El Papa rechaza la utopía «de lo neutro»

Cuando en España se está imponiendo la ideología de género desde los poderes públicos –el pasado 19 de septiembre, por ejemplo, recibía el apoyo masivo de los grupos parlamentarios españoles la «ambiciosa y pionera» propuesta de ley LGTBI presentada por Podemos; dos días más tarde, el consejero de Educación de Castilla-la Mancha anunciaba la implantación en este curso de la nueva asignatura Educación para la Igualdad, la Tolerancia y la Diversidad, que la Federación España Educa en Libertad y la Asociación de profesores Educación y Persona ya han denunciado como un intento de adoctrinamiento moral conforme a la ideología de género–, el papa Francisco se refería recientemente a ella en su discurso a los participantes en la asamblea general de los miembros de la Pontificia Academia de la Vida reunidos para estudiar las nuevas responsabilidades que implica la defensa de la vida en la era tecnológica.
La fuente de inspiración para afrontar este desafío, subrayó el Santo Padre, debe ser, una vez más, la Palabra de Dios que ilumina el origen del hombre y su destino en tanto que criatura querida y amada por Dios por sí misma y no únicamente un conjunto de células bien organizadas y seleccionadas en el transcurso de la evolución de la vida. La bendición divina en el origen y la promesa de un destino eterno son el fundamento de la dignidad de toda vida, de todos y para todos. Conviene releer con atención el relato bíblico de la creación, afirmó el Papa, para apreciar la amplitud y profundidad del amor con que Dios confía al hombre y la mujer la creación y la historia. La alianza entre el hombre y la mujer está sellada por la unión de amor, personal y fecunda, que señala el camino de la transmisión de la vida a través del matrimonio y la familia pero que va mucho más allá. Porque esta alianza llama también al hombre y a la mujer a tomar en sus manos la dirección de toda la sociedad, de la que son responsables. Y ninguno de ellos es capaz de asumir esta responsabilidad por sí solo. Juntos fueron creados, en su bendita diferencia; juntos han pecado, por su presunción de reemplazar a Dios; juntos, con la gracia de Cristo, regresan a la presencia de Dios para atender al mundo y a la historia que Él les ha confiado.
Por ello, remarcaba el Papa, el camino para alcanzar la plena dignidad de la persona humana no puede pasar por la neutralización radical de la diferencia sexual. La utopía «de lo neutro», que ve la diferencia sexual como algo negativo e incompatible con la dignidad humana y que, por tanto, debe ser teórica y prácticamente cancelada, remueve al mismo tiempo «la dignidad humana» de la diferencia sexual y la «cualidad personal de la transmisión generativa de la vida». La manipulación biológica y psíquica de la diferencia sexual que la tecnología biomédica permite poner a disposición del hombre daña gravemente aquella energía que nutre la alianza del hombre y la mujer y la hace creativa y fructífera. El misterioso vínculo entre la creación del mundo y la generación del Hijo, que se revela en el hacerse hombre el Hijo en el seno de María por amor, nunca acabará de dejarnos sorprendidos y conmocionados. Esta revelación ilumina definitivamente el misterio del ser y el sentido de la vida. La imagen de la generación irradia desde aquí una profunda sabiduría sobre la vida: en tanto que se recibe como regalo, se exalta en el don; generándola se regenera, gastándola nos enriquece. Se debe afrontar el desafío que presenta la generación de la vida humana como si fuera una mortificación para la mujer y una amenaza para el bienestar colectivo. La alianza generativa del hombre y la mujer es un regalo para el hombre y la mujer, no un handicap. Nuestra historia, concluyó el Papa, no se verá renovada si rechazamos esta verdad.