Testimonio sobre Arnaud Beltrame, el héroe de Carcasona

Francia y el mundo entero quedaron asombrados ante la entrega y valentía del gendarme francés que se intercambió voluntariamente con una rehén en poder de un terrorista yihadista en Carcasona y que falleció finalmente del resultado de los disparos recibidos por parte de su captor cuando facilitó el asalto policial. Tras los primeros momentos de asombro ante tan heroica entrega de su vida, surgieron las inevitables preguntas sobre el teniente coronel Arnaud Beltrame: ¿de dónde había sacado las fuerzas para jugarse así la vida?
Pronto llegó la respuesta en la forma de una carta pública del padre Jean-Baptiste, monje en la abadía de Lagrasse, quien le había preparado para el matrimonio que iba a contraer el próximo mes de junio y pudo estar junto a él en sus últimos instantes en el hospital de Carcasona en la noche del 23 al 24 de marzo. Reproducimos esta carta que arroja luz sobre las motivaciones y creencias de este heroico gendarme:
«Conocí por casualidad, durante una visita a nuestra abadía, monumento histórico, al teniente coronel Arnaud Beltrame y a Marielle, con quien acababa de casarse civilmente el 27 de agosto de 2016. Simpatizamos enseguida y ambos me pidieron que preparase su matrimonio religioso, que yo debía celebrar cerca de Vannes el 9 de junio próximo.
Así pues, pasamos muchas horas trabajando los fundamentos de la vida conyugal durante dos años. Yo acababa de bendecir el que iba a ser su hogar el 16 de diciembre y habíamos concluido su expediente canónico para el matrimonio. La hermosísima declaración de intenciones de Arnaud me llegó cuatro horas antes de su muerte heroica.
Esta joven pareja venía habitualmente a la abadía a participar en las misas, oficios y a recibir enseñanza, y en particular a un grupo de acogida, Nuestra Señora de Caná. Formaban parte del equipo de Narbona. Aún pudieron venir el pasado domingo.
Inteligente, deportivo, hablador y carismático, a Arnaud le gustaba hablar de su conversión. Nacido en una familia poco practicante, vivió una auténtica conversión en torno a 2008, a los 33 años. Recibió la primera comunión y la confirmación tras dos años de catecumenado, en 2010.
Tras una peregrinación a Sainte-Anne-d’Auray en 2015, donde pidió a la Virgen María encontrar a la mujer de su vida, empezó a salir con Marielle, cuya fe es profunda y discreta. La petición de mano se celebró en la abadía bretona de Timadeuc en la Pascua de 2016.
Apasionado por la Gendarmería, alimentaba desde siempre gran pasión por Francia, por su grandeza, por su historia, por sus raíces cristianas, que había descubierto con su conversión.
Al ofrecerse en lugar de los rehenes, probablemente estuvo animado con pasión por su heroísmo de oficial, porque para él ser policía quería decir proteger. Pero él sabía el riesgo extraordinario que asumía.
Era consciente también de la promesa de matrimonio religioso que había hecho a Marielle, a quien amaba tiernamente, de eso soy testigo.
¿Entonces? ¿Tenía derecho a asumir tal riesgo? Creo que sólo su fe puede explicar la locura de ese sacrificio que hizo hoy para admiración de todos. Él sabía que, como nos dijo Jesús, “no hay mayor amor que el de quien da la vida por sus amigos” (Jn 15, 13). Él sabía que, si su vida comenzaba a pertenecer a Marielle, también era de Dios, de Francia, de sus hermanos en peligro de muerte. Creo que sólo una fe cristiana animada por la caridad podía pedirle ese sacrificio sobrehumano.
Pude verle en el hospital de Carcasona hacia las nueve de la noche del viernes. Los policías y los médicos o enfermeras me llevaron hasta él con una gran delicadeza. Él estaba vivo, pero inconsciente. Pude darle la extremaunción y la bendición apostólica in articulo mortis. Marielle respondía a esas bellas fórmulas litúrgicas.
Era Viernes de Dolores, justo antes de comenzar la Semana Santa. Acababa de rezar el oficio de nona y el viacrucis por su intención. Pedí al personal que cuidaba de él si podría tener una medalla de la Virgen, la de la Rue du Bac, de París [Medalla Milagrosa], junto a él. Comprensiva y profesional, una enfermera la sujetó a su hombro.
No pude casarle, como se ha dicho equivocadamente en un artículo, porque estaba inconsciente.
Arnaud no tendrá jamás hijos carnales. Pero su heroísmo impactante y su alegría cristiana van a suscitar, creo, numerosos emuladores, dispuestos al don de sí mismos por Francia».