Los médicos necesitan «un suplemento de sabiduría»

Hoy en día, gracias al desarrollo de la ciencia y la técnica médica, es cada vez más insidiosa la tentación de insistir en la aplicación de tratamientos que producen potentes efectos en el cuerpo pero no benefician al bien integral de la persona. Por ello, los profesionales de la salud deben esforzarse por realizar un atento discernimiento que considere la cuestión moral, las circunstancias y las intenciones de los sujetos involucrados en dichos tratamientos. La dimensión personal y relacional de la vida y del mismo morir, que es siempre un momento extremo del vivir, debe tener en la curación y en el acompañamiento del enfermo, un espacio adecuado a la dignidad del ser humano.
Así lo resaltaba el papa Francisco en una carta dirigida a monseñor Vicenzo Paglia, presidente de la Academia Pontificia para la Vida, y a los participantes en el Encuentro Regional Europeo de la Asociación Médica Mundial celebrado en el Vaticano el pasado 16 y 17 de noviembre, a los que animaba a pedir al Señor «un suplemento de sabiduría» para afrontar rectamente estas cuestiones.
El Papa, preocupado especialmente por las decisiones que se toman sobre los pacientes con enfermedades terminales, recordó la enseñanza de Pío XII sobre la no obligatoriedad de emplear todos los medios terapéuticos potencialmente disponibles, teniendo en cuenta que mantener las funciones biológicas que se han vuelto insuficientes, o incluso reemplazarlas, no equivale a promover la salud. La persona enferma debe tener un papel principal en la elección de los medios a utilizar en los tratamientos, debiéndose cuidar y acompañar siempre a la persona viviente pero asumiendo responsablemente el límite de la condición humana mortal. Desde este planteamiento nunca se quiere procurar la muerte sino que se acepta el no poder impedirla (cf. CEC 2277).
Esta nueva perspectiva –subraya el Pontífice– restituye a la humanidad el acompañamiento del morir, sin abrir justificaciones a la supresión del vivir. No activar medios desproporcionados o suspender su uso equivale a evitar el ensañamiento terapéutico que tiene «un significado completamente diverso de la eutanasia, que es siempre ilícita», porque interrumpe la vida causando la muerte.