Reconocimiento del martirio de los monjes de Tibhirine

Muchos lectores recordarán la película del cineasta francés Xavier Beauvois, estrenada en 2010, De dioses y hombres, en la que se narraba el martirio de los monjes trapenses del monasterio de Tibhirine, también conocido como Nuestra Señora del Atlas, situado en las montañas del Magreb.
El pasado 27 de enero la Sala de Prensa vaticana daba a conocer que el papa Francisco había autorizado la promulgación del decreto que reconoce su martirio junto al de monseñor Pierre Claverie, obispo de Orán, y otros once religiosos de Argelia.
El monasterio de Nuestra Señora del Atlas, fundado en 1938 en la localidad argelina de Tibhirine, fue el escenario de uno de los episodios más sangrientos de la guerra civil argelina en la década de los 90 del siglo xx. Los grupos terroristas islamistas habían emprendido una campaña contra los extranjeros residentes en el país, especialmente contra los de nacionalidad francesa, y los lugares cristianos fueron uno de sus principales objetivos.
A pesar de ello, los monjes trapenses de Tibhirine, dedicados a la oración y al servicio –testimoniando de manera silenciosa su fe en Cristo y su amor a los hombres, también a los que pertenecen a una religión diferente–, decidieron quedarse debido al fuerte vínculo que tenían con la población local. La casi totalidad de las misioneras y misioneros extranjeros presentes en Argelia hicieron lo mismo.
En la noche del 26 al 27 de marzo de 1996, terroristas del Grupo Islámico Armado (GIA) asaltaron el monasterio y secuestraron a siete (Christian de Chergé, Luc Dochier, Christophe Lebreton, Michel Fleury, Bruno Lemarchand, Paul Favre-Miville, y Célestin Ringeard) de los nueve monjes que había en ese momento. Todos de nacionalidad francesa. Las negociaciones para intercambiar a los monjes por prisioneros del GIA no dieron fruto y el 21 de mayo de 1996 los terroristas anunciaron que habían decapitado a los siete monjes. Sus cabezas aparecieron el 30 de mayo, pero sus cuerpos no se encontraron nunca. En Francia, por primera vez desde la muerte del papa Juan XXIII, todos los templos católicos (alrededor de cuarenta mil) hicieron repicar las campanas al mismo tiempo como signo de luto.
Tras el asesinato de los monjes de Tibhirine, monseñor Claverie, muy involucrado en lograr la paz y terminar con las matanzas y la violencia, sabía que su vida corría serio peligro. El 1 de agosto de 1996 una bomba explotó en la entrada del obispado, acabando con su vida.
Pero estos ocho mártires ya habían sido precedidos por otros once, asesinados en circunstancias muy parecidas: testimoniando el amor de Dios en medio del pueblo argelino, islámico, con el que les unía sinceros vínculos de amistad. El 8 de mayo de 1994 sor Paule-Hélène Saint-Raymond y el hermano Henri Vergès fueron asesinados en la biblioteca que habían organizado para los jóvenes de un barrio popular de Argelia. El 23 de octubre del mismo año, sor Esther Paniagua y sor Caridad María Álvarez fueron muertas delante de la capilla de Bab-el-Oued. El 27 de diciembre, siempre del mismo año, cuatro Padres Blancos (Alain Dieulangard, Charles Deckers, Jean Chivillard y Cristián Chessel) fueron asesinados en su casa, en Tizi-Ouzou. El 3 de septiembre de 1995, sor Denise Leclercq y sor Jeanne Littlejohn fueron heridas de muerte en Belcourt con dos balas en la cabeza. En fin, el 10 de noviembre de 1995, sor Odette Prévost fue muerta al salir de su domicilio, en el barrio de Kouba.