Sorpresa en Colombia: no al acuerdo de paz

El resultado del referéndum sobre el acuerdo de paz en Colombia entre el gobierno de Santos y los narcoguerrilleros de las FARC pilló a casi todo el mundo con el paso cambiado. Contra los pronósticos de los sondeos, contra la marginación de las voces del «no» en los medios de comunicación y contra la potencia de foco del Gobierno, que llegó a organizar una ceremonia internacional en Cartagena de Indias para representar la firma del acuerdo, el 50,2% de los colombianos que acudieron a las urnas dijo no a los términos del acuerdo.
Lo pactado en La Habana, bajo el auspicio de la dictadura cubana, hacía importantes concesiones a los terroristas. Entre otras, les garantizaba impunidad para sus crímenes, les entregaba el control de zonas del país, les permitía sentarse en las cámaras legislativas sin someterse a elecciones y les dejaba imponer la ideología de género, el aborto y la supervisión política de la educación en los territorios bajo su control. A todo ello han dicho «no» los colombianos, que no a una paz, que pasa por la disolución de las FARC, que todo el mundo anhela.
Los motivos de los colombianos que han votado contra este acuerdo son varios. Por un lado, las condiciones del acuerdo, que además de las ya señaladas incluían la concesión a las FARC de 32 emisoras de frecuencia FM que el Estado se comprometía a financiar hasta el 2022, dejaba sin reparaciones a las víctimas del terrorismo de las FARC y aseguraba a los guerrilleros el doble del salario mínimo por dejar de matar, una cifra superior a lo que ganan el 85% de los colombianos.
Otro factor importante ha sido el miedo de muchos colombianos a ver el chavismo extenderse en su país, un fenómeno que conocen de primera mano tanto por su cercanía a Venezuela como por los numerosos venezolanos que han escapado de su país, encontrado refugio en Colombia y cuyo testimonio habla de situaciones tremendas, realmente trágicas.
Otra cuestión importante es la de la introducción de la ideología de género a través del cambio constitucional necesario para aprobar el acuerdo de paz. Mientras muchos católicos aceptaban este punto como un mal menor que había que conceder para conseguir la paz, los protestantes evangélicos se han movilizado en bloque por este motivo para rechazar el acuerdo y han sido determinantes para la victoria del «no». Entre los católicos ha existido una fuerte división, como lo demuestra que las instrucciones del arzobispo de Bogotá de leer en las misas del domingo un texto instando a los católicos a votar afirmativamente provocaran en diversas iglesias de la capital disturbios, con feligreses expresando sus quejas ante el uso partidista de los púlpitos para favorecer a una opción discutible. El apoyo acrítico del Vaticano al acuerdo tampoco ayudó a la reflexión serena que una decisión tan trascendental requería.
La situación ahora es compleja, aunque parece que el presidente está decidido a hacer alguna modificación mínima y a aprobar el acuerdo sin convocar un nuevo referéndum. Una salida legalmente posible pero que dejaría la legitimidad del acuerdo de paz seriamente dañada.