Razón del número

En noviembre de 1946 se publica en Cristiandad un editorial del padre Ramón Orlandis con el título: «La actualidad a la que aspiramos» En él se comentaba un reciente artículo publicado en El Correo Catalán por su director, Claudio Colomer Marqués en el que se precisaba que Cristiandad no era una revista de actualidades pero sí de actualidad.
«Cristiandad, afirmaba el padre Orlandis, no quiere ser, en efecto, una revista de actualidades; no que por sistema tenga en menos las publicaciones que honesta y prudentemente informan al público de los acontecimientos del día; empero jamás fue éste el ideal que la llevó a la existencia… Buscar la actualidad en las actualidades múltiples e inconexas, es no contentarse con las noticias y con las explicaciones que de ellas se den, en una palabra, con lo cortical, sino procurar llegar al fondo para descubrir su razón de ser y consiguientemente su unidad, que es donde halla descanso la inteligencia». Con este mismo propósito de contemplar las actualidades bajo la perspectiva de aquello que es de permanente actualidad, es decir, «sub specie aeternitatis» dedicamos el presente número a reflexionar sobre la grave situación de crisis institucional por la que atraviesa España como consecuencia de los intentos secesionistas en Cataluña.
No creemos que se trate de una cuestión meramente política, si fuera así habría que pensar cuales son las alternativas políticas que podrían dar solución al problema y analizar cuál de ellas es más conforme al bien común. No negamos la validez y necesidad de este enfoque, pero lo creemos insuficiente.
Una mirada a la historia y al presente de Cataluña nos descubrirán el grave daño espiritual que ha causado el nacionalismo en Cataluña. Toda España ha estado sometida en los últimos decenios a un proceso llamado de «modernización» que no ha sido más que de una profunda secularización. Deberíamos tener en la memoria los estragos espirituales que hemos presenciado, en nuestras familias y en nuestros pueblos, como consecuencia de los cambios legislativos contrarios al derecho natural y al bien común: divorcio, aborto, restricciones a la libertad de enseñanza etc. Pero este proceso en Cataluña ha tenido una peculiaridad paradójica. El haber conseguido dotar a las instituciones catalanas de una mayor autonomía ha servido en muchos casos para desarraigar leyes y costumbres que habían formado parte del acervo cultural, singularmente apreciado en la historia de Cataluña. El ejemplo más significativo es el referente al derecho familiar. La protección jurídica y económica de la familia tan típica del derecho civil catalán, conservado a lo largo de los años en situaciones políticas teóricamente adversas, ha desaparecido actualmente de nuestra legislación. Lo autonómico se ha puesto, en estos casos, al servicio de un propósito contrario a la tradición singular de Cataluña. A los males espirituales, sólo se les puede curar con remedios espirituales. Recuperar la tradición cristiana de Cataluña, causante de nuestra unión al conjunto de los pueblos de España, como afirmó el gran obispo de Vic Torras y Bages, ésta es la gran actualidad.