Las ecografías están a favor de la vida

Por mucho que algunos se empeñen, la cuestión del aborto no es algo definitivamente zanjado. No lo será nunca mientras existan personas que no se resignen a que los más débiles sean asesinados. Víctor Gago, desde Actuall, se hace eco de un nuevo enemigo contra la cultura de la muerte:
El «derecho a abortar» tiene un enemigo nuevo y terrible. ¿Es Donald Trump? ¿Son todos esos retrógrados cristianos? ¿Es un meteorito? ¿Es un avión? No. Es la tecnología. La evidencia mostrada por las ecografías de última generación está haciendo más por la abolición del aborto de lo que todos los políticos y todas las leyes pro-vida harán jamás.
El 78% de las mujeres embarazadas que ve una ecografía de su bebé descarta abortar, según una reciente encuesta de Marist citada por Ben Shapiro en The Daily Wire. Algunos estados han legislado para que el consentimiento informado de la mujer antes de abortar incluya una ecografía de su hijo. El Congreso de los Estados Unidos inició a principios de enero el trámite para aprobar una ley que prohibiría el aborto cuando el latido del corazón sea evidente en una ecografía. El proveedor de abortos Planned Parenthood ha declarado la guerra a esta tecnología, cuya última versión muestra imágenes del feto en 3D.
La revista The Atlantic ha publicado esta semana la última tendencia en negacionismo: no hay nada que ver en la ecografía de un bebé. ¡Circulen!
Al principio, el artículo de Moira Wegel se titulaba «Cómo la ecografía promovió la idea de que un feto es un ser humano». Pero, incluso el negacionista más obtuso reconoce ciertos límites deontológicos, así que los editores cambiaron el título de la pieza por este otro: «Cómo las ecografías se convirtieron en un arma política».
La autora sostiene que la tecnología «ha sido utilizada para crear un imaginario latido del corazón». Eso que ves ahí no es una cabecita humana. Los deditos como sarmientos son una ilusión óptica. El boom-boom del corazón, sólo una sugestión de tu cerebro.
«No puede hablarse de un corazón en un feto de seis semanas», afirma tajantemente Moira, con toda la autoridad científica que le da estar haciendo un doctorado en… ¡Literatura comparada!
En 2009, la ministra española Bibiana Aído recurrió a la misma sintaxis negacionista: «No puede hablarse de un ser humano en un bebé de doce semanas». Cambian los plazos, cambian los disparates, lo que no cambia es la sintaxis del negacionismo, ese «no puede hablarse», impersonal y autoritario.
El ridículo ha sido tan grande, y la avalancha de protestas de tal magnitud, que The Atlantic se ha retractado con la siguiente nota:
«Este artículo, en su versión original, afirmó que “no puede hablarse de un corazón en un feto de seis semanas”. A esas alturas, en un embarazo, un corazón ha comenzado a formarse. Lamentamos el error».
(…) La ciencia y la tecnología respaldan la causa del derecho a la vida. Apagar las pantallas que muestran la evidencia de la vida humana antes de nacer es ahora la prioridad de los negacionistas.»
Ya se ve que eso de la admiración ante la ciencia y la tecnología es selectivo y que, cuando contradicen los prejuicios abortistas, los supuestos ilustrados prefieren agarrarse a la magia antes que a la evidencia.