Los justos otomanos que se opusieron al genocidio armenio

Rodolfo Casadei escribe en La Nuova Bussola Quotidiana sobre un asunto desconocido: los turcos que no se sumaron al genocidio decretado sobre los armenios y que incluso pagaron con su vida por ello. Muestra de que esa ley natural que Dios ha inscrito en el corazón de todos los hombres no es una fantasía, sino que es algo bien real:
«¿Quién mejor que el nieto de un superviviente armenio del genocidio gracias a la intervención de un vecino musulmán turco podría escribir de “turcos justos” durante el genocidio de los armenios en 1915? Se trata de Pietro Kuciukian, médico y cónsul honorario de Armenia en Milán, que ha escrito tres libros sobre el tema, el último de los cuales es particularmente extenso y exhaustivo.
Amplios segmentos de la población turca, kurda, chechena y circasia, todos parte del Imperio otomano, participaron con entusiasmo en el genocidio de los armenios, especialmente atraídos por la oportunidad de saquear, pero también por razones políticas y religiosas. Los miembros del triunvirato que dirigió el gobierno de los Jóvenes Turcos y que concibió el genocidio –Mehmed Talat Pasha, Ismail Enver y Ahmed Gemal– fueron animados por la ideología ultranacionalista (Talat además fue el primer Gran Maestro de la masonería turca). Sin embargo explotaron los sentimientos religiosos musulmanes de las masas a fin de presentar la eliminación de los armenios como un deber, apoyándose en el anuncio de la yihad hecho por el califa Mohammed V en noviembre de 1914.
No todos aceptaron esa justificación, y uno de los rasgos más llamativos de la resistencia al genocidio es la insistencia por parte de muchos –funcionarios del estado, líderes religiosos, simples personas– de que el asesinato indiscriminado de armenios cristianos no podía realizarse con una conciencia recta.
El libro está dedicado a Mehmet Celal Bey, el wali (gobernador) primero de Alepo y luego de Konya, que se opuso a las deportaciones y se negó a ejecutar las órdenes. Numerosos fueron los funcionarios de la administración pública, los líderes tribales kurdos, pero también los ciudadanos comunes, ahorcados o asesinados por desobedecer esas órdenes o deportados. Los “justos otomanos”, como todas las personas no cristianas de recta conciencia de la historia, demostraron con su vida la verdad de lo que el Catecismo de la Iglesia católica enseña sobre la ley natural».