La consagración secreta de Rusia al Corazón de María

El 25 de marzo de 1984, festividad de la Anunciación del Señor a la Virgen, el papa Juan Pablo II consagraba el mundo al Corazón Inmaculado de María desde la plaza de San Pedro del Vaticano. Ese mismo día, en el Kremlin, un obispo eslovaco enviado de Madre Teresa de Calcuta, después de celebrar clandestinamente la Santa Misa, consagraba Rusia al Corazón Inmaculado de María rezando una oración que escondía entre las páginas del Pravda.
Es obligado recurrir a la historia para entender qué ocurrió durante la consagración del mundo, y en particular de Rusia, al Inmaculado Corazón de María. Para ello, tenemos que hablar de la Virgen María y de sus apariciones en Fátima, Portugal.
Según cuentan los pastorcitos de Fátima, en la tercera aparición de la Virgen, que tuvo lugar el 13 de julio de 1917, Nuestra Señora anunció que más adelante volvería para pedir la consagración de Rusia a su Inmaculado Corazón.
Pocos meses después del mensaje de la Virgen, en Rusia triunfó y se consolidó la revolución bolchevique. Lenin se alzó como presidente de la Unión Soviética. La vida social de la población rusa, al igual que la economía, sufrió cambios importantísimos. Asimismo, desde el gobierno se promovió el ateísmo y el materialismo, base del marxismo teórico. El gobierno, persiguió, acosó y martirizó a la Iglesia católica y a otras iglesias cristianas.
Fue un 25 de marzo de 1984 en la plaza de San Pedro, recordando el mandato pronunciado por María, que el Santo Padre Juan Pablo II en unión espiritual con los obispos del mundo, confió a todos los hombres y mujeres y a todos los pueblos al Inmaculado Corazón de María. En el mismo instante en que san Juan Pablo II, consagraba el mundo al Corazón Inmaculado de María, Mons. Pavel Hnilica, que había viajado a Moscú a petición de la Madre Teresa de Calcuta, elevada también a los altares, se unía a la consagración de Su Santidad poniendo de manifiesto la inclusión de Rusia en esta consagración.
La intervención de la Madre Teresa en esta historia cobra gran importancia, pues su acción fue imprescindible para la consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María. Ella, eslava como era, y habiendo vivido de cerca el comunismo, se sentía estrechamente unida a Rusia y tenía un deseo inmenso de trabajar por la conversión de dicho país, así que, conocedora de que el comunismo había llegado allí y que perseguía sin piedad cualquier forma de religión, sintió una profunda tristeza.
La Madre Teresa estaba muy familiarizada con el mensaje de la Virgen de Fátima: «una ideología atea difundirá sus errores por el mundo pero, finalmente, Rusia se convertirá y en ella triunfará mi Inmaculado Corazón» y sabía que esa ideología de la que hablaba Nuestra Señora era el comunismo. Por eso, ansiaba la consagración de Rusia al Corazón Inmaculado de María. La Madre Teresa se dedicó a este proyecto con todo su corazón, rezando por la conversión de Rusia y enviando con toda reserva y siempre que le era posible, rosarios, biblias y estampas de la Virgen. Además, intentó difundir la devoción de la Medalla Milagrosa. Por dicho motivo, pidió a Mons. Hnilica que al consagrar Rusia al Corazón Inmaculado de María, depositara una medalla milagrosa en el Kremlin. De esta forma, con un simple gesto, la capital del ateísmo sería consagrada a la Virgen.
Aunque Mons. Hnilica estaba convencido de que él no era el más indicado para llevar a cabo tal misión, se sintió atraído por la alegría y coraje de Madre Teresa y aceptó los riesgos de tamaña empresa. La Madre Teresa de Calcuta escogió el mes de marzo de 1984 porque sabía que el día de la Anunciación el Santo Padre consagraría el mundo al Corazón de María. Quería que Mons. Hnilica estuviera en el Kremlin en el momento en que el Papa rezara la oración de consagración en Roma para unirse espiritualmente a él y depositar allí una medalla milagrosa.
Durante el mes previo a su viaje, Mons. Hnilica, Mons. Maasburg, que le acompañó, y la comunidad de Misioneras de la Caridad se prepararon espiritualmente y oraron por los frutos del viaje. Su confianza en la oración demostró su gran poder. Además, la Virgen de Fátima ya había hablado de la fuerza de la oración, concretamente del Santo Rosario, de la penitencia, de la entrega de uno mismo por la salvación de los pecadores y de la devoción al Corazón Inmaculado de María.
El 23 de marzo de 1984 Madre Teresa acompañaba a Mons. Hnilica y a Mons. Maasburg al aeropuerto de Calcuta. Allí entregó a Mons. Hnilica el rosario que le acompañaría en el viaje. En Moscú serían dos turistas visitantes de los principales museos de la ciudad. Mons. Maasburg narró esta historia en su libro Madre Teresa de Calcuta: un retrato personal.
Mons. Hnilica y Mons. Maasburg visitaron la ciudad por separado y sin llamar la atención y, según lo acordado, el 25 de marzo, cuando el Santo Padre comenzó la ceremonia de la consagración del mundo al Inmaculado Corazón de María, Mons. Hnilica estaba en el Kremlin. Previamente, había visitado la fortaleza como turista, deteniéndose en la catedral de la Asunción.
Una vez allí, empezó a orar mientras buscaba un lugar oculto en el que colocar la medalla milagrosa que le había dado la Madre Teresa de Calcuta. Para no levantar sospechas fingía interesarse por las obras de arte que se encontraban allí. En la guía que tenía entre las manos, Mons. Hnilica leyó que en aquella catedral estaban los tronos donde el zar, la zarina y el patriarca de Moscú y de toda Rusia se sentaban en las ceremonias religiosas. En ese momento decidió colocar la medalla milagrosa bajo el trono del Patriarca. A su vez, rezaría para que el Patriarca Alejo II volviera a celebrar ritos religiosos en ese lugar. Estando solo y en la intimidad con Dios se recogió y celebró la Santa Misa en secreto. Utilizó un pedazo de pan y un poco de vino que traía consigo y recitó la consagración de memoria. Para Mons. Hnilica este fue un momento de intensa emoción y profunda religiosidad pues se celebraba la Santa Misa en aquel lugar, después de 76 años sin haberse celebrado. Al acercarse al trono vio una grieta y pensó que aquel sería un buen lugar para colocar la medalla. Una vez depositada y tras unos momentos de intensa oración, Mons. Hnilica volvió al hotel y esa misma tarde regresó a Italia con Mons. Maasburg.
Ese mismo año, Mons. Hnilica visitó al Santo Padre en Castel Gandolfo. Almorzó con Su Santidad mientras le relataba cómo Rusia se había consagrado al Inmaculado Corazón de María. Juan Pablo II le dijo conmovido: «la Virgen te ha guiado allí con su mano». Mons. Hnilica respondió: «¡No, Santo Padre, me ha llevado en brazos!».
El mundo entero había sido consagrado al Inmaculado Corazón de María de manera que las palabras que El Santo Padre consagró el mundo entero a la Virgen María y Mons. Hnilica, consagró Rusia. El mundo debía liberarse de sus ataduras y descubrir la verdadera libertad y así lo hizo, cuando cinco años después de la consagración, el bloque del Este se vino abajo.
Tal como decía san Luis María Grignion de Montfort, el mundo y, por tanto cada uno de nosotros, debe darse todo entero, como esclavo, a María y a Jesucristo por ella; y además, hacer todas las cosas con María, en María, por María y para María. Debemos darnos enteramente, es decir consagrarnos, ya que es el acto primordial y radical que nos constituye a los ojos de Jesucristo y de María en un estado nuevo. Además, debemos vivir conforme a las exigencias de esta consagración, es decir, buscando en todas las cosas la unión con María.
Nos dirigimos pues a María recitando una de las estrofas de la Coronilla de san Luis María Grignion de Montfort: «Gloria a Ti, triunfadora de la herejía y del demonio. Sé nuestra piadosa guía.
V. Regocíjate, Virgen María
R. Regocíjate mil veces».