, los olores, gustos y tactos de nuestra vida, hay una estrecha conexión entre todo esto y el desarrollo moral y espiritual de nuestras almas».
Por tanto, restaurar la verdad será restaurar el suelo en el que es capaz de crecer dicha verdad y que no es otro, asegura Senior, que la cultura cristiana, es decir, la cultura que orienta a Dios –mediante el trabajo, la oración y el sacrificio– la arquitectura y el arte, las instituciones políticas y sociales, toda la economía, las formas de vivir, de sentir y de pensar de los pueblos, su música y su literatura. Restaurar la verdad significa aspirar a que el espíritu de Cristo informe todos los aspectos de la vida, hasta los detalles más íntimos, como antaño estuvieron orientadas a Dios «desde las canciones de barraca más rudas o las baladas de pastores más populares, hasta las modulaciones más finamente ornamentadas del canto gregoriano; desde las rústicas cruces de los caminos hasta los cruceros de las grandes catedrales como Chartres; desde las alborotadas peleas de estudiantes en las tabernas del Barrio Latino de París hasta la brillante constelación de la Summa theologica; lo mismo entre santos y pecadores, en la arquitectura y en la guerra, en la política, la economía, la música, la poesía, en los campesinos y en los cultores del amor cortés, en los modales groseros de las cabañas o delicados de las cortes».
La realidad cotidiana, en muchos sentidos accidental e incidental, conforma la vida moral y espiritual de los hombres porque la verdad es la realidad de las cosas. Esta sencilla afirmación, que constituye, según Balmes, el fundamento de todo criterio para «pensar bien», puede resumir también la idea-fuerza que movió a John Senior en su fecunda tarea docente y apostólica. Y esta idea-fuerza es la que desarrolla Senior, de forma directa y vital, en La restauración de la cultura cristiana. Su lectura, sin duda, no les dejará indiferentes.